El ilustrador Ciruelo encendió la polémica en el mundo del arte al acusar al Malba de exhibir una obra que, según él, le copia uno de sus más emblemáticos dragones. La denuncia recuerda a otro caso parecido de 2021 que generó bastante discusión en su momento y vuelve a poner sobre la mesa la palabra plagio.
¿DÓNDE ESTÁ EL LÍMITE?
Plagio u homenaje: Ciruelo denuncia al Malba y revive un fantasma del 2021
Ciruelo denunció plagio en el MALBA, donde su obra fue copiada casi idéntica por otra artista. Una polémica parecida había ocurrido antes en el Museo Evita.
El homenaje a Ciruelo que huele a plagio
Gustavo "Ciruelo" Cabral, que vive en España y es reconocido mundialmente por su trabajo en fantasy art y técnicas como la pintura sobre piedra, subió a Instagram una comparación entre su obra The Power of the Dragon Caller (2005) y una pieza expuesta por Carrie Bencardino.
En las dos se ve la misma silueta de dragón, la misma gama de colores y un fondo rocoso casi idéntico. Cabral publicó en su Instagram: "Visitando el Malba me encontré con una pintura expuesta que me resultó muy parecida a una pintura mía de 2005 llamada Dragon Caller".
Más tarde, el artista salió a decir que "no quiso perjudicar a Carrie" después de que su publicación corriera rápido por las redes. El Malba salió a defender la muestra, afirmando que en el arte contemporáneo es común tomar imágenes ajenas como punto de partida.
Bencardino, por su parte, Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Nacional de las Artes, aseguró que lo considera "un cover" y que menciona a Ciruelo en el catálogo y en las visitas guiadas. El tema es que ese "reconocimiento" no figura en la cartelería de sala, algo que para muchos es importante cuando la referencia visual es tan directa.
Ciruelo colaboró con George Lucas, ilustró portadas para bandas como Steve Vai y construyó un estilo que es marca registrada. Que una obra suya aparezca reproducida, aun como homenaje, sin autorización ni crédito visible, es un golpe a su trayectoria.
El día que Evita se disfrazó de ninja
Lo que pasó acá recuerda mucho a lo que ocurrido en 2021 con la artista Fátima Pecci Carou y su "Evita ninja". La obra, exhibida en el Museo Evita, mostraba a la figura de Eva Perón reinterpretada con estética de historieta y artes marciales. El problema: según varios críticos y usuarios en redes, las imágenes eran copias casi exactas de ilustraciones de artistas japoneses, sin que se aclarara la fuente original.
En ese momento, el museo defendió la muestra y habló de "relectura contemporánea". Pecci Carou sostuvo que su trabajo dialogaba con otras imágenes y que no veía conflicto. Pero el ruido mediático fue fuerte y terminó opacando la exposición, al punto que la institución priorizó la agenda artística por encima del debate sobre los límites de la apropiación.
Los dos episodios muestran un patrón: un artista con un nombre instalado denuncia, la institución protege la muestra y el tema se termina discutiendo más en redes que en los ámbitos formales. El crédito y la autorización siguen siendo un terreno gris, y esa falta de reglas claras es una ventana de Overton para que la polémica se repita.
En un país donde los museos tienen la tarea de legitimar y cuidar el patrimonio visual, dejar estas decisiones libradas a interpretaciones subjetivas es bastante arriesgado. El arte argentino vuelve a tropezar con la misma piedra: definir cuándo un homenaje deja de ser un guiño y empieza a ser un robo.
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