Miguel Uribe Turbay murió este lunes 11/08 después de pasar 2 meses peleando por su vida. En Colombia, su nombre ya no es solo el de un senador o un candidato con futuro: queda marcado por un atentado brutal que lo sacó de la carrera presidencial y volvió a poner a todo el país frente a un espejo incómodo.
TENÍA 39 AÑOS
Murió Miguel Uribe Turbay: Vuelve el fantasma de la violencia electoral a Colombia
Miguel Uribe Turbay murió tras dos meses en terapia intensiva luego de un atentado en Bogotá. Colombia revive viejas heridas de su historia política.
El regreso de una violencia que nunca se fue de Colombia
Este lunes 11/08, Colombia amaneció con una noticia que se repite demasiado en su historia: un dirigente político de alto perfil, con proyección presidencial, asesinado en plena campaña. Uribe Turbay, de 39 años, había sobrevivido dos meses en cuidados intensivos después de recibir dos disparos en la cabeza y uno en la pierna el 7 de junio en Bogotá, mientras encabezaba un acto en el barrio Modelia.
El atacante, un chico de 15 años, fue detenido minutos después. En videos que circularon en redes, reconoció que lo hizo "por plata" y "por su familia". Según la Policía, detrás del atentado estaría la Segunda Marquetalia, una disidencia de las FARC. La Fiscalía ya detuvo a otras 5 personas, incluido Elder José Arteaga Hernández, alias "El Costeño", señalado como coordinador logístico del crimen.
No es casual que este hecho recuerde a los asesinatos de Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo o Carlos Pizarro. La diferencia es que ahora pasa en la era de las redes sociales, con todo registrado y viralizado en segundos, y con un autor material que es menor de edad. El dato habla de un sistema que, en vez de contener, expulsa y termina alimentando redes criminales que se reciclan.
La política pierde un referente, una familia pierde todo
Nieto de un expresidente, hijo de una periodista asesinada por el Cartel de Medellín, abogado, exconcejal y exsecretario de Gobierno, en 2022 Uribe Turbay fue el senador más votado por el Centro Democrático. Era la carta fuerte de la derecha para 2026, y su muerte reconfigura el tablero político: la oposición pierde un referente y se abre un vacío que otros van a intentar ocupar rápido.
La noticia sacudió a todo el espectro político. La vicepresidenta Francia Márquez dijo en X: "La violencia no puede seguir marcando nuestro destino. La democracia no se construye con balas ni con sangre". Por su lado, el expresidente Álvaro Uribe Vélez, sostuvo: "El mal todo lo destruye, mataron la esperanza".
En lo personal, el golpe fue devastador. Su esposa, María Claudia Tarazona, escribió: "Nuestro amor trasciende este plano físico. Espérame, que cuando cumpla mi promesa con nuestros hijos, iré a buscarte". Palabras que desnudan el costado humano de una tragedia que, para muchos colombianos, corre el riesgo de convertirse en una estadística más.
El caso deja una pregunta incómoda: ¿cuántos líderes más deben morir para que Colombia garantice que la política se defina en las urnas y no en la mira de un arma? Porque si algo demuestra este crimen, es que la democracia colombiana todavía se juega a todo o nada, y muchas veces, a punta de pistola.
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