La muerte de un joven soldado en Mendoza volvió a encender todas las alertas dentro de las Fuerzas Armadas y profundizó una preocupación que ya no puede disimularse: en menos de una semana, tres integrantes del Ejército argentino murieron en circunstancias que apuntan a suicidios.
TERCER CASO
Alarma roja en el Ejército: Otro soldado se quitó la vida y el Estado no logra contener la ola de suicidios
Tres suicidios en menos de una semana tiene conmocionada a todo el Ejército Argentino y muy preocupado al Gobierno nacional. La crisis es profunda.
El patrón se repite, las causas se acumulan y la respuesta del Estado aparece, para muchos dentro de la fuerza, como tardía e insuficiente.
El último episodio se conoció en las últimas horas en la localidad mendocina de Las Heras. Facundo Gabriel Lima, soldado voluntario del Ejército, fue hallado sin vida dentro de su departamento por familiares. Junto al cuerpo se encontró un arma de fuego perteneciente a su padre y, según las primeras pericias, no habría indicios de la participación de terceros. Aunque la investigación judicial sigue en curso, la principal hipótesis es que se trató de un suicidio.
Alarma en el Ejército y las Fuerzas Armadas
El caso conmocionó no solo a su entorno cercano, sino también al ámbito militar, donde el impacto es cada vez más profundo. Fuentes cercanas a la investigación señalaron que el joven atravesaba un cuadro depresivo vinculado a una separación reciente.
La escena se suma a una cadena de muertes que, por su cercanía temporal y sus características, ya es leída internamente como algo más que hechos aislados.
Apenas dos días antes, un soldado de 21 años que cumplía funciones de custodia en la Quinta Presidencial de Olivos fue encontrado muerto en uno de los puestos internos del predio. Integrante del Regimiento de Granaderos a Caballo, el joven había llegado desde el interior del país con la expectativa de consolidar una carrera dentro del Ejército. Junto a su cuerpo se halló una carta de despedida que, según trascendió, hacía referencia directa a deudas económicas y dificultades personales.
Tres suicidios en una semana
El tercer caso ocurrió en Corrientes. En el predio del Centro de Educación Operacional de Monte Caseros, un suboficial principal con casi tres décadas de servicio fue encontrado muerto tras varias horas de búsqueda. Las primeras hipótesis apuntaron a un suicidio por ahorcamiento. Tenía 48 años y una extensa trayectoria dentro de la fuerza.
Tres muertes, tres destinos distintos, una misma semana. Y un denominador común que empieza a repetirse en los testimonios y en los expedientes: desgaste psicológico, presión constante y una situación económica que asfixia a buena parte del personal militar.
Puertas adentro, el diagnóstico es crudo. Uniformados consultados describen una combinación peligrosa de estrés operativo, salarios deteriorados y escasa contención emocional. En las jerarquías más bajas, los sueldos no alcanzan para cubrir gastos básicos, lo que empuja a muchos efectivos a endeudarse o a buscar trabajos paralelos. En algunos casos, esas deudas se convierten en una carga imposible de sostener.
La decisión del Gobierno
La sucesión de muertes obligó al Gobierno a mover fichas. En el Ministerio de Defensa admiten preocupación y aseguran que se trabaja en una revisión de los protocolos de seguimiento psicológico, especialmente en destinos sensibles como la custodia presidencial. También se analiza reforzar los controles psicofísicos y mejorar la detección temprana de cuadros depresivos.
Sin embargo, hasta ahora no hubo anuncios concretos. La recomposición salarial sigue supeditada a las metas fiscales y no tiene fechas definidas. La situación de la obra social de las Fuerzas Armadas, otro foco de malestar, continúa en revisión. Mientras tanto, dentro de los cuarteles, el clima es de inquietud y silencio.
Las investigaciones judiciales avanzan en paralelo, pero el impacto ya está instalado. Para muchos dentro del Ejército, la pregunta ya no es qué pasó en cada caso, sino cuánto más puede sostenerse un sistema que exige disciplina, vocación y riesgo permanente, pero ofrece sueldos bajos, desgaste emocional y una contención que llega tarde.
La seguidilla de muertes dejó de ser una anomalía para transformarse en una señal de alarma. Y esa alarma, advierten, todavía no encontró una respuesta de fondo.
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