En los albores de 1816, era inaudito imaginar, según muchos, que en pocos meses se declararía la independencia en el Río de la Plata.
09/07, DÍA DE LA PATRIA
La Independencia, del corsario al conejillo de Indias
La Independencia tiene historias desconocidas. Por ejemplo, la blanquiceleste que flameó en California y el Conejillo de Indias de José San Martín.
A favor de los agnósticos y negacionistas, los antecedentes y la visión geopolítica: Napoleón Bonaparte había sido derrotado en Europa y Fernando VII había retornado a su trono en España. Así que los pro monárquicos que permanecían en América, más empoderados que nunca, derrotaron a los revolucionarios venezolanos.
Así fue como España recuperó Nueva Granada -Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela, norte del Perú y regiones de Brasil, y el oeste de Guyana- y avanzaba hacia el sur para batir al enemigo.
La independencia mar adentro: lo que no se ve, no existe
La Historia los menciona, pero la memoria los recuerda sin los laureles que supieron conseguir. ¿A quiénes? A los 5 corsarios extranjeros que colaboraron con la revolución en el Cono Sur:
- el irlandés William Brown,
- el maltés Juan Bautista Azopardo,
- el escocés Oliverio Russell, y
- los franceses Angel Hubac e Hipólito Bouchard.
En el caso de Hipólito Bouchard, él fue un corsario francés al servicio de las Provincias Unidas del Río de la Plata en la gesta independentista; un extranjero clave durante el proceso que fue desde la creación de la Primera Junta de Gobierno Patrio a la Declaración de la Independencia (25/05/1810 a 09/07/1816), en el que se decidió que el territorio que hoy se conoce como la República Argentina, fuese independiente de la corona española.
Después de recuperar Montevideo, la metrópolis y puerto clave de la Banda Oriental, los corsarios fueron autorizados por el gobierno de Buenos Aires a señorear los mares de la América del Sur con la bandera celeste y blanca de las Provincias Unidas enarbolada en sus naves.
A cambio, los señores del mar, amantes de la acción y las aventuras, harían tareas de inteligencia en pos de la causa revolucionaria. Y si capturaban algún buque extranjero, obtendrían el botín. La famosa 'patente de corso', actividad honorable en un mundo diferente, era un documento entregado por las autoridades de un territorio, por el cual el propietario de un navío tenía permiso de la autoridad para atacar barcos y poblaciones de naciones enemigas. Desde la Edad Media las patentes de corso fueron muy utilizadas cuando las naciones no podían costearse marinas propias o no lo suficientemente grandes.
La Constitución Nacional argentina mantuvo hasta 1994 una cláusula que atribuía al Congreso Nacional en su ítem 22: "Conceder patentes de corso y de represalias, y establecer reglamentos para las presas".
Es horrible una tendencia simplificadora a intentar interpretar el pasado con los códigos y enfoques del presente. Grave equivocación de quienes, o por su ignorancia o por su ego, creen que con ellos comenzó la historia.
Honor a Bouchard
De los 5 señores del mar, solamente, William Brown, el irlandés, goza de un mayor reconocimiento por estas latitudes; detenta una cierta popularidad en las aulas escolares, lo evocan avenidas y calles, así como pueblos y equipos de fútbol; fue apropiado por la argentinidad y rebautizado, Guillermo, aunque José Rondeau había decidido fusilarlo pero su consejero Juan José Paso le convenció que no lo hiciera.
De los otros 4 corsarios se sabe poco; acaso se dijo casi nada, quizás por alguna intención subterfugia, pero lo cierto es que quedó en el arcón del olvido la gesta de Bouchard, cuando capitaneó una fragata llamada “La Argentina” en la que navegó de 1817 a 1819 por los mares más violentos del mundo.
El francés pasó por Madagascar, Java, Filipinas, Hawái, California y El Salvador. Atacó y conquistó la ciudad californiana de Monterrey, por ese entonces presa de las tropas españolas, y lo hizo con apenas 200 hombres armados con fusiles y lanzas.
Así fue que la bandera argentina flameó durante 6 días en noviembre de 1818, en California, hoy territorio de los Estados Unidos de América.
Estas hazañas fueron cinceladas en el libro “1816, la Trama de la Independencia” (Editorial Planeta, 2016), del historiador Gabriel Di Meglio, quien relata al detalle, y mes a mes los avatares de una libertad más concertada que peleada. Él refiere:
El Conejillo de Indias de San Martín
Felipe Pigna lo cuenta con gran elocuencia:
San Martín entendió que habían fracasado todos los intentos de derrotar a los españoles por el camino del Alto Perú y, tomando muy en cuenta un plan elaborado en 1800 por el militar inglés Thomas Maitland, decidió que la estrategia más efectiva consistía en cruzar la cordillera, con la ayuda de los patriotas chilenos, liberar Chile y de allí marchar por mar hacia Lima y, en combinación con Simón Bolívar, terminar con la base del poder español en América.
San Martín utilizó durante sus campañas métodos de espionaje y engaño del enemigo -llamados “guerra de zapa”-.
El cruce de la Cordillera decidió hacerlo por los pasos de Los Patos y Uspallata pero para ello necesitaban los mapas…
José Antonio Álvarez Condarco fue a caballo al muere: otro olvidado de la gesta independentista.
San Martín decidió enviar a Chile al mayor Álvarez Condarco -quien dibujaba muy bien y tenía una memoria notable- por el Paso de los Patos, que se suponía, era el más largo.
La excusa fue que él llevaría una copia de la declaración de Independencia de las Provincias Unidas al gobernador español de Santiago, Francisco Casimiro Marcó del Pont Díaz Ángel y Méndez.
El jefe español, furioso, hizo quemar el acta y mandó a Condarco por el camino más corto posible, que resultó ser el Paso de Uspallata.
Así, el 'Conejillo de Indias' –espía- de San Martín, expuso su vida el todo por el todo, logró regresar sano y salvo y pudo diseñar los mapas para el ejército libertador en virtud de su memoria prodigiosa.
Lito Nebbia, el músico preferido del presidente Alberto Fernández, diría, aunque provocando polémica: "Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia; la verdadera historia; quien quiera oír, que oiga".