Mientras el Gobierno nacional intenta ordenar su agenda legislativa y avanzar en negociaciones clave por el Presupuesto y la reforma laboral, puertas adentro del Senado se multiplican los conflictos internos. Esta vez, el foco no está puesto en una votación ni en un debate parlamentario, sino en una disputa que expone tensiones políticas y personales: la asignación de despachos.
VILLARRUEL MANDA
Caos en el Senado: Carteles truchos, cerrajeros, peleas y una guerra desatada por los despachos
El Senado atraviesa una insólita guerra por los despachos. Los más enojados son los libertarios, porque el poder, mal que les pese, lo tiene Villarruel.
Desde el recambio legislativo, la vicepresidenta y titular de la Cámara alta, Victoria Villarruel, decidió intervenir directamente en el reparto de oficinas. A través de una resolución administrativa, dispuso que los senadores salientes devolvieran los bienes y despachos antes de concluir formalmente sus mandatos, con el objetivo de ordenar la transición y evitar ocupaciones anticipadas. Una medida similar fue adoptada en Diputados por Martín Menem.
La decisión, sin embargo, no logró calmar los ánimos. Si bien hubo acuerdos informales entre algunos legisladores —como el caso del correntino Carlos “Camau” Espínola, que ocupó el despacho que había dejado Juan Carlos Romero, o el de Flavia Royón, que recibió una oficina en el mismo edificio— otros movimientos desataron escenas de fuerte tensión.
Insólita guerra por los despachos
Uno de los episodios más comentados involucró a la senadora fueguina Cándida López, quien intentó instalarse en la oficina que todavía ocupaba el salteño Sergio “Oso” Leavy. Según trascendió en los pasillos del Senado, la mudanza se habría producido antes de que finalizara el mandato del legislador peronista y sin cumplir los acuerdos informales vinculados a la continuidad de parte del personal. La situación derivó en una intervención directa de Villarruel, que ordenó cambiar la cerradura del despacho.
La respuesta no tardó en llegar: López recurrió a un cerrajero para forzar el ingreso, lo que terminó en empujones, denuncias internas y un escándalo administrativo. Finalmente, la senadora obtuvo un despacho, aunque de menores dimensiones y lejos del que había intentado ocupar inicialmente.
Un nuevo conflicto en el Senado
Pero el conflicto no terminó allí. En las últimas horas se conoció otro episodio que volvió a agitar las aguas dentro del oficialismo. Una senadora libertaria sorprendió a las autoridades de la Cámara al adjudicarse una oficina sin autorización formal, utilizando un cartel con su nombre que no había sido emitido por el Senado.
La maniobra fue detectada por el área administrativa y generó un fuerte malestar. Se trataba de Emilia Orozco, dirigente cercana a sectores duros de La Libertad Avanza y con vínculos políticos con Karina Milei. Orozco había colocado su identificación en un despacho que pertenecía a la exsenadora salteña Nora del Valle Giménez, en el edificio conocido como ex Caja de Ahorro.
Tras ser notificada, se le informó que la asignación de oficinas dependía exclusivamente de la vicepresidencia. Días más tarde, un decreto oficial confirmó su destino final: dos despachos en el tercer piso del Anexo, numerados como 311 y 312.
Victoria Villarruel es la que tiene el control
El episodio dejó al descubierto el descontento de varios legisladores libertarios con el criterio de reparto definido por Villarruel. Parte del malestar se explica por la decisión de reservar oficinas dentro del Palacio Legislativo para figuras cercanas a Patricia Bullrich, como el neuquino Pablo Cervi y el economista Agustín Monteverde, lo que generó ruido en el ala más cercana al núcleo duro del oficialismo.
Otra de las voces que hizo oír su reclamo fue la senadora neuquina Nadia Márquez, alineada con Karina Milei y Martín Menem, quien aspiraba a tener un despacho en el edificio principal del Congreso. Sin embargo, esa posibilidad fue descartada y deberá instalarse en el quinto piso del edificio anexo, en la oficina 509.
Por ahora, la disputa por los despachos sigue siendo un síntoma más de una interna libertaria que se expresa tanto en la arena política como en los pasillos del Congreso, donde el reparto del espacio físico se convirtió en una nueva caja de resonancia del poder.
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