Los cuatro jinetes, las trompetas y la recompensación de los justos en el Día del Juicio Final aparecen narrados en el libro del Apocalipsis de Juan de Patmos, quien se presume que podría haber sido el apóstol Juan, probablemente exiliado a la isla de Patmos durante el reinado del emperador Domiciano, aunque otras interpretaciones sostienen que se trató de otra persona.
JUICIO FINAL
Apocalipsis de Juan de Patmos: La bestia, los 4 jinetes y la ascención de los justos
El Apocalipsis, el libro de la Biblia con más interpretaciones: el número de la bestia, los cuatros jinetes y la Nueva Jerusalén. ¿Qué quiso decir Juan de Patmos?
Pero lo cierto es que el Apocalipsis es uno de los pocos libros de la Biblia que está firmado por su autor, un tal Juan, que empieza su texto diciendo su nombre y que cuenta que se encuentra en exilio en la isla de Patmos por ser cristiano:
"Juan a las siete iglesias que están en Asia” (Ap. 1, 4). Y de nuevo, “yo, Juan, vuestro hermano y compañero de la tribulación. . . me encontraba en la isla llamada Patmos, por causa de la Palabra de Dios” (1, 9).
Ya sea Juan el apóstol u otro Juan, lo cierto es que su exilio en la isla de Patmos revela que debía ser de clase alta o como mínimo un ciudadano romano, ya que el Imperio Romano solía reservar la crucifixión para los criminales de clase baja o los cristianos. Por tanto, los ciudadanos romanos solían recibir un castigo más piadoso: el exilio forzoso.
De cualquier manera, los fieles cristianos realizan peregrinaciones a un lugar de una iglesia construida en la supuesta cueva donde Juan tuvo sus visiones y consideran que se trataba del apóstol. Se trata del Monasterio de San Juan Teólogo (o Monasterio de Patmos), que fue fundado en el 1088 por el monje Cristóbal bajo el auspicio del emperador bizantino Alexios I Comneno.
Incluido en el canon del Nuevo Testamento, el libro del Apocalipsis retrata las visiones apocalípticas que tuvo Juan, quien recibió una revelación de Dios de cómo sería la guerra final contra el mal y la ascensión de los justos al reino de los cielos durante el día del final de todos los tiempos.
Apocalipsis según Juan: Los justos sobrevivirán y los otros arderán en llamas
En el Apocalipsis de Juan de Patmos, Jesucristo, Dios hecho carne, es el Mesías prometido del linaje de David y se lo representa como un héroe guerrero que lucha contra el mal, el diablo y contra los enemigos de la Iglesia.
En ese sentido, se habla de “tribulaciones” que consisten en desastres naturales (terremotos, sequía, hambrunas, plagas) que coinciden con las diez plagas de Egipto en el Éxodo, como una manifestación divina de la ira de Dios ante los pecados humanos.
Luego comenzarán a descender de los cielos varios jinetes, unos blancos y otros rojos, unos justos y otros vengativos. Según narra Juan, el sonido de las trompetas marcarán la apertura de los juicios finales, antes de la victoria definitiva de Dios contra el mal, cuando los justos ascenderán al reino de los cielos y los malos arderán en llamas.
Apocalipsis 8:7: "El primer ángel tocó la trompeta, y hubo granizo y fuego mezclados con sangre, los cuales fueron arrojados sobre la tierra; y fue quemado un tercio de la tierra, y fue quemado todo el árbol verde, y toda la hierba verde fue quemada."
Juan rememora la visión que tuvo en la que Dios le mostró la Tierra ardiendo el llamas y el mar convertido en sangre debido a las guerras, codicia, corrupción y comportamientos sexuales pervertidos.
"El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, el cual fue dado para que quemara a los hombres con fuego. Y los hombres se quemaron con un gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria", dice Juan en el Apocalipsis 16:8-9.
Durante los juicios de las copas de la ira de Dios, según Juan, el sol emite un calor tan intenso que quema a los seres humanos. De hecho, al final de la batalla apocalíptica, cuando Satanás y sus seguidores son derrotados, el fuego juega un papel crucial:
Por tanto, el fuego del cielo destruye las fuerzas del mal que se han rebelado contra Dios. Tras ello, luego del fin del mal, Dios crea una nueva Tierra llamada la Nueva Jerusalén.
Apocalipsis 21:1: "Y vi un nuevo cielo y una nueva tierra; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más."
La Nueva Jerusalén, una ciudad celestial descrita en el capítulo 21, se muestra como la morada de los justos tras la derrota del mal y el establecimiento del nuevo orden de Dios, donde los humanos de bien vivirán toda la eternidad sin dolor ni llanto.
"Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo, Juan, vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugando Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y no habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron", narra en el Apocalipsis 21:1-4 (RVR1960).
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