La historia no se repite pero rima. Lo que alguna vez se presentó como un plan de transición ordenada terminó convertido en un esquema de emergencia que el mercado ya tiene bautizado como el Plan Aguantar. El Gobierno se refugia en parches de corto plazo, convalidando tasas cada vez más altas y generando un costo fiscal explosivo.
El resultado es un frente cambiario relegado y una dinámica de deuda que no encuentra anclas.
Una improvisación
La cadena de medidas arrancó con la eliminación abrupta de las LEFIs. Ese paso dejó expuesto al BCRA y al Tesoro, que días después lanzó una licitación fuera de cronograma donde convalidó tasas mucho más elevadas de lo esperado.
El Banco Central aportó su parte. Habilitó a los bancos a computar pases y cauciones como encajes, algo que hasta hacía pocas semanas era impensado. Luego subió en diez puntos porcentuales las tasas adicionales de encaje sin aviso previo y frenó el rolleo de contratos de futuros, lo que encendió expectativas sobre el dólar implícito. Todo ocurrió en simultáneo con un encarecimiento del crédito en pesos.
En menos de un mes la política económica dio un giro de 180 grados. Lo que antes se promocionaba como un camino gradual de estabilización pasó a ser un catálogo de decisiones defensivas que dejaron en estado de shock a la City.
El costo fiscal del actual esquema
El principal impacto está en las cuentas públicas. Entre enero y julio de 2025 la capitalización de intereses de Lecap, Boncap y LEFI alcanzó 15,8 billones de pesos, un monto equivalente al 2% del PBI.
Solo en julio se capitalizaron 2,7 billones de pesos en intereses. De ese total, 0,6 billones provienen de la tasa real. En otras palabras, la deuda en pesos dejó de ser un simple pasivo que se licúa con inflación para transformarse en un peso fiscal cada vez más pesado.
Si se observa el resultado financiero genuino de la Nación, es decir, el que descuenta la capitalización de intereses netos de inflación, el rojo acumulado en los primeros siete meses del año llega a 0,6 billones de pesos.
El mensaje es claro. Cada punto de tasa convalidada hoy se convierte en déficit mañana y la bola de nieve fiscal crece a un ritmo insostenible.
¿Un déjà vu de los planes kirchneristas?
La dinámica recuerda a viejos esquemas de los años kirchneristas. Inflación sostenida con tasas altas, controles sobre el dólar y un mercado de deuda que se encarece en cada licitación.
En la práctica, el Tesoro emite instrumentos que se licúan parcialmente con inflación, pero la porción explicada por la tasa real queda como una mochila cada vez más pesada. El gráfico que circula en la City sobre la curva CER lo refleja con crudeza. El 10 de julio, luego de aprobarse leyes clave, los bonos indexados rendían alrededor del 10% y las Lecap se ubicaban en el 33%.
Sin ancla política ni económica
El oficialismo buscó responsabilizar a la oposición por la inestabilidad, pero los números muestran otra cosa. El kirchnerismo tiene un 35% de la Cámara, muy lejos del umbral de dos tercios necesario para bloquear todas las leyes.
La discusión pública se desplazó hacia temas secundarios. Los audios de Karina Milei dominaron la agenda política, mientras que el dólar dejó de ser un eje de conversación central.
Algunos analistas apuntaron que los únicos conformes con ese corrimiento de eje es Caputo y su equipo, que así logran escapar de la discusión sobre el costo real de sostener tasas descomunales.
La trampa de las tasas y lo que viene
Los vencimientos de deuda en pesos entre agosto y diciembre de 2025 obligarán al Tesoro a renovar a tasas muy por encima de la inflación. Según cálculos de 1816, esos rollovers se pactarán al 3% o 4% mensual, mientras la inflación esperada ronda el 2%.
La consecuencia es obvia. Cada refinanciación multiplica el peso de los intereses y agiganta el déficit cuasi fiscal. La foto hacia adelante es cada vez más pesada, con vencimientos concentrados y un mercado que exige más tasa en cada licitación.
Dependiendo de cómo se renueven esos compromisos, el peso de los intereses sobre el PBI puede dispararse hasta comprometer las metas fiscales del Gobierno.
Resurge el Plan Aguantar
Ya no existe un plan económico integral, solo un esquema de contención para ganar tiempo. Cada decisión busca apagar un incendio inmediato y estirar la mecha unos meses más.
El problema es que cada parche que se agrega hoy equivale a un ajuste más duro mañana. La política económica se convirtió en una pulseada diaria para evitar que la brecha cambiaria se dispare. En ese contexto, la única certeza es que el costo fiscal será cada vez mayor y que el margen de maniobra se achica.
El Plan Aguantar puede postergar la crisis, pero no resuelve el problema de fondo. La deuda en pesos se encarece, el déficit se amplía y las cuentas públicas quedan atrapadas en un círculo de tasas cada vez más insostenibles.
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