Aunque advierten que la transición será lenta, el informe de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires ofreció un alentador escenario respecto de lo que sucederá en los próximos meses, a partir de una reactivación de las lluvias.
Es que el fenómeno climático La Niña, que implica una menor cantidad de lluvia caída tanto en Argentina como en los demás países de Sudamérica, ingresó en el último período en un "proceso de disipación" tras más de dos años consecutivos de afectar a la región con un impacto concreto en los cultivos y en las reservas de agua.
"Después de más de dos años de afectar negativamente el funcionamiento del sistema climático, el fenómeno de 'La Niña' está dando muestras de haber entrado en su proceso de disipación", indicó el informe de Perspectivas Agroclimáticas Estacional elaborado por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.
El trabajo fue realizado por el ingeniero agrónomo Eduardo Sierra, especialista en agroclimatología, quien precisó que "si el sistema climático evoluciona positivamente, alejando de una tercera La Niña consecutiva, pero la transición será lenta y mostrará perturbaciones hasta mediados del verano 2023".
Así, en el corto plazo "esta tendencia favorece un mejor transporte de humedad desde la Amazonia y el Océano Atlántico hacia el interior del Cono Sur, favoreciendo la reactivación de las lluvias y la moderación de las temperaturas".
En el mediano y largo plazo, el cambio operado "aleja el riesgo de un tercer episodio consecutivo de "La Niña", a la vez que fortalece la transición hacia un estado "Neutral", con posibilidad que, hacia mediados de 2023, se inicie un evento de "El Niño", que beneficiaría a la campaña 2023/2024", apuntó el especialista.
Impacto de la sequía
El optimismo se disipa, sin embargo, con la advertencia de los analistas sobre el impacto de la sequía en 2023. En efecto, consultores y economistas coinciden en que las consecuencias de la sequía pegarán de lleno en las cuentas públicas y el nivel de actividad.
La pregunta será sin dudas, cuánto caería el valor de la producción agrícola y cómo puede impactar el fenómeno en la carrera electoral que se viene.
El comentario lo realizó un dirigente del agro del norte de Córdoba: no son buenas las señales y perspectivas que el sector primario tiene para el año que viene. Y el bajón que se espera en el campo impactará fuerte en al menos dos ámbitos:
Es en ese contexto que algunos analistas comienzan a hablar de un estancamiento en el nivel de actividad, con algunos sectores que ya muestran números negativos (como la construcción y algunas ramas industriales) pese a que el 2022 mostraría una expansión del 3%.
En una reunión con empresarios e inversores organizada por la firma cordobesa S&C el economista Ricardo Arriazu trazó "el panel de control" que el gobierno tiene que mirar para el corto y mediano plazo, con las principales variables que traccionan una economía como la de Argentina. Así, detalló que para determinar las posibilidades de crecimiento en el corto plazo se deben analizar factores externos, factores internos y factores exógenos.
En el primer grupo, la variación de precios internacionales, que en 2021 fue muy positiva, comienza a declinar hacia el 2023; tampoco ayudará el flujo de capitales internacionales, que muestran una tendencia a la baja en mercados como el nuestro, y la situación de los socios comerciales, con Brasil a la cabeza, que fue positiva hasta este año y se espera que muestre una dinámica de menor demanda en los próximos meses.
Lo interno refiere al impulso monetario y crediticio, que empujó en 2021, y será un elemento más bien recesivo hacia 2023. Lo mismo sucede con el componente fiscal.
Y en el plano exógeno, las noticias tampoco serían buenas: factores como el rebote pospandemia, que ayudó a la recuperación de la economía incluso este año ya no se verá en 2023. El último elemento clave en lo exógeno es el clima: desde este año es un factor que empuja hacia abajo los niveles de producción agrícola.
Para Arriazu, de todo, lo más desestabilizador para las cuentas públicas es el impacto que puede tener la sequía en la producción y comercialización de granos y, en definitiva, en la caja estatal.
"Todavía no se sabe la magnitud, pero lo más probable es que sea grave", planteó. Y trazó algunos escenarios partiendo de lo que definen los últimos informes climáticos y que hablan de una sequía similar a la de 2008/2009, cuando se 'comió' 34 millones de toneladas de granos, es decir, una caída del 32%. Si se traslada ese porcentaje a la producción actual, la reducción en la cosecha de los granos principales implicaría una pérdida de 48 millones de toneladas.
"El último informe de la Mesa de Monitoreo de Sequía señala que se identificaron 164 millones de hectáreas en situación de sequía y 22 millones en sequías severas. Es un empeoramiento sobre lo previsto. Ya se sabe que hay una reducción en trigo de 10 millones de toneladas, en cebada un millón y hay demoras en siembra de soja y maíz que reducen los rendimientos. Si pensamos en una reducción no de 48 millones, sino de 20 millones de toneladas, vamos a tener una cosecha valuada en US$ 45.000 millones. Si a ese valor se le agregan las divisas necesarias para importar insumos, tenemos que el deterioro total en comparación con este año es de US$ 10.000 millones. Y Argentina no tiene espalda para aguantar US$ 10.000 millones menos", graficó.
El economista y asesor de empresas agropecuarias Salvador Di Stéfano, junto al climatólogo Leonardo De Benedictis elaboraron una informe en el que grafican que los eventos climáticos denominados 'Niña' fuerte, dejaron secuelas muy negativas para la economía y fueron la antesala de la crisis de los años 1976, 1989, 2001, 2008, 2018. Y recordaron que en la actualidad atravesamos tres eventos seguidos.
Así, afirman que los eventos climáticos negativos trajeron consigo cambios políticos y crisis económicas que dejaron al país y a la sociedad con heridas muy profundas, dada la gravedad emergente de las mismas. Y apuntaron:
Para los analistas es claro que hay una correlación entre el clima, la economía y la política. Ellos afirman: