Cada año, la contaminación del aire causa siete millones de muertes prematuras y provoca la pérdida de otros millones de años de vida saludable, calcula la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los aparatos domésticos de combustión, los vehículos de motor, las instalaciones industriales y los incendios forestales son fuentes más habituales.
MATERIA BLANCA
Así afecta al cerebro la contaminación del aire, incluidos incendios
La exposición a contaminantes del aire en el útero y durante los primeros años de vida está asociado a alteraciones en la conectividad cerebral.
La carga de morbilidad atribuible a la contaminación del aire está al mismo nivel que otros importantes riesgos, como la dieta de mala calidad y el tabaquismo.
En adultos, esta polución causa cardiopatía isquémica, ACV y también están apareciendo pruebas de otros efectos sobre la diabetes y las enfermedades neurodegenerativas.
En los niños, puede suponer una reducción del crecimiento, de la función pulmonar, mayor riesgo de infecciones respiratorias y agravamiento del asma.
Ahora, una nueva investigación encontró que la exposición a contaminantes del aire en el útero y durante los primeros 8,5 años de vida está asociado a alteraciones en la conectividad estructural de la materia blanca.
Los tractos de sustancia blanca interconectan las diferentes áreas del cerebro. Sus alteraciones se han asociado a trastornos psiquiátricos, como síntomas depresivos, ansiedad y trastornos del espectro autista.
Cuanto mayor es la exposición del niño antes de los 5 años, mayor es la alteración de la estructura cerebral que se observa en la preadolescencia.
“Lo novedoso del presente estudio es que identificó períodos de susceptibilidad a la contaminación del aire”, dijo la primera autora, Anne-Claire Binter, investigadora de ISGlobal, España.
Asimismo, la investigación también encontró un vínculo entre la exposición específica a partículas finas y el volumen del putamen, que es una estructura cerebral implicada en la función motora, el aprendizaje y muchas otras.
“Un putamen más grande se ha asociado con ciertos trastornos psiquiátricos (esquizofrenia, trastornos del espectro autista y trastornos del espectro obsesivo-compulsivo)”, señaló Binter.
Los resultados se obtuvieron de un análisis de datos de una cohorte de 3515 niños inscritos en el Estudio de la Generación R en Rotterdam, Países Bajos.
“Una de las conclusiones importantes de este estudio es que el cerebro del bebé es particularmente susceptible a los efectos de la contaminación del aire no solo durante el embarazo, como se ha demostrado en estudios anteriores, sino también durante la infancia”, enfatizó Binter.
El trabajo dirigido por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) fue publicado en la revista Environmental Pollution.
“Deberíamos hacer un seguimiento y seguir midiendo los mismos parámetros en esta cohorte para investigar los posibles efectos a largo plazo en el cerebro”, concluyó Mònica Guxens, investigadora de la misma institución y parte del equipo de autores.
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