Rachele Mussolini, es concejala de Roma y nieta del dictador italiano Benito Mussolini. Este jueves (12/09) anunció que abandonará el partido de la premier Giorgia Meloni, Fratelli d'Italia para unirse a Forza Italia (FI), más “moderado y centrista”.
FASCISMO
La nieta de Mussolini abandona a Giorgia Meloni por el partido de Berlusconi
La nieta del dictador italiano, Rachele Mussolini, dejó Fratelli d'Italia de Giorgia Meloni para unirse a Forza Italia (FI), más “moderado y centrista”.
“Doy las gracias a FdI por haber creído en mí y haberme apoyado durante dos candidaturas, el afecto y la estima permanecen, pero para mí ha llegado el momento de pasar página y unirme a un partido que siento más cercano a mi sensibilidad moderada y centrista”.
Cabe aclarar que la nieta del ‘Duce’, dos veces elegida concejala en las elecciones municipales en Roma, en la última como la más votada, no dio un giro radical en su vida ni se unió al partido opositor socialista Elly Schlein.
Por el contrario, se unió al conservador Forza Italia, fundado por Silvio Berlusconi y liderado por Antonio Tajani, el actual vicepresidente del Consejo de Ministros de la República Italiana. FI se unió a la mayoría gubernamental del Gobierno Meloni con cinco ministros en 2022. La otra opción de Rachele era la Liga Italiana de Matteo Salvini populista y euroescéptico.
Salida anunciada
Según Il Messaggero, Rachele Mussolini entró en política como consejera municipal en Roma, elegida con una lista cívica que apoyaba a Giorgia Meloni en 2016 durante la era de Virginia Raggi. Pasando a Fratelli d'Italia fue reconfirmada con un fuerte consenso en las elecciones de 2021, donde obtuvo el mayor número de preferencias entre los candidatos al Consejo Municipal de la capital.
Desde el último tiempo (y acaso desde siempre), ha intentado que la persona trascendiera el apellido. Construyó su carrera sobre temas relacionados con las periferias y las necesidades sociales, apoyando a los derechos LGBTQ+ y tratando de distanciarse del peso histórico de apellido. Durante toda su vida, como su padre, abominó del infame saludo romano.
“Tengo 50 años y nunca se me ha ocurrido hacerlo. Ese gesto tampoco le gustaba a mi padre. Alguien cuando lo encontraba en la calle, notando también el parecido físico con el Duce, lo saludaba de esa manera. Él se avergonzaba, casi se irritaba. Estaba tan lejos de su forma de ser”, contó una vez.
También se había mostrado en el pasado contraria a mantener la llama tricolor, uno de los emblemas del Movimiento Social italiano, heredero del partido fascista de su abuelo, como símbolo de FdI.
Tiempo atrás, cuando estalló el escándalo por los videos de algunos imberbes fascistas en la juventud meloniana con los brazos extendidos acompañado del desgraciadamente famoso cántico “Sieg Heil” e himnos a Mussolini, ella se indignó.
A raíz de ello, Meloni desplegó en julio una purga en su partido dejando en claro en una misiva que “no hay espacio para posiciones racistas o antisemitas como no hay espacio para los nostálgicos de los totalitarismos del 900 o para cualquier manifestación de estúpido folklore”.
Sin embargo, los roces con Meloni continuaron. Ella en varios oportunidades manifestó que algunos miembros y simpatizantes del ahora antiguo partido todavía realizaban el saludo fascista durante actos conmemorativos.
Entonces, comprendió que su distanciamiento verbal no era suficiente. Su última crítica al partido apuntó contra la postura de Hermanos de Italia sobre los derechos de las minorías.
El mes pasado enfrentó a Meloni por la polémica consagración de Imane Khelif, una boxeadora argelina que peleó contra la italiana Angela Carini en los Juegos Olímpicos en los cuartos de final. Meloni dijo que no había sido un combate entre iguales porque la argelina no había superado una prueba de elegibilidad de género en el Campeonato Mundial del año pasado pero Mussolini la consideró una mujer y lamentó una “cacería de brujas”.
Su salida del partido estaba anunciada. Ahora Meloni, ante la partida de la familiar del Duce, deberá aclarar otra vez que Fratelli de Italia “es incompatible con cualquier nostalgia del fascismo”
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