Shakira no inventó la pólvora, unifiquemos criterios con esto. Las canciones de ruptura existieron desde que las relaciones humanas se hicieron complejas, la session con Bizarrap donde se despacha por la infidelidad de Piqué, su ex-marido, es figurita repetida en la farándula musical, y hasta ahí, no hay nada nuevo.
De la misma forma que las acusaciones en las que se especularon múltiples teorías de si Gerard Piqué dejó algún lugar en la casa que compartían sin encuentros íntimos con la tercera en discordia, claramente esto ha sucedido en el mundo del espectáculo y se seguirá repitiendo con la próxima pareja favorita de turno.
Sin embargo, hay algo trascendental que se está pasando por alto. Shakira no sólo siempre hizo canciones de ruptura y son parte de su repertorio más clásico, sino que también no es la única a la que se le reprochó esta conducta de capitalizar los cuernos, cuando tenemos artistas de la talla de Ed Sheeran o Bruno Mars que lograron toda una carrera desde un reguero de ex-parejas a veces anónimas, haciendo exactamente lo mismo y con el público aplaudiendo.
No vamos a entrar en el terreno del machismo porque sería muy fácil decir que es sólo una de esas múltiples conductas socialmente condenatorias hacia la mujer donde no es tratada en igualdad de condiciones por el sexo opuesto, vamos a ir un poco más allá de eso, a algo más primigenio y vamos a hablar de lo que originó esto de facturar cuernos: La infidelidad.
Taylor Swift factura cuernos como Shakira pero también los llora
El pináculo de este tipo de carreras que aunque lloran los cuernos pero también le sacan ganancia es Taylor Swift, una cantante que tras su regreso a la música se cansó de llenar estadios y todo sin salir de Estados Unidos, de hecho, hasta agosto de este año, todos los shows de Taylor están más que agotados, e incluso provocó que el expendedor de entradas digital de sus recitales colapsara a la hora de abrir la venta.
Históricamente, Swift siempre estuvo en el ojo de la tormenta por sus múltiples parejas a temprana edad, un listado en el que figuran nombres como Calvin Harris, Chris Martin, Tom Hiddleston o Jake Gyllenhaal, a éste último le dedicó un álbum completo, que encima reversionó y todavía sigue vigente en cuanto a rentabilidad, llevándose todas las ganancias en el proceso. Una masterclass de facturar cuernos.
En nuestro ámbito local, tuvimos personajes como Jimena Barón sacando su hit La Cobra, o a Karina La princesita, que tiene un clásico inoxidable de fiestas de 15, donde incluso, redobla la apuesta y le paga con la misma moneda a su pareja infiel, para que sepa lo que se siente.
El punto en común en estos rostros es que han sido catalogados con tintes villanescos, mediáticamente son las malas de la película por gritarlo a los cuatro vientos sin recelo alguno, y encima tener el descaro de proliferarlo económicamente en sus cuentas bancarias, transmutándolo como un producto listo para ser consumido. La audacia.
Lo cierto es que este debate sobre la infidelidad per sé lleva décadas siendo analizado y descuartizado para ser comprado y vendido en una misma variable: Un tabú social nunca definido del todo que interpela nuestras prácticas y que sólo nos hace cuestionarnos si somos monógamos o no por naturaleza.
Shakira: A tono con los dichos de Levi-Strauss
El antropólogo Levi-Strauss sostenía la monogamia es un tipo de unión afectivo sexual más o menos generalizada en todas las culturas actuales o pasadas, modernas o primitivas que han subsistido, eso sí, a la par de ciertas formas de promiscuidad o de licencias sexuales propias de grupos humanos que cuyos códigos morales no contemplan como trasgresión o falta el adulterio, la infidelidad.
Strauss nos va a decir que el matrimonio es un intercambio de mujeres realizado entre círculos de hombres sin parentesco en común alguno, para evitar la filiación endogámica, y viene ligado al hecho de encausar la lealtad y la fidelidad dentro de una obligación legal, y por ende este intercambio a menudo sostenido por el amor, es sometido a reglas sociales.
El adulterio no castigaba con deshonor al marido engañador, de hecho, le daba prestigio esta práctica furtiva dentro de su círculo más íntimo, por eso el rigor de la pena por el adulterio recaía sobre la mujer. Un resabio de este prestigio sale de las prácticas feudales del derecho de pernada, donde el señor feudal tenía la potestad para quitarle la virginidad a la novia de su vasallo.
En un primer momento éste hecho por fuera de estas conductas puntuales, fue tratado como un pecado o un desorden castigado por la comunidad y posteriormente por el Estado, pero es en estas prácticas donde se naturalizó el rechazo hacia la infidelidad en el imaginario colectivo, y no al revés.
Es el traspasar a un campo legal la práctica lo que luego nos hizo asociarla como un hecho condenatorio a nivel social, la humanidad sólo se encargó de repetir la conducta por imitación elevando o disminuyendo su gravedad en las sociedades y en las distintas culturas.
Lo que vemos con Shakira es una reacción antropológica de manual: Una pareja que se separa, una infidelidad, una tercera en discordia que es vapuleada de la misma forma que la persona engañada y un hombre que continúa posteando en Twitter sobre su vida laboral como si nada hubiera sucedido.
Lo que deberíamos preguntarnos en este punto es si la reacción del público ante el hecho es realmente natural, o si es un comportamiento que se repite sin cuestionarse, cuando hay toneladas de cantantes, tanto hombres como mujeres, que capitalizan sus rupturas e infidelidades a modo de canción y a veces ni nos enteramos con quiénes salían.
Este escándalo entre Shakira y Piqué es una buena chance para reveer cómo entendemos las conductas que tenemos y por qué las tenemos, después de todo, es muy probable que se convierta en el tema del verano, y encima lo escuchemos en todas partes, al igual que en su momento con la misma moneda de Karina La princesita. Dejemos a Shakira facturar tranquila que los cuernos sobran en todas partes.
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