En la recta final del año, en la Casa Rosada comenzó a tomar forma una discusión que hasta hace poco era impronunciable: la posibilidad de otorgar un aumento salarial a los ministros y altos funcionarios del Ejecutivo a partir de enero. La idea, que gana volumen en el núcleo del poder libertario, surge tras más de dos años de congelamiento y frente a un malestar creciente dentro de las distintas carteras.
EN ENERO
Fin del ajuste salarial en la Casa Rosada: Milei analiza un aumento para sus ministros
El malestar en Casa Rosada es total debido a los bajos sueldos del equipo de ministros, que hace dos años no perciben aumento. Milei se los dará.
Fuentes de primera línea del Gobierno admiten que la medida está en evaluación y que podría implementarse desde el inicio de 2026. La definición, sin embargo, permanece en manos de un reducido triángulo: el presidente Javier Milei, la secretaria general Karina Milei y el jefe de Gabinete, Manuel Adorni.
El cambio de clima interno es significativo. Durante gran parte de la gestión, cualquier mención a una recomposición salarial era descartada de plano. Hoy, en cambio, dentro del oficialismo reconocen que el esquema vigente se volvió difícil de sostener.
Casa Rosada al límite: Reclamos silenciosos y fugas al sector privado
En los ministerios aseguran que el atraso salarial comenzó a generar problemas concretos. La dificultad para retener cuadros técnicos, la fuga hacia el sector privado y las distorsiones internas —con funcionarios de menor rango cobrando más que sus superiores— se volvieron moneda corriente.
“El ajuste lo pagamos desde el primer día y seguimos con los sueldos de 2023”, resumen en un despacho oficial. En otro, lo dicen sin eufemismos: “Si esto no se corrige, se van todos. Quedan solo los que pueden aguantar por convicción o por espalda económica”.
Uno de los primeros en poner el tema sobre la mesa fue el ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, quien ya había advertido al Presidente sobre las dificultades para armar equipos competitivos con salarios muy por debajo del mercado. En aquel momento, la respuesta fue negativa. Hoy, su planteo vuelve a circular con mayor eco.
También hubo cuestionamientos desde áreas sensibles del Gobierno, donde el nivel de responsabilidad contrasta con escalas salariales que quedaron desfasadas frente a otros poderes del Estado.
Milei y una decisión políticamente incómoda
El eventual aumento no es una decisión sencilla de comunicar. Milei construyó buena parte de su capital simbólico sobre la idea del ajuste ejemplar y la crítica a los privilegios de la política. Como diputado, convirtió en un gesto identitario el sorteo de su dieta, y ya como Presidente cuestionó duramente las subas salariales del Congreso.
De hecho, en marzo de 2024 debió dar marcha atrás con un incremento automático que había alcanzado al Ejecutivo, tras una fuerte reacción política y social. En aquel momento, el Gobierno explicó que se trató de la aplicación de un decreto heredado y desligó al Presidente de la decisión.
Ese antecedente explica la cautela actual. Incluso dentro del Gabinete evitan dar por hecho el anuncio y aguardan una señal clara desde la cúspide del poder.
Números que alimentan la tensión
Los salarios de los principales funcionarios permanecen congelados desde el inicio de la gestión. Hoy, el Presidente percibe poco más de cuatro millones de pesos brutos; un ministro, alrededor de 3,5 millones; y un subsecretario, menos de tres millones.
La comparación con otros poderes del Estado profundiza el malestar. Un diputado nacional cobra cerca de siete millones de pesos y un senador supera los nueve millones. En el Poder Judicial, un juez de la Corte Suprema percibe un básico que ronda cifras similares.
Si bien los sueldos del Ejecutivo superan el salario promedio del país, dentro del Gobierno subrayan que el contraste con la jerarquía de los cargos y las responsabilidades asumidas genera una tensión difícil de disimular.
¿Incluye al Presidente?
Uno de los interrogantes abiertos es si la eventual actualización alcanzará también al salario presidencial. El tema genera especial sensibilidad política y aún no hay definiciones al respecto.
Por ahora, el debate sigue puertas adentro. Pero lo que hasta hace meses era un tema vedado, hoy se discute sin rodeos en los pasillos del poder. El Gobierno enfrenta así un dilema incómodo: sostener el relato del ajuste permanente o admitir que, incluso en la lógica libertaria, hay límites que empiezan a crujir.
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