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'Incontrolables': Por qué esta miniserie de Netflix incomoda al mundo "progre"

La miniserie de Netflix 'Incontrolables' arrasa y a la vez incomoda. Detrás de todo el suspenso, muestra que la progresía y la bondad no siempre van de la mano.

Netflix estrenó hace poco la miniserie Incontrolables y ya está dando que hablar, pero no por los tiros ni los misterios: detrás del suspenso, se mete con la idea de que ser "progre" no siempre te convierte en buena persona. La progresía aparece cuestionada, como un disfraz que esconde peligros reales, y la serie no tiene miedo de mostrarlo.

"Cuidado con lo que parece bueno", dice Netflix

A primera vista, Incontrolables parece otro thriller psicológico: Alex Dempsey, un policía trans interpretado por Mae Martin, se muda con su esposa a Tall Pines y descubre que la ciudad entera, incluida su academia de policía, está controlada por un culto. Pero detrás del misterio y los asesinatos, la serie deja un mensaje más profundo y poco habitual: ser progresista no garantiza que algo sea bueno ni seguro.

"Alex no es mirado mal por ser trans, y su relación con Laura nunca es cuestionada", señala The Guardian. Y esa elección es clave: muchos esperaban que la historia se centrara en un enfrentamiento directo con la discriminación, pero en cambio, Martin (también creador de la serie) decidió mostrar que la aceptación de la identidad y la orientación sexual es lo mínimo, y que el peligro puede venir de cualquier lado, incluso de quienes parecen más abiertos o inclusivos.

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'Incontrolables' muestra que la aceptación de la identidad LGBTQ+ no es garantía de seguridad ni de ética. El pueblo de Tall Pines evidencia que la fachada progresista puede ocultar manipulación y abuso real.

'Incontrolables' muestra que la aceptación de la identidad LGBTQ+ no es garantía de seguridad ni de ética. El pueblo de Tall Pines evidencia que la fachada progresista puede ocultar manipulación y abuso real.

El pueblo muestra un espejo con la realidad bastante inquietante: aunque la academia sea progresista y abierta, los personajes son manipulados, violentados e incluso abusados. Es un recordatorio de que quienes se llaman a sí mismos paladines de la modernidad o de la inclusión no siempre protegen ni poseen verdadera ética.

La serie también pone sobre la mesa un punto que suele ignorarse en los debates sobre diversidad: la aparente seguridad de un espacio "progre" no exime a nadie de actuar mal o de perpetuar sistemas dañinos.

Ser trans no lo hace inmune: la violencia detrás de la progresía

Otro aspecto que hace única a Incontrolables es cómo explora la masculinidad tóxica a través de un personaje trans. Alex es una persona consciente moralmente, pero también capaz de una violencia extrema. La serie muestra que su pasado (dejar Detroit tras usar fuerza excesiva y crecer con un padre abusador) influye en sus acciones, y que nadie está exento de reproducir patrones dañinos.

"Cualquiera, independientemente de su mentalidad progresista, puede causar daño", sostuvo Mae Martin en una entrevista con The Guardian. Y con esa frase resume el núcleo de la serie: la aceptación y la visibilidad son importantes, pero no alcanzan si no se hace un trabajo constante de reflexión y de responsabilidad individual.

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Alex, un policía trans, refleja cómo la violencia y la masculinidad tóxica afectan a cualquiera, incluso a personas progresistas. La serie advierte que la visibilidad y la diversidad son el mínimo, no la garantía.

Alex, un policía trans, refleja cómo la violencia y la masculinidad tóxica afectan a cualquiera, incluso a personas progresistas. La serie advierte que la visibilidad y la diversidad son el mínimo, no la garantía.

Lo interesante es que la serie no critica la diversidad ni la inclusión; al contrario, subraya que estas son condiciones básicas. Pero advierte con crudeza que el mal, la manipulación y el abuso se pueden esconder detrás de una fachada de progresía.

Netflix logró así un equilibrio difícil: un thriller sólido que además cuestiona el "virtue signaling" ("alardeo moral") y obliga a repensar qué significa realmente ser ético en un mundo que se dice moderno y abierto.

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