El veranito del dólar bajo comienza a transitar su tramo final. Sin sobresaltos abruptos ni corridas en puerta, pero con señales cada vez más claras de que el escenario de calma cambiaria que dominó diciembre empieza a perder fuerza. La dinámica estacional se reactiva, la demanda de pesos se diluye y el mercado vuelve a poner la lupa sobre el comportamiento del tipo de cambio en los próximos meses.
El impacto de salarios y medio aguinaldo, que funcionaron como ancla temporal para la demanda de pesos, se disipó. A eso se suma que los consumos vinculados a las fiestas ya están mayormente resueltos. El flujo natural del verano empieza a inclinarse nuevamente hacia la búsqueda de dólares.
Turismo y demanda de divisas en ascenso
El cambio de estación trae consigo un fenómeno que se repite año tras año, pero que esta vez se presenta con mayor intensidad. La salida de argentinos al exterior promete ser una de las más elevadas de los últimos tiempos, impulsada por la recuperación de los salarios medidos en dólares y un tipo de cambio que, en términos reales, sigue luciendo contenido.
Ese mayor flujo turístico empieza a reflejarse en la demanda de divisas para pasajes, alojamiento y consumos en moneda extranjera. Si bien parte de esas compras se canaliza con dólares previamente atesorados, el mercado comienza a registrar un goteo constante que marca el fin de la quietud absoluta.
En ese marco, Juan Truffa, director de Outlier, no descarta que el mercado cambiario empiece a mostrar cierto recalentamiento a medida que se diluye la demanda estacional de pesos, aunque aclara que el movimiento esperado sería acotado y lejos de cualquier escenario disruptivo. De hecho, tal como destacó para iProfesional, interpreta que esta presión cambiaria leve habría sido uno de los factores que llevó al equipo económico a recalibrar el esquema de bandas de flotación, una señal de que el Gobierno busca anticiparse al cambio de dinámica propio del verano.
La oferta sigue firme
Del lado de la oferta, el mercado todavía cuenta con amortiguadores relevantes. Las emisiones de deuda corporativa, provincial y soberana en dólares continúan aportando liquidez, al igual que la liquidación de la cosecha fina, que refuerza el ingreso de divisas durante diciembre y parte de enero.
Sin embargo, en la City advierten que estos flujos, si bien relevantes, ya no alcanzan para anular por completo la lógica estacional.
El mercado comienza a exigir precios algo más altos para convalidar el nuevo balance entre oferta y demanda.
En la misma línea, Camilo Tiscornia, director de C&T, señala que la mayor demanda de dólares vinculada a los viajes al exterior se cruzará con una oferta adicional proveniente de la cosecha de trigo y con el efecto de la fuerte dolarización previa a las elecciones, un combo que este año podría evitar el repunte típico de la demanda estacional de divisas.
La dolarización previa pierde efecto
Otro factor que había contenido la presión cambiaria empieza a agotarse. La fuerte dolarización previa a las elecciones legislativas, que dejó a muchos individuos con abundante liquidez en moneda extranjera, fue clave para financiar viajes y consumos sin pasar por el mercado. Ese colchón todavía existe, pero ya no opera con la misma intensidad.
Con el correr de las semanas, parte de esos dólares atesorados se van utilizando y el margen para seguir absorbiendo demanda sin impacto cambiario se reduce. El resultado es un mercado más sensible a cualquier cambio en los flujos.
La expectativa apunta a un reacomodamiento gradual, con movimientos acotados pero persistentes, a medida que la estacionalidad retoma protagonismo y se diluyen los factores excepcionales que sostuvieron la calma.
El reciente ajuste en el esquema de bandas cambiarias va en esa dirección. El Gobierno busca evitar atrasos evidentes y permitir que el tipo de cambio acompañe, aunque de manera ordenada, los cambios en la oferta y demanda de divisas.
Un mercado que empieza a mirar más allá de diciembre
Con diciembre quedando atrás, el foco del mercado se desplaza hacia enero y febrero, meses históricamente más desafiantes para el dólar. La pregunta ya no es si habrá movimientos, sino cuán rápidos y de qué magnitud.
La abundancia relativa de divisas, el control monetario y la ausencia de shocks externos juegan a favor de la estabilidad. Pero el mensaje que empieza a instalarse es claro: el período de dólar excepcionalmente calmo y barato empieza a cerrarse, y el mercado comienza a ajustar expectativas.
El verano del dólar bajo no se termina de un día para el otro. Se diluye, de a poco, mientras el tipo de cambio vuelve a ocupar un lugar central en la agenda financiera.
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