ROSARIO. La Pastoral Social de la ciudad se metió en el debate por la reforma laboral que impulsa el gobierno de Javier Milei. Desde una perspectiva religiosa, política y social, el sector tomó posición por medio de un documento. La institución llamó a la participación ciudadana y remarcó que serán los representantes electos quienes deberán definir los cambios legislativos.
"EL TRABAJO NO ES UNA MERCANCÍA"
Reforma laboral: La iglesia no se queda atrás y presiona a Javier Milei
En medio de la discusión sobre la reforma laboral de Javier Milei, la Pastoral Social de Rosario difundió un documento con los derechos que no deben negociarse.
Frente a la reforma laboral
En primer lugar, el escrito sostiene que "legislar es tarea política". Sobre esa línea, agrega: "Recordamos con el Papa Francisco que la sana política que necesitamos es la que es capaz de transformar las instituciones, coordinarlas y dotarlas de mejores prácticas que permitan superar presiones e inercias viciosas".
Continuando con el pensamiento de Francisco, la Pastoral afirma que "lo verdaderamente popular, porque promueve el bien del pueblo, es asegurar a todos el trabajo, que es la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, iniciativas, sus fuerzas".
"Es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino a una existencia digna porque es fuente de riqueza o al menos de condiciones para una vida decorosa", suma.
Derechos laborales
En tanto, para la Pastoral Social "la desocupación es una verdadera calamidad social frente a la cual compete al Estado promover políticas que activen el empleo, incentivando para ello el mundo productivo. Este deber del Estado no consiste tanto en asegurar directamente el puesto laboral a todos los ciudadanos, constriñendo la vida económica y sofocando la libre iniciativa privada, cuanto en secundar la actividad de la empresa creando condiciones apropiadas".
A raíz de ello, destacan que los derechos laborales que deben ser reconocidos son los siguientes: el derecho a la justa remuneración; al descanso; a ambientes de trabajo y procesos productivos no perjudiciales a la salud e integridad moral; a la salvaguarda de la propia personalidad sin que sea conculcada la conciencia o dignidad; a los subsidios necesarios para la subsistencia del trabajador desocupado y familia; a la pensión; a la seguridad social para la vejez, enfermedad y en caso de accidentes; a las prestaciones relacionadas con la maternidad; y a reunirse y asociarse a través de la sindicalización.
En ese sentido advierten que cualquier legislación laboral debe partir del principio de que el trabajador no es un recurso descartable, sino una persona con derechos.
"El trabajo no es una mercancía"
Por otra parte, el texto indica que "El trabajo no es una mercancía ni salario un pecio: El trabajo es una actividad humana; por lo cual su valor es superior a cualquier bien material. La remuneración es el elemento más importante para practicar la justicia en las relaciones laborales y para la distribución de la renta. Es el instrumento que permite al trabajador acceder a los bienes de la tierra y debe asegurarle junto a su familia una vida digna".
Asimismo, subraya que los ciudadanos no deben ser privados por motivos de productividad económica de un tiempo destinado al descanso, al ocio y al culto divino.
La Pastoral también hace foco en los sindicatos, a quienes corresponde "la función de defensa y reivindicación de derechos, la representación de los trabajadores y la educación de su conciencia social de manera que se sientan parte activa en la construcción del desarrollo económico y social".
En base a la huelga, la define como un recurso inevitable, si no necesario, para obtener un beneficio proporcionado después de haber constatado la ineficacia de las demás modalidades para superar los conflictos, pero debe ser siempre un método pacífico y proporcionado.
Heridas sociales
Uno de los pasajes más sensibles del documento señala que la informalidad laboral y el trabajo no registrado privan al trabajador de la seguridad social y constituyen una práctica injusta que debe erradicarse.
En ese marco, centraliza "cuatro heridas sociales profundas": la informalidad laboral, el desempleo juvenil, la feminización de la pobreza y la situación de muchos migrantes.
Como cierre, La Doctrina Social de la Iglesia insiste en que los grandes acuerdos nacionales y las reformas que se propongan; deben nacen del diálogo sincero entre el Estado, los trabajadores y los empresarios. La negociación colectiva, cuando es auténtica, fortalece la justicia y la paz social.
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