La expansión del menú de inversión para menores —que ahora pueden operar fondos de renta variable, instrumentos ligados a bonos y vehículos que siguen índices— llega con el objetivo explícito de promover la educación financiera, pero también trae aparejada una discusión profunda sobre riesgo, control y responsabilidad patrimonial.
El regulador insiste en que la iniciativa avanza hacia un mercado más inclusivo y moderno.
Sin embargo, dentro del sistema financiero surgieron voces que advierten que un adolescente que recién empieza la escuela secundaria no tiene solvencia propia, no tiene ingresos estables y depende por completo del tutor. Ese punto, para varios analistas, es clave para dimensionar los riesgos.
¿Hasta dónde puede operar un menor?
La normativa mantiene ciertas restricciones: quedan prohibidos los fondos cerrados y los destinados a inversores calificados. El acceso se limita exclusivamente a fondos abiertos regulados, considerados más simples y transparentes.
Aun así, el problema no pasa solo por el tipo de instrumento. Quienes trabajan en entidades financieras explican que, si no existe un sistema de validaciones estrictas, la operatoria podría apoyarse en los medios de pago del adulto responsable, generando movimientos no deseados y hasta consumos excesivos vinculados a depósitos o transferencias automáticas.
“Si no hay filtros adecuados, muchos padres podrían encontrarse con compras o suscripciones realizadas sin supervisión”, alertan en la City.
El temor no es menor, la digitalización permite operar desde un celular en segundos, y los jóvenes tienen un manejo intuitivo de estas plataformas que muchas veces supera al de los adultos.
El punto más sensible
La discusión subyacente es estructural: para ingresar al mercado de capitales se exige solvencia, capacidad económica y responsabilidad patrimonial. Ningún adolescente posee esos elementos por sí mismo.
Por eso, el verdadero sujeto expuesto al riesgo es el tutor, ya que cualquier instrucción que habilite operaciones, depósitos o movimientos quedará asociada a sus cuentas bancarias.
¿Educación financiera? Sí
El espíritu de la norma apunta a mejorar la alfabetización financiera y generar hábitos de planificación desde temprano. Esto es valorado positivamente en todo el sistema. Sin embargo, la industria coincide en que se necesitan advertencias más visibles y protocolos más estrictos, especialmente porque:
- Los menores carecen de solvencia propia, por lo que toda exposición financiera recae sobre el adulto.
- Las billeteras y plataformas permiten operar sin fricción y sin el nivel de supervisión presencial que existía hace una década.
- El riesgo de desbordes por desconocimiento, impulsividad o falta de comprensión es real y puede derivar en consumos que afecten directamente las cuentas familiares.
En la City plantean un punto adicional: la masificación del mercado de capitales no se logra habilitando operaciones sin límites, sino asegurando que los nuevos participantes entiendan riesgo, horizonte, liquidez y volatilidad antes de invertir.
Advertencias que el mercado espera ver
Los agentes piden que las plataformas incorporen:
- Capas de autorización explícita por parte del tutor antes de cada inversión.
- Límites de monto, frecuencia y exposición para minimizar daños financieros.
- Un sistema robusto de alertas que identifique movimientos inusuales y requiera confirmación del adulto.
- Material educativo obligatorio antes de habilitar cualquier operación más allá del Money Market.
La preocupación central radica en la velocidad con la que los jóvenes adoptan herramientas digitales.
Las entidades deberán reforzar controles
Con la RG 1091 en vigencia, las sociedades gerentes y depositarias deberán ajustar sus procesos. Entre otros puntos:
- Verificación de identidad y parentesco.
- Trazabilidad de órdenes.
- Registro de autorizaciones del tutor.
- Parámetros de rechazo automático ante operaciones que excedan lo permitido.
Si bien el regulador ya exige supervisión adulta, en la práctica las entidades advierten que deberán invertir en tecnología para garantizar que esa supervisión sea real y no meramente declarativa.
Un avance con potencial (pero con riesgos)
La apertura del mercado para adolescentes puede impulsar la educación financiera y generar hábitos de ahorro desde temprano. Pero también expone un flanco delicado como lo es la distancia entre la intención pedagógica de la norma y la dinámica real de las plataformas digitales, donde un clic puede activar una suscripción, un rescate o una transferencia.
En un contexto donde muchos jóvenes tienen conocimientos digitales avanzados, pero un entendimiento financiero limitado, el riesgo de que surjan conflictos patrimoniales dentro de las familias es significativo.
El mercado, mientras tanto, pide una advertencia clara y visible, en donde, el acceso temprano al mercado es valioso, siempre que exista control efectivo, límites razonables y adultos atentos, porque cualquier exceso recaerá sobre ellos.
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