En lo que va de 2025, el oro protagoniza un ascenso vertiginoso que recuerda a las grandes crisis económicas del siglo pasado. El metal precioso alcanzó un máximo histórico de más de US$ 3.800 por onza troy (poco más de 31 gramos), una suba de casi 50%, que es el mayor repunte desde el shock petrolero de 1979.
Los motivos detrás del aumento del precio del oro
El fenómeno no solo responde a un contexto inflacionario y geopolítico incierto. Según analistas, se trata de una verdadera fiebre inversora, impulsada por el llamado "FOMO chapado en oro": el FOMO (Fear of missing out, el miedo a perderse algo), en el caso del oro sería el temor de los mercados a quedarse afuera de un activo en alza.
“El oro se ha vuelto tan grande que ya no se puede ignorar”, resumió al Financial Times Luca Paolini, estratega de Pictet Asset Management. Y agregó:
El catalizador inicial fue la guerra comercial desatada por el expresidente estadounidense Donald Trump, que generó una fuerte demanda de activos refugio y presionó al dólar a la baja. Pero el alza del oro se aceleró incluso después de que esa volatilidad cediera. Solo en septiembre, el precio del lingote subió casi un 12%, marcando su mejor mes desde 2011.
Lo novedoso es el tipo de inversor que ahora entra al mercado. Durante años, los bancos centrales fueron los grandes compradores. Hoy, se suman fondos de pensión, gestoras de activos y pequeños inversores, canalizando dinero a través de ETFs (fondos cotizados) respaldados por oro, que ya acumulan más de US$ 60.000 millones en entradas netas en lo que va del año.
La tenencia de oro en estos ETFs superó las 3.800 toneladas, acercándose al pico registrado durante la liquidación de activos por la pandemia de Covid-19. “El mercado se ha vuelto un poco loco”, reconoció Nicky Shiels, analista de la refinería MKS Pamp.
Algunos bancos, como Morgan Stanley, incluso proponen una nueva asignación de cartera: reemplazar el clásico 60/40 entre acciones y bonos por un 60/20/20, otorgando al oro el mismo peso que a la renta fija. El cambio podría significar un vuelco de billones de dólares al metal.
Otro factor clave es la pérdida de atractivo de los bonos. La volatilidad y la emisión récord de deuda soberana en países desarrollados han debilitado su rol tradicional como contrapeso a las acciones. “El oro parece más atractivo como diversificador que los bonos”, apuntó Maya Bhandari, de Neuberger Berman.
Además, crecen los temores a que los gobiernos, ante niveles insostenibles de deuda, permitan una inflación mayor como forma de licuar pasivos. La presión de Trump sobre la Reserva Federal para mantener las tasas bajas refuerza esta percepción.
Aunque leyendas de la inversión como Warren Buffett históricamente han cuestionado la utilidad del oro, calificándolo como improductivo, hoy el metal vuelve a brillar. Para muchos inversores, es la póliza de seguro que no quieren dejar de tener.
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