La pelea entre Netflix y los cines IMAX por cómo estrenar Las Crónicas de Narnia dejó expuesto un conflicto que venía creciendo, pero que nadie quería admitir del todo. Lo que empezó como un acuerdo raro terminó abriendo preguntas más pesadas sobre quién decide las reglas, cuánto poder tienen las plataformas y qué futuro les queda realmente a las salas.
SE HABLA DE "OPCIÓN NUCLEAR"
El conflicto Netflix–IMAX que anticipa un terremoto para los cines argentinos
La pelea entre Netflix e IMAX por la nueva "Narnia" muestra algo que podría trasladarse a los cines argentinos: exclusividades, ventanas rotas y salas repletas.
La carta que destapó la interna y desnudó el juego real de IMAX y Netflix
Tim Richards, CEO de Vue Entertainment (la cadena privada de cines más grande de Europa), le hizo llegar una carta a Variety que sirvió como tiro directo a IMAX, quienes venían celebrando su acuerdo con Netflix para darle a la remake de Las Crónicas de Narnia de Greta Gerwig dos semanas de exclusividad absoluta en salas Imax.
La jugada es un modelo "2+2" bastante atípico: 2 semanas en pantalla gigante, 2 semanas de silencio, y enseguida estreno en la plataforma. Ahí, en la carta, Richards cuestionó por un lado el acuerdo en sí, pero también la manera: según él, IMAX usó lo que llama la "opción nuclear", una vía legal para obligar a los cines a pasar la película si quieren seguir operando con la marca en sus salas.
Tim Richards criticó el acuerdo de Netflix e IMAX que limita la remake de Las Crónicas de Narnia a pocas salas y usa la "opción nuclear". Advierte que la industria y el público pierden oportunidades.
"La industria y el público perderán", escribió el CEO, y agregó que el trato deja afuera al 99% de las pantallas del mundo, incluidas miles de salas que, en mercados más chicos como los latinoamericanos, dependen de esos estrenos para sobrevivir. Richards apunta a algo básico: si Narnia se vuelve un contenido premium para pocos complejos (y encima al servicio de una plataforma que no depende del cine para vivir), se rompe la ecuación y los exhibidores terminan financiando la campaña de marketing de Netflix sin cobrar nada.
Además, Richards le pegó a la idea de que IMAX sea "insustituible", recordando que Barbie rompió la taquilla sin ellos y citando a Gerwig diciendo: "En mi corazón de corazones, quiero que el público vea mi película en Dolby Vision con un mix de [Dolby] Atmos…" para remarcar que la tecnología de punta ya no es patrimonio de una sola empresa. Y acá aparece un dato que en los cines argentinos se comenta hace rato: Dolby, Barco y Christie avanzaron muchísimo en proyección y sonido, y muchas salas locales de formato premium ya trabajan con ese estándar mientras pelean por no quedarse afuera.
La postal completa muestra otra cosa: IMAX y Netflix hicieron un pacto que beneficia a los dos en el corto plazo, pero que deja afuera a miles de salas independientes, multicines regionales y operadores medianos que no pueden negociar de igual a igual. Y, en paralelo, expone que la pelea ya no es por espectadores, sino por el control del negocio.
Por qué esta pelea anticipa un problema interno para Argentina
Aunque el conflicto parece lejano, pega directo en la discusión argentina sobre ventanas de exhibición, concentración de pantallas, relación entre distribuidoras y plataformas, y hasta en el viejo debate por el rol del Estado en regular un mercado donde todos pelean pero uno solo (el que tiene datos, usuarios y plata fresca) suele ganar.
Porque si en Europa, donde la regulación es más estricta y las cadenas son gigantes multinacionales, Netflix logra instalar un modelo que desarma décadas de acuerdos, en Latinoamérica la resistencia sería todavía más frágil.
Hoy las plataformas ya operan con enorme libertad en el país: fijan fechas, manejan sus ventanas, compran contenido nacional y lo estrenan cuando quieren, sin obligación de pasarlo por salas. El riesgo es que el cine quede reducido a un accesorio, un espacio premium para unos pocos estrenos-evento mientras el resto viaja directo al streaming, con lo que eso supone para la producción local, la distribución independiente y los ingresos de exhibidores que están saliendo de años muy duros.
El conflicto europeo es un aviso para Argentina, donde las plataformas podrían imponer exclusividades similares. Los cines locales quedarían relegados y el control de la experiencia cinematográfica estaría en manos de pocos.
Y si encima IMAX empieza a negociar exclusividades regionales con Netflix, cadenas medianas como las argentinas se quedan mirando desde afuera, obligadas a aceptar condiciones que no siempre pueden cumplir.
Lo que muestra el caso Narnia es que la discusión ahora es de poder: ¿quién decide cómo se ve el cine? ¿Las salas, que sostuvieron la industria durante décadas? ¿Las plataformas, que manejan la estructura de datos del planeta? ¿O terceros como IMAX, que buscan reposicionarse como los porteros de la tecnología?
Si Europa se está sacudiendo por esta pregunta, Argentina, con su ecosistema más chico, más fragmentado y mucho más sensible a cualquier cambio brusco, debería prestarle atención.
Porque cuando una plataforma mundial mueve la mesa, los países periféricos no negocian: se adaptan o quedan afuera. Y la pelea por Narnia, que parece un capítulo más de la guerra del streaming, en realidad es el aperitivo de un debate que tarde o temprano vamos a tener acá, y que convendría darlo antes de que también nos llegue nuestra propia "opción nuclear".
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