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¿IMPULSO O ESTANCAMIENTO?

Europa se juega el futuro: todos con la mirada en la deuda de Alemania

El plan fiscal alemán impulsa expectativas de crecimiento en Europa, pero economistas advierten riesgos estructurales, inflación y tensión geopolítica.

Europa encara 2026 con expectativas moderadas de recuperación económica, apoyadas en gran medida en un ambicioso plan de gasto público alemán financiado con deuda por cerca de un billón de euros en infraestructura y defensa. Sin embargo, entre los economistas persisten las dudas sobre si este impulso fiscal será suficiente para sacar al bloque de su prolongado ocaso.

Proyecciones para Europa

Según una encuesta reciente del Financial Times a 88 economistas, el crecimiento de la eurozona se desaceleraría levemente hasta el 1,2% en 2026, antes de repuntar al 1,4% en 2027. Estas proyecciones están en línea con las estimaciones del Banco Central Europeo (BCE) y reflejan un panorama de recuperación gradual, lejos aún de un despegue contundente.

El desempeño reciente fue mejor de lo previsto. En 2025, la economía del bloque creció un 1,4%, superando las expectativas más pesimistas que dominaban el año anterior. Este resultado sorprendió incluso a analistas que habían advertido que el BCE estaba reaccionando con demasiada lentitud al ciclo económico. Para algunos, la resiliencia mostrada este año abre la puerta a un escenario algo más constructivo.

No obstante, el debate central gira en torno a la eficacia del estímulo alemán. Mientras los optimistas consideran que el gasto público puede reactivar el consumo privado y devolver dinamismo a la demanda interna, los más escépticos alertan que una parte significativa de los nuevos recursos podría destinarse a gasto corriente o a defensa, con un impacto limitado sobre el crecimiento potencial.

Problemas de crecimiento en una Europa con contexto adverso

La industria europea enfrenta una creciente presión por la política arancelaria de Estados Unidos, con gravámenes del 15%, y por la intensificación de la competencia de China, especialmente en sectores industriales clave. Aunque hasta ahora el impacto sobre el crecimiento agregado ha sido acotado, varios economistas advierten que aún podría materializarse una porción relevante de los efectos negativos.

En el plano monetario, hay mayor consenso. La mayoría de los analistas considera que el BCE logró encauzar la inflación y que esta convergerá hacia su objetivo del 2% en el mediano plazo. Tres de cada cuatro economistas prevén que la tasa de depósito se mantenga en el 2% hasta fines de 2026, con un eventual ajuste al alza recién en 2027.

Mirando más adelante, el crecimiento europeo dependerá menos de la política monetaria y más de la ejecución fiscal, la confianza de hogares y empresas, y el avance de reformas estructurales largamente postergadas. A esto se suman riesgos financieros globales, como una posible corrección brusca en los mercados tecnológicos estadounidenses, que podría contagiar a Europa vía mayores costos de financiamiento, según publicó el mismo medio.

Europa y el peso de Ucrania

Aun así, algunos escenarios más favorables no están descartados. Un eventual alto el fuego duradero en Ucrania podría reducir la incertidumbre geopolítica, abaratar los precios de la energía y mejorar el clima de inversión. Combinado con estímulos fiscales y una caída del elevado ahorro de los hogares, este contexto podría sentar las bases de un “círculo virtuoso” y reavivar la narrativa de un renacimiento europeo.

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