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Dentro del Talibán se están matando, por fuera crecen otros

Afganistán: El Talibán se deshilacha en esciciones y enfrentamientos mientras crecen otros grupos yihadistas gracias a, según Foreign Policy, la mano de Pakistán.

En agosto de este año, un grupo yihadista -el Talibán- obtuvo la victoria y tomó Afganistán en el contexto de una guerra civil, ante la retirada de tropas estadounidenses y de la OTAN después de 20 años. Desde entonces, atentados y divisiones internas se están comiendo vivo al grupo que supo mantenerse unido hasta el momento de convertirse en amo y señor de Kabul. Este escenario se completa con la emergencia de múltiples grupos yihadistas que no se sienten ya representados por un Talibán que negoció con Occidente (en realidad, con Estados Unidos) un acuerdo de paz en 2020. Y de acuerdo a un documento al que tuvo acceso Foreign Policy, detrás de estos grupos, está la mano de otro país: Pakistán, que busca mantener control e impulsar los movimientos yihadistas en suelo afgano para asegurar que se mantengan protegidos sus intereses.

Una de las claves que arroja el artículo de FP: algunos de los atentados recientes que se atribuyó la filial local de ISIS podrían haber sido en realidad parte de una lucha fraticida por la supremacía dentro del Talibán.

La unidad que catapultó al Talibán a la victoria en Afganistán está desintegrándose, advierte la periodista Lynne O'Donnell de Foreign Policy. Básicamente, hay 2 grandes líneas enfrentadas al seno del Talibán que, si no llegan a algún tipo de balance de poder, podrían terminar erosionando al grupo que hoy gobierna:

  • Por un lado está la que sigue a Abdul Ghani Baradar, líder político y uno de los fundadores del grupo junto al Mullah Mohammad Omar, y cuya base de poder se encuentra en Kandahar.
  • Y por el otro están los seguidores del terrorista Sirajuddin Haqqani, jefe de la red Haqqani y cercano a Al Qaeda.

Mientras las distintas facciones del Talibán están luchando por quién se queda con el pedazo más grande de la torta, la filial local del Estado Islámico -conocida como ISIS-K- aprovecha el caos y la desilusión que genera la dirección política elegida por el Talibán para crecer y atraer nuevos reclutos.

Pero no todo termina ahí en el mapa del yihadismo afgano: al mismo tiempo, explica Foreign Policy, existen indicaciones de una alianza emergente entre grupos yihadistas más pequeños, liderada por los servicios internos de inteligencia paquistaníes (ISI, según sus siglas en inglés) que apelan a quienes están disconformes aún con las facciones más extremas que controlan hoy Afganistán.

La Alianza Islámica de Invitación (IIA), según sus siglas en inglés, financiada por la inteligencia paquistaní, fue formada a comienzos del 2020 para asegurar una victoria talibana, según un documento preparado para el gobierno anterior de Afganistán, al que Foreign Policy tuvo acceso.

Su objetivo hoy es desestabilizar el país favoreciendo la atomización y el extremismo a lo largo y a lo ancho de Afganistán.

Baradar y Haqqani tienen un arreglo para compartir el poder pero sus divisiones son cada vez más profundas:

Baradar es visto como "el hombre de América" (es quien negoció el acuerdo de paz con el expresidente estadounidense Donald Trump en 2020) y Haqqani representa al ala más anti-Occidental del grupo, que apela a Pakistán, dijo Rahmatullah Nabil, exjefe de inteligencia del anterior gobierno afgano.

Esas divisiones podrían explicar algunos de los atentados recientes, atribuidos a la rama local del Estado Islámico, dijo Weeda Mehran, experta en conflictos en la Universidad de Exeter, a Foreign Policy.

El Estado Islámico podría ser solo un chivo expiatorio cuando esos ataques podrían haber sido parte de una lucha fraticida por la supremacía dentro del Talibán.

Un ataque reciente a un hospital militar de Kabul, por ejemplo, mató a uno de los aliados de Haqqani, Hamdullah Mukhlis, y los sobrevivientes dijeron a AFP que los atacantes cantaban loas al Talibán, y que evitaron áreas del hospital donde estaban siendo tratados combatientes de su grupo. Sin embargo, ISIS-K se proclamó responsable por el atentado.

Y en este festival de escisiones, incluso la línea de Haqqani tiene la suya propia interna:

Existe un grupo que se separó de la red luego de que los Haqqani se negaran a atentar contra Baradar y otros líderes talibanes que pactaron con USA en 2020, llamado Karwan Abu Obaida (KaO).

KaO tendría el apoyo de los servicios paquistaníes, cuyo objetivo final, según Foreign Policy, es mantener "el movimiento yihadista en Afganistán vivo" y generar presión sobre el Talibán para asegurarse de que los intereses de Pakistán estén protegidos.

"Desde su comienzo, KaO se centró en ataques dirigidos contra periodistas, activistas civiles y 'aquellos que estaban contra las leyes islámicas' así como 'aquellos que están apoyando los acuerdos con los cruzados americanos y sus aliados en Afganistán'", dice el documento.

Añade que los servicios paquistaníes inicialmente habrían desplegado a KaO para extender la campaña de asesinatos, que tuvo un impacto devastador en el gobierno, la sociedad civil y los medios en Afganistán a lo largo de 2020, y luego buscaron aumentar su influencia sobre actores no talibanes que trabajaban para derrocar al gobierno del entonces presidente Ashraf Ghani, con el objetivo de construir una formidable fuerza yihadista que sería una herramienta poderosa de coerción política en caso de una victoria talibana.

De esta manera, explica el documento preparado para el gobierno anterior afgano, Pakistán estaría financiando y dando impulso a grupos yihadistas y permitiendo que ISIS-K se proclame responsable por ataques cometidos por otros grupos de la coalición, para permitirle dar esa imagen de "organización ascendente en Afganistán".

Foreign Policy aclara que intentó comunicarse con autoridades paquistaníes sobre este tema, sin éxito.

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