Lo que no imaginaba era que el hospedaje que eligió al azar sería el mismo lugar donde había crecido su padre más de ocho décadas atrás, antes de que la familia emigrara a la Argentina en 1955.
En el corazón del Parque Nacional del Cilento, Flor fue recibida por Margherita y Enza, anfitrionas de una casa en el casco histórico. Apenas vio la fachada, algo le resultó familiar. Una foto antigua le confirmó la sospecha: se trataba de la vivienda donde había nacido su papá.
“Cuando la anfitriona me dijo que su familia había comprado la casa a mis abuelos, me invadió una mezcla de emoción y asombro. Era como cerrar un círculo”, contó Flor, aún conmovida.
Más que un Airbnb
La experiencia fue mucho más que hospedaje. Margherita y Enza acompañaron a su huésped en un recorrido personal, ayudándola a revisar documentos y registros para reconstruir la historia de su familia.
“Sentimos que formábamos parte de su búsqueda”, expresó Margherita. “Eso también es hospitalidad: abrir las puertas, generar conexiones auténticas y darle valor a las historias de quienes nos visitan”.
Castel San Lorenzo, con su aire medieval y sus tradiciones intactas, fue el escenario perfecto para esta experiencia única. “Nuestro pueblo es pequeño, pero está lleno de historia y humanidad. Airbnb nos permitió mostrarlo al mundo y compartirlo con personas como Flor”, agregó la anfitriona.
La historia refleja cómo, incluso en los lugares más recónditos, una simple reserva puede transformarse en un viaje emocional, donde la hospitalidad se convierte en puente entre pasado y presente.
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