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Kansas City: la guía para descubrir la ciudad del debut de la Selección Argentina

Kansas City se mete en el Mundial 2026: museos top, jazz, BBQ y planes con precios para armar el viaje cuando juegue Argentina.

De un lado, estadios y banderas. Del otro, una ciudad atravesada por ríos y barrios con identidad propia, de esas que se entienden mejor caminando. Kansas City será sede del Mundial 2026 y ahí, en el GEHA Field at Arrowhead Stadium, la Selección Argentina debutará ante Argelia en la fase de grupos.

Pero el plan no se agota en el partido. Kansas City tiene ese encanto raro de las ciudades que no necesitan gritar para gustar: arte de primer nivel con entradas accesibles (y hasta gratis), memoria histórica que impacta, jazz donde la noche todavía suena “con alma” y una gastronomía que se defiende sola, entre ahumadores y barras con carácter. Por eso, en Urgente24 armamos esta guía para aprovechar la sede del debut argentino como destino en sí mismo.

Museos que explican la ciudad

Kansas City sorprende por la calidad y diversidad de su oferta cultural, y uno de sus grandes orgullos es el Nelson-Atkins Museum of Art. Se trata de uno de los museos más importantes del Medio Oeste estadounidense, con una colección que supera las 33.000 obras y recorre desde el arte del antiguo Egipto hasta piezas contemporáneas. La entrada es gratuita, un dato clave para el viajero, y su enorme parque exterior (famoso por las esculturas monumentales en forma de shuttlecock, los volantes de bádminton que se convirtieron en ícono visual de la ciudad) funciona como punto de encuentro y descanso. Es un museo pensado para pasar varias horas, incluso sin ser especialista en arte, y una de las mejores puertas de entrada a Kansas City.

Otro de los grandes hitos culturales es el National World War I Museum and Memorial, el museo nacional dedicado a la Primera Guerra Mundial, algo poco conocido fuera de Estados Unidos. Ubicado frente a Union Station, combina una museografía inmersiva con objetos originales, tanques, uniformes y testimonios que permiten entender el conflicto desde una mirada global. Las entradas van aproximadamente de 11 a 20 dólares, según edad y tipo de acceso, y muchos visitantes suman la subida a la torre del memorial, desde donde se obtiene una de las mejores vistas panorámicas de Kansas City. Es una visita intensa, pero fundamental para comprender el peso histórico de la ciudad.

La identidad más profunda de Kansas City aparece con fuerza en el distrito de 18th & Vine, epicentro de la cultura afroamericana local. Allí conviven dos museos clave. Por un lado, el American Jazz Museum, que recorre la historia del jazz y el rol central que tuvo la ciudad en el desarrollo de este género, con figuras como Charlie Parker, Count Basie, Ella Fitzgerald y Louis Armstrong, habituales en la escena local durante su época dorada. Las entradas oscilan entre 6 y 10 dólares, dependiendo de la edad, y la experiencia suele complementarse con shows en vivo en el mítico Blue Room, uno de los clubes de jazz más emblemáticos del país. A pocos metros, el Negro Leagues Baseball Museum narra la historia de las ligas negras de béisbol y de los jugadores que quedaron fuera del sistema profesional por segregación racial. También con entradas cercanas a los 10 dólares, es uno de los museos más emotivos y mejor narrados de la ciudad.

Para quienes viajan en familia (o simplemente buscan una experiencia distinta), el Rabbit Hole ofrece una propuesta completamente diferente. Este museo inmersivo está dedicado a la literatura infantil y recrea, a escala real, escenarios de libros clásicos como Goodnight Moon, Charlotte’s Web, Where the Wild Things Are o Winnie-the-Pooh. Más que un museo tradicional, es un recorrido sensorial pensado para entrar literalmente dentro de los cuentos. La entrada cuesta aproximadamente 16 dólares y suele ser una de las sorpresas más comentadas por quienes visitan Kansas City.

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Kansas City combina ríos, barrios creativos y una identidad cultural propia.

Kansas City combina ríos, barrios creativos y una identidad cultural propia.

Comer en la ciudad: barbecue, barrios y mesas con identidad

Hablar de Kansas City sin mencionar su comida sería contar solo la mitad de la historia. La ciudad es considerada una de las capitales mundiales del barbecue, una tradición que nació a comienzos del siglo XX y que todavía define su identidad gastronómica. Aquí no se trata solo de carne ahumada, sino de ritual, herencia y competencia amistosa entre locales. Los célebres burnt ends (las puntas caramelizadas del brisket, un corte de pecho de vaca cocido durante horas a fuego lento) nacieron en esta ciudad y siguen siendo el plato insignia. Clásicos como Arthur Bryant’s, Gates Bar-B-Q, Joe’s Kansas City o Jack Stack ofrecen menús abundantes, con precios que suelen moverse entre 15 y 30 dólares por persona, dependiendo del local y del corte elegido.

Pero Kansas City no vive solo del humo. En los últimos años, la escena culinaria se diversificó con fuerza y hoy conviven restaurantes de autor, propuestas internacionales y mercados urbanos. El Crossroads Arts District, uno de los barrios creativos más activos, concentra galerías, cervecerías artesanales y cocinas contemporáneas donde es posible cenar bien sin formalidades excesivas. Allí aparecen nombres como Corvino, Parlor o Brewery Emperial, espacios que combinan cocina moderna, vinos y coctelería, con tickets medios que oscilan entre 30 y 60 dólares, según el formato.

Otro punto clave es el River Market, uno de los distritos más antiguos de la ciudad y todavía uno de los más vivos. Su mercado histórico, activo desde hace más de un siglo, reúne puestos de productos frescos, comida callejera y restaurantes de distintas culturas. Es un buen lugar para almorzar de manera informal, moverse a pie y entender el pulso cotidiano de Kansas City. Además, conecta directamente con el tranvía gratuito que recorre el centro, una ventaja práctica para el visitante.

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Union Station, inaugurada en 1914, es uno de los grandes íconos arquitectónicos de Kansas City y punto neurálgico de la ciudad.

Union Station, inaugurada en 1914, es uno de los grandes íconos arquitectónicos de Kansas City y punto neurálgico de la ciudad.

Caminar Kansas City: barrios, música y ritmo propio

Más allá de los museos y las mesas, Kansas City se entiende mejor caminándola. Es una ciudad de barrios marcados, distancias humanas y ritmos distintos según la zona. Uno de los puntos más auténticos es 18th & Vine, no solo por su peso histórico, sino por su vida actual. De noche, los clubes de jazz siguen siendo protagonistas: locales como el Blue Room o la Mutual Musicians Foundation mantienen viva una tradición que no funciona como atracción turística, sino como parte del pulso cotidiano. Aquí el jazz no se visita, se escucha.

Otro eje clave es el Crossroads Arts District, donde el arte sale de las galerías y ocupa la calle. Murales, estudios abiertos, ferias y bares conviven en un barrio que se activa especialmente durante los First Fridays, cuando los locales extienden horarios y la ciudad se mezcla entre música, cerveza artesanal y arte contemporáneo. Es una zona ideal para recorrer sin mapa, entrar y salir de espacios y entender por qué Kansas City construyó una identidad creativa lejos de los grandes centros costeros de Estados Unidos.

El centro se conecta con facilidad gracias al KC Streetcar, un tranvía moderno y gratuito que recorre los puntos clave del downtown, desde Union Station hasta el River Market. Más que un medio de transporte, funciona como una forma práctica de moverse sin auto y de observar la ciudad en transición. A lo largo del recorrido aparecen bares históricos, edificios restaurados y zonas que mezclan oficinas, ocio y espacios públicos.

Para completar el paseo urbano, Kansas City ofrece una particularidad poco común en Estados Unidos: es conocida como la City of Fountains. Más de 200 fuentes ornamentales salpican plazas, avenidas y parques, sumando identidad visual y una escala amable al paisaje urbano. No son monumentos aislados, sino parte del tejido diario de la ciudad, visibles mientras se camina, se come o se espera el tranvía.

Entre música en vivo, barrios creativos y recorridos a pie, Kansas City se presenta como una sede mundialista que no necesita grandes gestos para hacerse notar. Su atractivo está en el detalle, en el ritmo y en esa sensación de ciudad vivida que aparece cuando el fútbol todavía no empezó.

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