Aunque los niños no se ven tan gravemente afectados por la COVID-19 como los adultos, la respuesta de salud pública para mitigar su propagación ha exacerbado los factores de riesgo de obesidad infantil, perjudicando a los 50 millones de niñas y 74 millones de niños con la enfermedad en todo el mundo.
Los encierros y las medidas de distanciamiento social han aumentado la exposición de los menores a entornos más obesogénicos. Además, la profundización de las desigualdades y la pobreza por la pandemia exacerbaron el problema, ya que la obesidad infantil es mayor entre los niños más pobres.
La obesidad infantil está fuertemente correlacionada al riesgo de obesidad adulta y mala salud, con considerables consecuencias sociales y económicas.
Por este motivo, científicos publicaron un pedido y una propuesta en la reconocida revista científica The British Medical Journal en el que definen 3 acciones eficaces basadas en la evidencia:
- Proporcionar alimentos saludables y entornos de actividad física para niños en edad preescolar y escolar
- Reducir la exposición de los niños a la comercialización de alimentos no saludables
- Imponer un impuesto efectivo a las bebidas azucaradas
Escuelas saludables
Más de un año después de la pandemia, continúan los cierres de escuelas para millones de niños en todo el mundo. Como consecuencia, se ha generado una dependencia de las pantallas y se ha favorecido el sedentarismo.
Por otro lado, muchos niños dependen de los alimentos proporcionados por la escuela y las guarderías para suplir hasta dos tercios de sus necesidades dietéticas diarias.
En Argentina el problema difiere de las circunstancias en países de ingresos altos, ya que más del 60% de los niños son pobres y dependen de la escuela para recibir su única comida diaria.
Marketing destinado a niños
El tiempo frente a las pantallas, propio de la pandemia, aumenta la exposición al marketing de alimentos y bebidas no saludables. Pero la evidencia muestra consistentemente que la comercialización de alimentos y bebidas no saludables afecta las preferencias dietéticas y el consumo de los niños, principalmente los socioeconómicamente más desfavorecidos.
Quizás debido a ello, las industrias han aprovechado la oportunidad para convertir a la COVID-19 en una nueva estrategia de marketing, con mensajes de quedarse en el hogar y la promoción del delivery.
A pesar de la abundante evidencia disponible, en Argentina la Ley de Etiquetado Frontal deambula hace años y no recibe la aprobación que permitiría a los consumidores advertir la presencia de ingredientes críticos en los envases.
Impuestos
La recesión económica, el estrés y la necesidad de un refrigerio, han dado las condiciones para que en la pandemia aumente el consumo de bebidas azucaradas.
En este sentido, los estudios en el mundo real han demostrado que un impuesto especial sobre las estos productos es eficaz para reducir tanto la compra como el consumo.
No obstante, el principal desafío es la oposición de la industria y superarla requiere de una estrategia robusta y relevante en cada contexto local.
En conclusión, los científicos resaltan que una cosa quedó clara desde el comienzo de la pandemia y es que “los gobiernos pueden actuar con rapidez para proteger la salud y los servicios sanitarios”.
Por eso, los expertos piden que “a medida que las sociedades se reconstruyan, es hora de centrarse en los factores de riesgo de obesidad infantil profundizados".