Con los resultados de las elecciones legislativas todavía frescos, el Gobierno ya definió su próximo objetivo político: convertir a Patricia Bullrich en presidenta provisional del Senado, un movimiento que busca reordenar el mapa interno de poder y limitar la influencia de Victoria Villarruel, hoy enfrentada a la Casa Rosada.
CONGRESO
El Gobierno ya tiene la primera misión para Patricia Bullrich en el Senado: De qué se trata
Patricia Bullrich ya tiene una misión cuando aterrice en el Senado Nacional. El Gobierno ya le comunicó la estrategia y el oficialismo ya trabaja en el tema.
El nombre de Bullrich empezó a circular con fuerza apenas confirmada su banca en la Cámara Alta. “La intención es que sea ella”, admiten en su entorno, aunque la decisión final dependerá de la votación de los senadores y del aval directo de Javier Milei. Desde el oficialismo aseguran que “las conversaciones están avanzadas” y que la ministra de Seguridad “cuenta con el respaldo político del Presidente”.
Un Senado que cambia de color
La nueva composición legislativa, tras el 40% obtenido por La Libertad Avanza, le permite al Gobierno imaginar una geometría parlamentaria más favorable. El bloque oficialista pasó de tener seis a veinte senadores propios y podría alcanzar el control del recinto si logra sellar acuerdos con los seis legisladores del PRO, algunos radicales aliados y los representantes de provincias que integran el espacio Provincias Unidas.
“Es un escenario completamente distinto. Ahora el oficialismo no solo tendrá más peso numérico, sino también una figura fuerte al frente del Senado, alineada con el rumbo de Milei”, explican en Casa Rosada.
La pulseada con Villarruel que encarará Patricia Bullrich
El eventual desembarco de Bullrich en la presidencia provisional abriría un nuevo capítulo en la tensa convivencia con Victoria Villarruel, quien, como vicepresidenta, preside el Senado de forma institucional. La relación entre ambas está marcada por frialdad política y choques públicos, incluso antes de que Bullrich confirmara su candidatura.
El cortocircuito más recordado fue a mediados de año, cuando Villarruel encabezó una sesión que el Ejecutivo consideró “funcional al kirchnerismo”. Bullrich la cruzó en redes sociales y le pidió “no ser cómplice del sabotaje parlamentario”. La vicepresidenta le respondió con dureza: “Cumplo mi rol institucional, me gusten o no las leyes”.
Desde entonces, la comunicación entre ambas quedó prácticamente cortada. De hecho, Villarruel no felicitó públicamente al Presidente tras el triunfo electoral, un gesto que en el Gobierno se leyó como una señal de distanciamiento.
Un nuevo equilibrio de poder
Si Bullrich logra quedarse con la presidencia provisional —el segundo puesto en la línea de sucesión presidencial—, el Ejecutivo recuperaría influencia directa sobre el funcionamiento del Senado, un terreno hasta ahora incómodo para el oficialismo.
“La ministra tiene disciplina política, ascendencia y lealtad al proyecto de Milei. Eso la vuelve clave para los próximos dos años”, sintetizó un funcionario libertario.
Por ahora, el futuro inmediato de Bullrich en el Senado depende de una negociación política milimétrica. Pero dentro del Gobierno nadie duda de que su primera misión ya está en marcha: reordenar la Cámara Alta y correr del eje a una vicepresidenta cada vez más aislada.
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