Las mujeres vikingas eran de armas tomar, lideraban su comunidad, podían divorciarse, estaban legitimadas para asesinar a quien quisiera violarlas y a confiscarle sus bienes, así como también eran grandes escuderas que combatían en la guerra, codo a codo con sus hombres.
IMPLACABLES
Mujeres vikingas: Guerreras, astutas, con derecho al divorcio y a matar a su abusador
La cultura occidental retrata a las mujeres vikingas como salvajes y promiscuas, pero nada más alejado de la realidad. Tenían derecho al divorcio, olían bien, e incluso, besarlas sin su consetimiento era motivo de destierro.
Las compañeras de vida de los vikingos tenían una buena higiene personal, comparado con su homólogas de Europa en la Edad Media, a las que su sociedad dejaban relegadas para las tareas del hogar y podían perseguirlas por "brujas" si acaso se rebelaban.
Trenzaban sus cabellos y los adornaban con flores aromáticas, como milenrama, el tanaceto y el tomillo, así como se bañaban al menos dos veces por semana, a diferencia de las damas europeas que, con suerte se bañaban cada 3 meses, con el cambio de estación.
Es sabido que los vikingos solían bañarse en ríos, arroyos o fuentes, en verano, mientras, en invierno o en áreas sin acceso a agua corriente, usaban baños de casa o termas naturales, lo que demostraba que daban importancia a la higiene personal.
“Los daneses, gracias a su hábito de peinarse todos los días, bañarse todos los sábados y cambiarse de ropa regularmente, lograron socavar la virtud de las mujeres casadas (de Europa) e incluso seducir a las hijas de los nobles para que fueran sus amantes”, revela el historiador Juan de Wallingford.
De igual forma, tal como los hombres, cuidaban de su piel y cabello con aceites vegetales y grasas animales, con las que hacían jabones, muchos de los cuales contenían jojoba y argán, conocidos por sus propiedades hidratantes y nutritivas.
Todo ello quedó documentado por varios historiadores de la época, como uno árabe llamado Ibn Fadlan, quien convivió con los vikingos y escribió sobre sus experiencias. En el siglo X, fue enviado en una misión diplomática al califato abasí y viajó a tierras donde habitaban los rus, un pueblo escandinavo asociado con los vikingos.
Las mujeres vikingas heredaban el patrimonio de sus padres y ajusticiaban a quien la tocaran sin consentimiento
La mujer nórdica de la cultura vikinga poseía los mismos derechos que los hombres, a los que acompañaba en sus conquistas en tierras desconocidas de lo que hoy es Gran Bretaña y Francia y en sus colonizaciones en las inhóspitas de Islandia y Canadá, territorios descubiertos por las flotas vikingas.
Por ejemplo, en la Gesta Danorum del historiador danés Saxo Grammaticus, escrita a finales del siglo XII, se relata que las mujeres vikingas “se vestían como hombres y pasaban cada minuto entrenándose para el combate […] endureciendo el cuerpo y el espíritu con ejercicios y pruebas, rehusando la flexibilidad propia de las jóvenes y actuando con una implacabilidad más propia de los hombres”.
También, el historiador habla de las escuderas vikingas en la batalla de Brávellir del siglo VIII, y cuenta de la presencia en combate de “las escuderas Visna y Heidr, las cuales habían venido cada una con un gran ejército para ayudar al rey Harald”.
El historiador danés relata una popular crónica irlandesa, conocida como Rusla Inghen Ruaid (Doncella Roja), que narra la historia de la hija de un rey noruego que se escapa de casa para hacerse pirata con su amiga o hermana Stikla, huyendo de un matrimonio concertado con un hombre al que no quiere. La dúpla de vikingas realizan incursiones en Irlanda, Gran Bretaña y Dinamarca al mando de una flota de drakkars, pero terminan siendo asesinadas por el hermano de una de ellas, tras una vida de saqueo.
Ahora bien, claro que las vikingas podían cuidar la granja familiar mientras su esposo o hermano emprendía los viajes piratas, pero, si acaso quería acompañarlo, podía hacerlo, quedando el hogar al mando del hijo (o hija) primogénito.
Además, en la sociedad nórdica precristiana, la mujer vikinga, nacida libre, disfrutaba de una posición legal que le permitía heredar propiedades de su familia, sin compartir sus bienes con el esposo (mantenía los derechos de propiedad tras casarse) y podía divorciarse si el matrimonio fracasaba o su esposo era agresivo o por el motivo que fuese.
Las leyes vikingas amparaban a la mujer en caso de violación, lo que se consideraba un crimen, y le permitían asesinarlo, así como confiscarle los bienes. Incluso, el sólo hecho de besar a una mujer sin su consentimiento era motivo de proscripción y destierro.
Al respecto de ello, unas miniaturas de la crónica bizantina Skylitzes Matritensis, exhibe la pena de muerte para los violadores o los que intentaran abusar, claro que a manos de la mujer ultrajada o agredida. En una ilustración, una mujer mata a un vikingo que ha intentado violarla, clavándole una lanza. Y en la siguiente, los compañeros del hombre le hacen entrega de los bienes del muerto como compensación.
“Puede parecer simplemente un acto curioso y quizá inesperado de un grupo de guerreros profesionales con una reputación tan brutal entonces como la tienen ahora, pero no se ha de olvidar que, si algo caracteriza la cultura vikinga, es el seguimiento de sus leyes y la participación general del sistema de compensaciones”, explica la especialista en estudios escandinavos Irene García Losquiño en el libro Eso no estaba en mi libro de Historia de los vikingos.
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