En medio de la Guerra de los Cien Años, Francia se encontraba en su punto más bajo: los ingleses y sus aliados borgoñones amenazaban con apropiarse de la ciudad de Orleans, a lo que seguiría el control total sobre Francia. Pero Juana de Arco, una joven campesina guiada por Dios, cambiaría el rumbo de la guerra.
ONDEANDO LA FLOR DE LIS
Juana de Arco libera a Orleans en siete días y se convierte en "La Pucelle"
Juana de Arco trajo de vuelta la esperanza a una abatida Francia luego de obtener la victoria en Orleans. Un punto de inflexión en la Guerra de los Cien Años.
Una luz de esperanza después de cien años
Los ingleses y borgoñones rebeldes se habían apoderado de la mitad de Francia. Quienes estaban al mando de las tropas británicas, Thomas de Montacute -conde de Salisbury- y John Talbot -llamado "Aquiles inglés" y "Azote de Francia" por los franceses- habían rodeado Orleans y la habían aislado del sur. Si la ciudad capitulaba, el río Loira los llevaría al corazón de Francia, y el Delfín de Valois y heredero al trono, Carlos VII, perdería toda esperanza de convertirse en rey.
En este contexto tan desolador surgió una jovencita de 17 años llamada Juana de Arco, proveniente de Lorena, al este del valle del río Mosa. Se decía que hablaba con los ángeles, quienes le habían contado de la reciente Batalla de los Arenques (a pesar de que su pequeña aldea estaba a 320 kilómetros de distancia) y la instaban a levantar el sitio de Orleans para coronar al Delfín Carlos VII como rey.
Con esta revelación, convenció al comandante de la vecina Vaucouleurs para que le diera ropa de hombre y le proporcionara un caballo, y la escoltara hasta el castillo del Delfín en Chinon, atravesando territorio enemigo. Carlos, siguiendo el consejo de sus asesores desconfiados, se disfrazó de cortesano para ponerla a prueba, pero Juana no se dejó engañar por el ardid y lo reconoció a pesar de no haberlo visto jamás. Le prometió que levantaría el sitio de Orleans, asediada desde hacía siete meses, y lo vería coronado rey.
Juana de Arco, la santa al mando de 2000 hombres
El plan de Juana era cruzar el Loira y avanzar directamente sobre las posiciones inglesas más fuertes al norte y oeste de Orleans. Para esto, el Delfín le propició una brillante armadura y un estandarte blanco adornado con la flor de lis, además de un caballo blanco para llevarla, y la puso al mando de sus tropas: un ejército de 2500 soldados de la peor calaña, desde ladrones y jugadores hasta borrachos... todo lo que ella aborrecía. Juana, a pesar de su corta edad y su aspecto tan delicado, fue obedecida por la gran mayoría de los hombres cuando prohibió todo aquello (lo cual, dada la situación, podría considerarse el verdadero milagro).
Con su fe y convicción como sus principales armas, Juana ordenó un ataque frontal contra los bastiones ingleses, ignorando a los otros comandantes más experimentados que preferían mantener una posición defensiva. Así fue como, la noche del 29 de abril de 1429, Juana encabezó las tropas francesas y las llevó a las orillas del Loira donde estaban apostados los ingleses. La muchacha les dijo que "si se rendían al mandato de Dios, sus vidas estarían a salvo", pero los británicos no pensaban rendirse ante una campesina.
Cuatro días después, que Juana aprovechó para reconocer el terreno, le llegaron noticias de que los refuerzos ingleses tardarían más de lo previsto en llegar, una noticia que emocionó a Juana y que la convenció más que nunca que era el momento de atacar. Así, encabezó el sangriento ataque al antiguo convento de Saint-Loup que se encontraba en manos enemigas.
La Doncella que liberó Orleans
Por primera vez, los asediadores eran asediados: los ingleses se defendieron lo mejor que pudieron de la superioridad numérica de los franceses, que subían las murallas con escaleras para encontrarse cuerpo a cuerpo con ellos.
Durante la batalla, la propia Juana fue herida por una ballesta cerca del hombro mientras subía una de las escaleras para unirse al combate. Mientras la ayudaban a retirarse del campo de batalla, los ingleses vitoreaban al grito de "¡Hemos matado a la bruja!". Agotados y desmoralizados, los franceses hicieron sonar la retirada, temiendo que la vida de Juana corriera peligro.
Cómo una adolescente de 17 años se recuperó de una herida de 15 centímetros de profundidad en menos de un día es otro milagro. La cuestión es que, consolada o no por Santa Catalina (como ella misma relató), Juana volvía a estar de pie al día siguiente, lista para continuar el asalto para recuperar Orleans. Juana regresó al campo de batalla con su estandarte en mano, lo que causó un gran temor sobre los ingleses y llenó de alegría el corazón de los franceses. En un último esfuerzo por hacerse con la ciudad, Juana se dirigió a sus hombres y les dijo que tomen la fortaleza en cuanto el viento soplara sobre su estandarte.
Los ingleses se acobardaron y abandonaron el asedio, mientras que otros depusieron las armas. Los franceses, al entrar en la ciudad, fueron recibidos como héroes y Juana se ganó el apodo de "La Pucelle D'Orleans" (o "la Doncella de Orleans"). El asedio que los ingleses habían mantenido durante siete meses, Juana lo levantó en siete días. Y, aunque fuera capturada y ejecutada años después, su heroísmo en la liberación de Orleans sigue siendo recordado en Francia hasta el día de hoy.
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