Javier Milei enfrentará en pocos días su desafío electoral más importante desde que es Presidente. La elección de medio término será un termómetro sobre la satisfacción o el disgusto de los argentinos con el proyecto que encabeza desde hace 2 años. Lo quiera o no Milei, el 26-O será, en definitiva, un plebiscito sobre el rumbo de la opción política y económica que una mayoría escogió en el balotaje de 2023. ¿Cómo llega Milei a esa instancia? La elección bonaerense, en la que LLA cayó derrotado estrepitosamente ante el peronismo gobernante, modificó de forma contundente el paisaje triunfalista que el oficialismo se había formado a partir de la victoria (ajustada) que logró en la Capital Federal meses antes. Entonces, un Milei envalentonado llamó a “pintar de violeta todo el país”. Sería, sin embargo, la única elección local hasta aquí que el oficialismo iba a ganar con su propio sello.
PANORAMA
Trump no puede hacer que Milei gane las elecciones
El Tesoro de USA comienza a mostrar límites para estabilizar el mercado mientras Milei sigue obstaculizando la reconstrucción de su vínculo con el electorado.
La caída en la provincia más poblada del país -concentra el 40% de los habitantes- desangeló a Milei, al que el consenso de las encuestas lo mostraba hasta entonces aupado sobre una corriente positiva de opinión pública que le reconocía la reducción de la inflación, haber restablecido el orden público y el combate a la “casta”, entendida como las prácticas corruptas y corporativas enquistadas en el Estado desde hace décadas. El 07/09 quedó al desnudo que en la provincia donde votan 4 de cada 10 argentinos, esa corriente no se producía, por lo que el Gobierno resultó vapuleado por un kirchnerismo que a pesar de su resquebrajamientos internos le sacó 13 puntos de ventaja.
La extensión del ajuste, la descomposición del poder adquisitivo, la agresividad, la soberbia y la indolencia emanadas desde la cúpula del poder y sus satélites; el maltrato a jubilados, el desfinanciamiento a sectores sensibles como la educación y la discapacidad, y las sospechas de corrupción que se acumularon de forma acelerada fueron, entre otros, elementos que confluyeron en el antecedente electoral de mayor peso con el que Milei y su gobierno llegan a los comicios del 26/10. Poco, por no decir nada, de ese escenario se ha modificado como para proyectarles un resultado más promisorio en el principal distrito electoral dentro de 7 días. Una encuesta de Nueva Comunicación, la consultora que pronosticó la abultada distancia que el peronismo le sacó a LLA del 7-S, anticipa una deriva muy similar el 26-O. Sería un golpe durísimo para el oficialismo porque lo forzaría a buscar mejores desempeños en otras provincias para compensar ese desbalance. Además, si se produjera ese resultado, se descuenta que teñirá toda la elección, dejando poco margen para interpretaciones más benévolas para el Presidente y su administración.
La responsabilidad de achicar la diferencia queda en manos de Diego Santilli, quien quedó al frente de la lista libertaria bonaerense, aunque en la boleta seguirá estando la imagen José Luis Espert, malogrado diputado cuyos vínculos con un empresario que será extraditado el 05/11 a USA para que lo juzguen por narcotráfico lo obligaron a dar un paso al costado tanto en la candidatura como en la Cámara Baja, donde pidió licencia hasta el fin de su mandato, el próximo 10/12. La justicia electoral no aprobó que se reimpriman las boletas para reemplazar la cara de Espert con la de Santilli por entender que están vencidos los plazos. El ‘Colo’ deberá conformarse con que sólo se lo vea en los afiches que habrá en cada centro de votación para facilitarle a los electores la identificación de los candidatos que estarán todos juntos en la debutante Boleta Única de Papel (BUP). Santilli también deberá pulsear contra la incontinencia verbal de su compañera de lista, la exconductora y modelo Karen Reichartd, a la que se le dio por diagnosticar a quienes no votan a LLA con una “enfermedad mental”. Ese nivel de violencia no sólo abroquela el voto opositor sino que además ahuyenta el sufragio moderado que, ante la decepción, puede no ir a votar ese día. De ahí que Santilli haya salido a diferenciarse de Reichartd.
Pero antes que de una discusión de modales la elección girará alrededor del impacto que el programa económico de Milei y su ministro Luis Caputo tuvo y tiene en la vida cotidiana de los ciudadanos. La desinflación fue el principal logro, pero empieza a flaquear. El INdEC publicó esta semana que su Índice de Precios al Consumidor (IPC) arrojó en septiembre una suba de 2,1%, la marca intermensual más alta desde abril. Se trató además de la 4ta medición consecutiva que muestra una inflación que sube o al menos no baja tras rebotar desde el piso de 1,5% registrado en mayo.
La inflación, de todos modos, dejó de estar al tope de las preocupaciones ciudadanas que reflejan las encuestas para dar paso a otras, como el empleo. La secretaría de Trabajo elaboró un informe en base a datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) según el cual durante la gestión mileista se destruyeron un total de 205.000 puestos de trabajo asalariados, que incluyen privados, públicos y empleados de casas particulares. Sólo la industria perdío 40 mil trabajadores en el mismo lapso, según el documento. Por su parte, un estudio del IERAL, de la Fundación Mediterránea, afirma que el 21% de los ocupados del país, unos 4,5 millones de personas, no logra cubrir el costo de la canasta básica. Son los llamados “trabajadores pobres”. Ocurre mientras el Gobierno se jacta de haber sacado de la pobreza a “12 millones de personas”.
Son consecuencias de una “una microeconomía muy dañada”, como lo definió la economista Marina Dal Poggetto, por el efecto recesivo del aumento de las tasas de interés, que encareció demasiado el crédito para producir y consumir, que el Gobierno aplicó para evitar que aumente el dólar y que esa suba se traslade a precios, creyendo que así mantendría adhesiones. Para contener el tipo de cambio el Tesoro nacional prácticamente vendió “hasta el último dólar” que tenía. Pero la falta de credibilidad que se ganó el equipo económico de Caputo exacerba la avidez por el billete verde que existe en períodos pre-electorales. Ahí fue cuando apareció Scott Bessent con los dólares del Tesoro estadounidense para “comprar pesos” y evitar una disparada mayor del tipo de cambio. A esas ventas de dólares -que sumarían al menos unos US$500 millones- se le agregó la compra de bonos en el contado con liquidación, como confirmó el funcionario republicano. Sin embargo, ni esas intervenciones ni los tuit reiterando el apoyo político de Washington a Milei logran frenar la corrida.
La volatilidad cambiaria recrudeció incluso después de que Milei estuvo sentado cara a cara con Donald Trump en la Casa Blanca, cita que resultó accidentada. Primero, por el poco protagonismo del presidente argentino, que no tuvo la habitual reunión bilateral en el Salón Oval, aunque lo recorrió y posó para una foto allí.. Tampoco Milei pudo meter algún bocadillo destacado durante la rueda de prensa que Trump monopolizó y en la que dijo en reiteradas ocasiones que la ayuda sólo se mantendrá si LLA gana las elecciones. La declaración derrumbó los bonos y trastocó los planes del Gobierno: la “histórica” visita de Milei al número 1.600 de la Avenida de Pensilvania terminó en intentos desesperados de la comitiva por aclarar que Trump no se refería a los comicios del 26/10, sino a los de 2027. “No es que el 27 (día posterior a la elección) nos abandonan”, dijo Patricia Bullrich. Sin embargo, Trump dejó en claro en un mensaje en su propia red social (Truth) que todo lo que dijo en el Staff Room de la Casa Blanca estaba relacionado con las elecciones de medio término. Desde entonces, el paso de Milei por Washington quedó reducido a explicar qué quiso decir el magnate. No hubo anuncios y se retrasa uno vinculado a un acuerdo comercial. Pura frustración en Balcarce 50.
Que la corrida cambiaria no se detenga a pesar de los esfuerzos del Tesoro estadounidense responde a que el mercado “no compra” la idea de que el esquema cambiario vigente, con bandas de flotación determinadas, sobrevivirá después del 26-O, aunque Bessent lo juzgue “adecuado” y que afirme que el dólar no está barato, sino caro. O en sus palabras, que “el peso está subvaluado”. Los inversores creen que, por el contrario, habrá después de las elecciones una devaluación para llevar al tipo de cambio a un nivel que permita estimular exportaciones y acumular reservas en el Banco Central, algo volvió a reclamar el FMI. Además descuentan que tras los comicios Bessent no seguirá “comprando pesos” para sostener una paridad que es inverosímil para el mercado. Después de todo, Trump también recibe la presión interna de estar utilizando recursos de los contribuyentes para rescatar a la Argentina en medio del cierre de su gobierno (Shutdown) que mantiene paralizada la administración por la falta del Presupuesto.
Bessent además recibe acusaciones de los demócratas sobre que la inyección de “liquidez” en la Argentina no tiene otro objetivo que el de facilitar la ‘salida’ de inversores “amigos” que pusieron mucho dinero en el país. Mencionan a Rob Citrone, del fondo Discovery. Citrone estuvo en abril último en la Casa Rosada con Milei, con quien se reunió por primera vez en Mar-a-Lago el año pasado. En la imagen que se distribuyó de ese encuentro también está Barry Bennet, histórico lobbista en Washington y estratega de Trump. Bennet tiene un estrecho vínculo con Santiago Caputo, a quien visitó recientemente en su despacho. Se le adjudica a Bennet promocionar en nombre de la Casa Blanca el ascenso del asesor especial a un lugar destacado del gabinete. Se lo habría comentado a Cristian Ritondo, Rodrigo de Loredo y Miguel Pichetto, que se reunieron con él y Caputo. De Loredo aseguró que allí el estratega estadounidense les pidió “acompañamiento” al Gobierno en una agenda de gobernabilidad.
Milei no descartó que Caputo pueda ocupar un rol formal en el gabinete, ya que hasta ahora ha ejercido muchísimo poder en el Gobierno con un contrato de servicios, y sin firmar ningún documento. Es de lo que se quejó Guillermo Francos. La devolución habrían sido los comentarios sobre una supuesta proximidad del jefe de Gabinete con el gobierno chino, para irritación de Washington, que busca acotar la influencia de Beijing en la región. Las internas también repercutieron con ataques del inefable Gordo Dan al el canciller Gerardo Werthein, a quien culpó de haber arruinado la reunión de Milei con Trump. El tuitero responde directamente a Santiago Caputo.
Milei ya entregó la gestión económica a Trump. Si Caputo llega a, por qué no, jefe de Gabinete a instancias de la Casa Blanca, también le estaría entregando la gestión política. Pero el interés de Trump en la Argentina está condicionado a que Milei gane las elecciones. Eso es algo que la intervención estadounidense no puede procurar. Es el propio Milei el que sigue obstaculizando la reconstrucción de su vínculo con el electorado que le reclama soluciones, que no tienen que ver con activos financieros. En 2 entrevistas distintas el Presidente fue consultado sobre cómo resolver la situación de las personas que no llegan a fin de mes. En ambas respondió fastidiado con una pregunta: “¿ qué quiere, que emita?”. Con esa declaración, Milei no sólo se desentiende de los reclamos, sino que también admite que no tiene -o que no le interesa- un plan complementario al ajuste para resolverlos.
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