El próximo 15 de agosto, Vladimir Putin y Donald Trump mantendrán una reunión que podría marcar un punto de inflexión en la guerra de Ucrania. Según el periodista Maxim Trudolyubov, el Kremlin ya se está preparando para “la vida después de la guerra”, no solo acercándose a EE.UU. y Europa, sino ajustando su aparato represivo, según Meduza.
ALASKA AL FRÍO DEL PODER
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Diplomacia acelerada y señales de tregua en la guerra
En los últimos meses, Moscú ha incrementado sus gestiones internacionales. En julio, la presidenta del Consejo de la Federación, Valentina Matviyenko, participó en la Conferencia Mundial de Presidentes de Parlamentos en Suiza. A inicios de agosto, el enviado especial de Trump, Steve Witkoff, llegó a Moscú para discutir un posible acuerdo que evitaría sanciones a compradores de petróleo ruso, como India y China.
Entre febrero y julio de 2025, Putin y Trump conversaron por teléfono en seis ocasiones. Paralelamente, se registraron encuentros bilaterales de alto nivel: en febrero, ministros de Exteriores se reunieron en Riad para restaurar relaciones diplomáticas y abrir cooperación en el Ártico y energía; en abril, el director del Fondo Ruso de Inversión Directa, Kirill Dmitriev, viajó a Washington para explorar vías de cese de hostilidades.
Según Meduza, tras seis meses de negociaciones, Rusia ha logrado mantener su ofensiva en Ucrania sin realizar concesiones sustanciales, mientras exhibe disposición al diálogo.
Alto el fuego aéreo beneficia a Vladimir Putin
Entre las opciones en discusión figura un “alto el fuego aéreo”, que implicaría suspender ataques rusos con misiles y drones sobre ciudades ucranianas, y frenar las ofensivas ucranianas contra refinerías y bases aéreas rusas. Para Kiev, esto reduciría víctimas civiles, pero también eliminaría una herramienta de presión estratégica que ha dañado infraestructura clave en Rusia. Trudolyubov advierte que este escenario beneficia principalmente a Moscú: le permitiría proyectar una imagen de apertura a la paz mientras mantiene su ofensiva terrestre y reduce la visibilidad mediática del conflicto.
Reacciones desde Kiev y Europa
El presidente ucraniano Volodimir Zelensky rechazó de plano cualquier concesión territorial: “Los ucranianos no entregarán sus tierras al ocupante” y “no le daremos a Rusia ningún premio por lo que ha hecho”. También advirtió que “cualquier decisión que no incluya a Ucrania es… una decisión contra la paz. Son decisiones muertas. Nunca funcionarán”.
Por su parte, AP reportó que Kiev estaría dispuesta a reconocer de facto la imposibilidad de recuperar militarmente algunos territorios, pero exige participar en cualquier negociación. Funcionarios europeos y ucranianos se reunieron en Inglaterra con el vicepresidente estadounidense J. D. Vance para discutir salidas al conflicto.
La elección de Alaska y su simbolismo
Según The Washington Post, Alaska fue elegida porque EE. UU. no reconoce la jurisdicción de la Corte Penal Internacional, que emitió una orden de arresto contra Putin en 2023. El asesor del Kremlin, Yuri Ushakov, consideró “completamente lógico” celebrar la cumbre allí, a escasos kilómetros de Rusia, cruzando el estrecho de Bering.
Expertos rusos y estadounidenses subrayan el simbolismo histórico: Alaska perteneció al Imperio ruso hasta su venta a Estados Unidos en 1867, y ha sido “puente” geopolítico en diferentes épocas.
Riesgos y cálculos estratégicos
Analistas advierten que la ubicación y la dinámica favorecen a Moscú. CNN la describe como “una lenta derrota para Ucrania”, mientras que Bloomberg señala que Rusia podría obtener reconocimiento de sus avances en el Donbás sin comprometer su ofensiva en otras zonas.
Para Putin, el objetivo es ganar tiempo, afianzar posiciones y negociar desde una ventaja militar. Trump, por su parte, podría presentar la reunión como una victoria diplomática que le evita imponer sanciones a India y China.
Vientos de posguerra
Trudolyubov sostiene que el Kremlin está “trasladando la retórica militar a un estado de sitio permanente” para mantener el control sin depender de la guerra como factor de cohesión. Desde 2022, Rusia ha endurecido sus leyes y prácticas represivas, pasando de una represión masiva a un control “selectivo y estable”, enfocado en casos de extremismo, terrorismo y traición.
En paralelo, avanza un programa para reforzar el control digital y reescribir la narrativa histórica, cancelando rehabilitaciones de víctimas del estalinismo y moldeando la memoria colectiva. El objetivo: una sociedad “políticamente instruida” y acostumbrada a una agenda dictada desde arriba.
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