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NECESIDAD DE UN SHOCK

Delirio inflacionario: El 234% de Alberto Fernández

Alberto Fernández ya acumuló una inflación del 234% en los 33 meses que lleva de mandato. En igual período, Mauricio Macri sumó 125%: Argentina horrible.

Continuamos en la fase de inconsistencias macroeconómicas en la que no sabemos muy bien cómo es que pretenden bajar la inflación nuestros políticos de turno. Alberto Fernández está por ingresar al último año de su mandato y los augurios son preocupantes.

El Presupuesto marca una inflación del 60% para el año 2023. Sin embargo, eso no se logra sin un plan de ajuste fiscal en forma de shock que revierta la caída de la demanda del peso.

Con el último dato de inflación de agosto, que marcó un lamentable 7%, el gobierno de Alberto Fernández ya lleva acumulada una inflación del 234% en los 33 meses que lleva de mandato.

Muy por arriba del 125% de inflación acumulada del mismo período de gestión de Mauricio Macri.

A simple vista uno puede darse cuenta de que lograr una desaceleración inflacionaria no es tarea sencilla. No obstante, tampoco hay 'recetas mágicas' sino 'sentido común'.

La inflación no se baja con políticas aplicadas ya hace más de 70 años atrás, y que no funcionaron en ese momento -y tampoco lo harán ahora-.

Para bajar la inflación es necesario

  • o un programa de estabilización, basado en un fuerte ajuste fiscal,
  • o cambiar las reglas de juego en materia monetaria para que permita revertir la crisis de confianza, que se ha agudizado en los últimos años.

Si hacemos un poco de memoria vemos que la inflación ha sido moneda corriente en la Argentina. Esto es porque se intentó de todo menos aplicar lo correcto.

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Impacta el gráfico que armó Naty Motyl.

Impacta el gráfico que armó Naty Motyl.

Un poco de historia: ¿cómo perdimos la guerra?

José Alfredo Martinez de Hoz, lejos de ser un liberal, prometió en su discurso que reduciría el déficit fiscal y privatizaría aquellas empresas estatales deficitarias pero ya en el Palacio de Hacienda decidió / aceptó (es lo mismo) absorber, inclusive, una enorme cantidad de empresas privadas, a través del BCRA, que habían quebrado en la crisis que comenzó en marzo de 1980 y provocó la liquidación de 71 instituciones financieras. Esto llevó a una inflación del 105% en 1981.

Cuando asumió Raúl Alfonsín en 1983, el país ya estaba en la cuerda floja. El 80% de los gastos del Tesoro Nacional era financiado con emisión monetaria y el déficit fiscal superaba el 15% del PBI. El contexto internacional era bastante similar al de ahora, con los precios de las commodities que estaban estabilizándose, una suba de tasas de interés en los principales bancos centrales de mundo y una Guerra Fría que afectaba a países emergentes tal como la Argentina.

Alfonsín asumió con una inflación anual de más del 340%. Se intentó alguna privatización y equilibrar las cuentas fiscales, pero fueron muy tímidas y gradualistas sus políticas respecto de lo que se necesitaba en la crisis.

Así, en 1988, cuando Alfonsín suspendió el pago de intereses y capital de la deuda externa pública, se generó una corrida contra el peso, con una caída importante de la demanda de dinero, que desembocó en una hiperinflación, de tasas anuales de 4 dígitos en 1989.

Luego llegó Carlos Menem y aplicó, luego de 2 años de fracaso en su gestión económica en términos de inflación, el Plan de Convertibilidad, de la mano de Domingo Felipe Cavallo. Fue la única política de shock que logró bajar la hiperinflación de 4 dígitos al 172% anual en 1 año, después al 25% en 1992 y, finalmente, a una inflación moderada de 1 dígito anual en 1994.

La convertibilidad fue exitosa y su único punto débil fue no haber profundizado en la reforma laboral, junto con un desmadre fiscal en los últimos años del gobierno de Menem cuando intentó conseguir el apoyo de los gobernadores para una imposible re-reelección.

Más adelante, llegó el kirchnerismo, con un incremento de más de 20 puntos porcentuales del gasto público en relación al PBI que fue financiado, después de la estabilización de los precios de las commodities, a partir de 2010, con una inyección monetaria que terminó por corroer el valor de la moneda.

El gobierno de Macri, en vez de avanzar con un plan de reformas de shock, decidió un plan gradualista que contemplaba más de un mandato presidencial / más de una gestión económica. Asimismo, incrementó el peso del sector público en los primeros 2 años de mandato, lo que agravó aún más el problema estructural del país. De esta forma, Mauricio Macri entregó la banda presidencial a Alberto Fernández en 2019 con una inflación anual de más del 50% anual y una caída de la demanda del peso que se había profundizado por la llegada de un gobierno anti mercado.

Ahora, nos enfrentamos a un gobierno que no sólo no avanzó en el sentido correcto durante 30 meses, sino que ahora decide recurrir a medidas tibias para el problema que tenemos enfrente.

Los Fernández y Macri en el Congreso
Distintas personas, errores similares. Argentina inflacionaria.

Distintas personas, errores similares. Argentina inflacionaria.

Mirar al resto del mundo: ¿cómo lo hicieron?

Observar al resto del mundo, aprender de la historia bien contada y aplicarlas en nuestro país. La clave está en no buscar 'recetas mágicas' sino políticas exitosas.

A partir de los '90, la mayoría de los países lograron bajar la inflación de un tipo “galopante” a una inflación “moderada”. Sin embargo, no lo realizaron con tipos de cambios diferenciales ni controles de precios ni cambios de figuritas en los asientos de decisión de política económica.

  • Singapur entre los años 1973 y 1974 sufría de una inflación anual galopante de más del 20%. En 1974 logró bajarla a 1 dígito gracias a la disciplina fiscal y una política monetaria restrictiva.
  • Nueva Zelanda desde 1974 a 1987 sufrió una inflación de 2 dígitos, llegando a un pico máximo del 17% en 1980. Con un programa de shock y metas de inflación, logró estabilizar la economía en una inflación anual de 1 dígito.
  • Irlanda, el Tigre Celta, que hasta 1984 sufría de una inflación de 2 dígitos anuales, con políticas de shock liberales y reduciendo en más del 10% el gasto público, para principios de la década de 1890, promedió una inflación anual del 3%.

Tal como vemos, todos aplicaron políticas de shocks basados en una contracción del gasto público. Esto es crucial y necesario entender porque la disciplina fiscal devuelve la confianza en la moneda.

gráfico de inflación

Enfocarse en la demanda de dinero

Los economistas, a veces, nos centramos excesivamente en la oferta monetaria y descuidamos la demanda del peso. La realidad es que hubo países, tal como el caso de China o Estados Unidos, que emitían a mansalva todos los años y mantuvieron números de inflación moderados. Eso es porque tenían una demanda que estaba dispuesta a absorber esa inyección de liquidez.

Por ejemplo, China crecía a partir de 1970 a una tasa del 3% anual en promedio hasta los 2000 y la emisión monetaria superaba el 60% anual. Sin embargo, la inflación no se desmadró. Eso respondía a que su economía se estaba expandiendo y la demanda real de dinero crecía a la par. En China gran parte de monetización, se producía porque cuando las personas que vivían en el campo se mudaban a la ciudad, en un proceso de urbanización / industrialización con gran inversión directa extranjera, empezaban a usar transacciones con dinero, eso subió la demanda de dinero ya que en el campo había mucho trueque y 'fiado'. La cuestión fue que esa inyección de liquidez no afectó los precios.

No obstante, eso no aplica en la Argentina porque nos encontramos, completamente estancados. En 2022, 2 fuerzas de choque operan simultáneamente:

  • emisión monetaria que financia un déficit fiscal que ahoga al sector privado y
  • caída de la demanda del peso, resultado de que el sector privado no puede levantar cabeza por la pata que tiene encima del sector público.

Si la economía crece, hay cierto orden macroeconómico y estabilidad en las variables fundamentales, y entonces habrá confianza en la moneda y la inflación va a bajar. De lo contrario, cualquier política gradualista de ir reduciendo el gasto público a cuenta gotas será más que insuficiente para resolver el problema de fondo.

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