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UN HÉROE COMÚN ENTRE EL CAOS

"El Eternauta" llegó a Netflix: Ricardo Darín brilla en un apocalipsis bien criollo

Netflix tomó "El Eternauta" y la convirtió en una adaptación atrapante, con un Ricardo Darín brillante en un apocalipsis intimista, real y de impacto visual.

Netflix estrenó hoy El Eternauta, una adaptación de la icónica obra argentina de ciencia ficción. Con Ricardo Darín como protagonista y la dirección de Bruno Stagnaro, la miniserie se adentra en un apocalipsis intimista, visualmente cautivante y profundamente local, sin perder la esencia de su origen, mientras nos sumerge en la tensión de un Buenos Aires congelado y amenazante.

"El Eternauta" y un Buenos Aires postapocalíptico que no se parece a nada

La adaptación de Netflix acierta desde el vamos en no querer parecerse a Hollywood. En lugar de eso, toma lo mejor del cómic original y lo resignifica: transcurre en una Buenos Aires actual, con colectivos parados, avenidas vacías, veredas sucias y ese cielo plomizo que conocemos todos. Acá no hay CGI a lo Marvel ni explosiones gratuitas: lo que asusta es la quietud, el silencio que se adueña del ruido urbano.

Bruno Stagnaro, que viene del palo del realismo crudo (Okupas, Un gallo para Esculapio), maneja el suspenso con sutileza. En los primeros capítulos, El Eternauta se cocina a fuego lento: el corte de luz, la radio que deja de emitir, los celulares sin señal. Y entonces, la nieve. Blanca, pero letal. En segundos, lo cotidiano se convierte en pesadilla.

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"El Eternauta" de Netflix traslada un Buenos Aires contemporáneo al apocalipsis con una atmósfera tensa y visualmente impactante. La nieve letal y la ciudad desierta se sienten como una pesadilla palpable, sin exageraciones.

"El Eternauta" de Netflix traslada un Buenos Aires contemporáneo al apocalipsis con una atmósfera tensa y visualmente impactante. La nieve letal y la ciudad desierta se sienten como una pesadilla palpable, sin exageraciones.

Y el equipo de producción se la jugó: cinco tipos distintos de "nieve" fueron usados según la escena (ya sea sal gruesa o jabón espumoso). El diseño de sonido, por su parte, también juega un papel importante: cada respiración adentro de una máscara casera te mete adentro del traje. El frío se siente. La ciudad muerta (con autos abandonados, cuerpos tapados por el polvo blanco) no es exagerada: es verosímil.

Además, hay una decisión muy piola de no sobreexplicar nada. El espectador va entendiendo a medida que los personajes lo hacen. Es una apuesta narrativa valiente, que quizás no todos bancan, pero le suma autenticidad. Como en la historieta, lo peor no son los extraterrestres ni la nieve: es la traición humana, el miedo del otro, la soledad.

Ricardo Darín: el héroe que no quiere serlo, pero te lleva puesto

En medio de ese despelote helado aparece Juan Salvo, el protagonista, encarnado por Ricardo Darín, que está en modo camaleón emocional. Él no sobreactúa, no grita, no da discursos. Simplemente, vive la desesperación desde un lugar profundamente humano. Se le nota el dolor, el amor por su hija, la bronca contenida, el miedo que no puede permitirse mostrar.

La serie lo pone al frente de un grupo de sobrevivientes improvisado, donde no hay líderes naturales. Darín no lidera por mandato ni por carisma: lidera porque no le queda otra. Y eso lo hace más real. Lo vemos debatirse entre quedarse esperando o salir a buscar a Clara con un traje hecho de plásticos y cinta de embalar. Y nosotros, del otro lado, nos lo creemos.

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Ricardo Darín, en su rol de Juan Salvo, es el corazón de la serie. Su actuación es sutil, humana, llena de vulnerabilidad. Un líder forzado por las circunstancias, no por carisma. No hay grandes discursos, pero su deseo de encontrar a su hija atraviesa la pantalla.

Ricardo Darín, en su rol de Juan Salvo, es el corazón de la serie. Su actuación es sutil, humana, llena de vulnerabilidad. Un líder forzado por las circunstancias, no por carisma. No hay grandes discursos, pero su deseo de encontrar a su hija atraviesa la pantalla.

Lo acompañan actores de nombres sólidos como Carla Quevedo, Andrea Frigerio y César Troncoso, pero todo gira en torno a él. Hay escenas que parecen casi teatrales, donde un silencio de Darín pesa mucho más que cualquier otra cosa. La cámara lo sigue de cerca y él responde con una actuación contenida, física, agotadora. Y eso sin mencionar que Darín no es ningún primerizo: filmar en medio del frío, con máscara y guantes, es de titanes.

Incluso cuando el guion se pone más críptico (sobre todo en los episodios tres y cuatro), Darín sostiene el relato con el cuerpo. Su Juan Salvo es el tipo común enfrentando lo inentendible, y esa cercanía es lo que lo convierte en un héroe. No tiene superpoderes, no dispara armas futuristas, no se enamora en medio del apocalipsis. Solo quiere reencontrarse con su hija. Y en el fondo, ese deseo es el que nos conecta a todos.

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La miniserie crea una Buenos Aires postapocalíptica realista y aterradora, usando detalles visuales y sonoros para sumergirnos en el caos de la nieve mortal. La calma previa al desastre es su mayor fuerza.

La miniserie crea una Buenos Aires postapocalíptica realista y aterradora, usando detalles visuales y sonoros para sumergirnos en el caos de la nieve mortal. La calma previa al desastre es su mayor fuerza.

En conclusión, El Eternauta es una serie que se toma su tiempo, que no busca conformar con el clásico ritmo del género apocalíptico. No hay sobrecarga de acción, ni héroes perfectos: lo que encontramos es una historia de resistencia, humanidad y el miedo a lo desconocido, todo contado con un estilo que mezcla lo cotidiano con lo surreal. Y lo más importante, El Eternauta no sólo se disfruta por su trama, sino por su atmósfera. La Buenos Aires congelada, los personajes atrapados en una guerra que no entienden del todo, los detalles visuales que sumergen al espectador en esa pesadilla de nieve mortal… todo eso te atrapa en un abrazo que no te suelta.

Así que, si lo que buscás es una serie que te haga pensar, que te emocione, y que, además, te recuerde lo importante que es valorar lo que tenemos antes de que se derrumbe todo, no dejes pasar El Eternauta. Con Darín como faro y una narrativa única, esta serie de Netflix no sólo merece tu tiempo, sino que te va a dejar queriendo más. Sumate a esta distopía bien argentina y preparate para una montaña rusa de emociones que te va a enganchar.

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