Sostengo, con la mas íntima convicción, que Cristina Elizabet Fernández de Kirchner (CFK) no es honesta. Que hizo su dinero de un modo ilegal. Esa íntima convicción está en peligro. Dudo. Puedo o no puedo decirlo. Mas aún, puedo o no lo puedo pensar. Debería borrar el pensamiento, poner “delete” a la imaginación mas profunda. En serio… a tal sitio he llegado… parecería que sí.
La duda sube su precio. Se convierte en pregunta vital. ¿ Me acusarán de odiarla por mi personalísima convicción que insiste en el planteo, íntimo y persistente?: su fortuna no la obtuvo trabajando de sol a sol en el surco ni con transacciones exitosas, mucho menos con juicios como exitosa profesional del Derecho. Sí. No.
Según interpretan sus pasionales seguidores lo mío es odio. Esa acusación de odio: ¿tiene cárcel y condena? La exigirán… Me condenarán o ya estoy condenado.
La múltiple Wikipedia pone paredes. “Sentimiento profundo e intenso de repulsa hacia alguien que provoca el deseo de producirle un daño o de que le ocurra alguna desgracia”. También es esto: “Aversión o repugnancia violenta hacia una cosa que provoca su rechazo”. Eso es el odio según internet. Eso poseo según sus muchachos.
El tema de pensar como pienso de Cristina Elizabet tuvo un vuelco visible, no solo para mi, cuando intentaron asesinarla.
Declaro, como si fuese un juramento confesional, que no quiero que se muera asesinada, que no le deseo ningún daño físico y que condeno con vehemencia a quien intente matarla y repito lo que ya escribí en otro texto. Agradezco al Cielo y a Dios que esté viva.
La duda se convierte en miedo a la libertad de expresión porque si sostengo, con mi mas íntimo convencimiento, que no es honesta y sus dineros no fueron ganados según las leyes argentinas, soy parte de un odio externo a mi y que denuncian como existente. Ellos. Innominados, múltiples. Iluminados. Justos. Casi visibles. Jueces de mis actitudes… hasta de mi mas íntimo pensamiento que repito: Creo que es corrupta.
Este es un conflicto en “cul de sac”; el punto de encerrona está aquí: después del intento de asesinato – que condeno y condeno otra vez y agradezco que fracasase – sus seguidores concluyen que no se la debe odiar y que, sostener que es – según mi íntimo convencimiento - una persona deshonesta para sumar dineros hasta lograr la fortuna que posee, me convierte en parte de un odio contra Cristina porque, se insiste, no creo en su honestidad.
Tengo columnas y columnas escritas desconfiando de sus actos, criticando sus acciones de gobierno, editoriales diarias en la radio sosteniendo que lo suyo no es bueno y no se corresponde con cuanto pienso sobre democracia y gestión de la cosa pública. Tengo un libro con algunas de esas columnas. Fueron escritas durante su segunda Presidencia.
En algún lugar la lógica, el pensamiento lineal se cruza con la pasión y se define: creer que no es honesta es parte de un odio que llevó, a quien o quienes intentaron matarla, a recibir un mandato equívoco, peligroso, condenable siempre, que ayudé a engendrar diciendo que puede ser una ladrona y una corrupta según lo que íntimamente pienso.
La cadena de ése pensamiento lleva al abismo: ayudé a definirse a quien o quienes intentaron matarla. Soy cómplice. No es fácil vivir con esa mochila. Es una condena sumarísima.
No es oscuro, aún para mi, advertir el aviso que recibo. Claramente condenan, a quien no la ama, a la criminalidad y es eso, es sencillo de entender: si pienso que es corrupta, así sea íntimamente, me sumo a un complot o una pulsión que lleva a alguien, o a muchos, a querer asesinarla. Si lo digo soy parte de quienes la odian y desean su muerte. Soy un criminal. Arrésteme sargento.
Ya está dicho en otro artículo. Ella es El Bien. Los Otros El Mal. No es una lucha nueva. Es una exacerbada división. No es muy oscuro advertir que se plantea el miedo a la libertad no ya de expresión, también de pensamiento. No creo en Cristina, pues bueno: yo soy El Mal.
'El miedo a la libertad' es un libro escrito por el psicoanalista y psicólogo social Erich Fromm, publicado originalmente en los Estados Unidos en 1941. Fromm sostiene que, de unas ataduras se pasa a otras. Años difíciles los de Erich. Un escéptico que, si me apuran, termina avisando que cambiamos de calidad de cordel, pero que la atadura sigue. Discurría sobre “el hombre masa”. Era el 1941. Ahora entiendo su cinismo.
La libertad se ejerce. El facto es el suceso. De hecho, en la práctica, es la realidad.
Las posiciones al respecto tienen implicaciones en la ética, ya que las posibilidades de la libertad son puestas en juego y son discutidas.
El contrafactismo es, en lo elemental, el no facto, lo no sucedido como hipótesis.
Como hipótesis puedo / debo suponer que mi abuela no se ha muerto. Mi abuela tenía 70 años mas que yo. Está viva, vamos por el contrafactismo. Es un buen ejercicio.
El atentado contra Cristina sucedió y la mataron. Un magnicidio. Fue un ejército de ocupación… fue la suma de los que no pensamos que ella es fuente de toda razón y justicia… denunciarla por deshonesta es traición a la patria, pecado mortal… ¿Hay respuesta?
Mi abuela está muerta. Cristina, gracias a Dios y la Virgen está viva. El, o los que intentaban asesinarla, están presos y pronto condenados.
Sigo pensando, con la mas íntima convicción: es corrupta y, si hay pruebas suficientes, la justicia argentina debe condenarla.
Hay un “pido gancho”. Nada me haría mas feliz que lo posible: que se presente a elecciones para el recambio según elecciones de octubre del 2023. Eso es posible. Ya saben mi voto. Acataré la voluntad de la mayoría. Con mi más íntima convicción intacta.