FOCO Carnaval > Buenos Aires > murgas

EN ASCENSO

Carnaval: Murgas porteñas, elixir en tiempos de sombras

Un repaso sobre el surgimiento y ascenso de las murgas en Buenos Aires, expresión folclórica del carnaval muy extendida, con formas y significados variables.

En la ciudad de Buenos Aires, el carnaval fue una fiesta muy popular y extendida entre las costumbres de la población. Su celebración teatralizó distintos dilemas básicos que fue atravesando la sociedad porteña.

Hacia finales del siglo XIX, los disfraces de negros, moreiras y cocoliches parodiaban las dificultades de integración que vivía la Gran Aldea con la llegada de la inmigración masiva de ultramar. El carnaval fue además el ámbito de consagración del tango primigenio, orillero y malevo, entre los sectores medios de la ciudad.

Desde las primeras comparsas de candombe hasta las actuales murgas, pasando por los orfeones y estudiantinas de principios del siglo XX, las agrupaciones de carnaval han creado y recreado una forma de organización y de arte popular. Sin embargo, los géneros culturales se jerarquizan de acuerdo con los parámetros dominantes de cada época.

En nuestro caso, el carnaval ha ocupado escasa consideración en la escala cultural de Buenos Aires, bajo sospecha de ser puerta de ingreso a la barbarie, pasatiempo de vagos y malentretenidos, cuando mucho, distracción de los males terrenales

De forma que el carnaval en general, así como sus maneras de celebrarlo, se mantuvieron en Buenos Aires por fuera de los circuitos oficiales y mediáticos de producción cultural hasta casi finalizado el siglo XX.

Recién para fines de la década de 1980 se produjo un sostenido resurgimiento de las artes carnavalescas de la mano de jóvenes artistas que, en su mayoría, no conocían ni habían participado de estos festejos en la ciudad.

Tan es así, que quedaban entonces pocos grupos activos de carnaval y el país salía de una dictadura feroz que había reprimido toda expresividad popular, prohibiendo el uso de los espacios públicos. Expresarse y ocupar las calles, parques y plazas fueron entonces puntos en común entre los que preparaban un nuevo renacer.

Intelectuales y productores culturales hurgaron estéticas más lúdicas y participativas en la profundidad de la historia local y nacional. De este modo, se fue gestando un movimiento cultural fuertemente comprometido con la memoria popular. Se activaron espacios para el encuentro y la participación, apelando a géneros y saberes populares ignorados, desvalorizados, como sucedió con el tango, el circo, el teatro popular y las artes del carnaval porteño.

En resumen, tanto el carnaval como sus principales protagonistas, las agrupaciones denominadas murgas, se convirtieron a partir de la posdictadura en objeto de interés e ingresaron en las agendas a favor de la democratización. Este interés fue probando diversas acciones y políticas culturales que sentaron las bases para crear una nueva institucionalidad en torno a las prácticas carnavalescas.

murga3.jpg
Murga bailando al lado del Obelisco (Foto archivo NA).

Murga bailando al lado del Obelisco (Foto archivo NA).

Las murgas del carnaval en Buenos Aires

"En el mundillo carnavalesco hay tantas murgas como pueblos (…) Las hay gaditanas, panameñas, salteñas, uruguayas, porteñas, etc. Se diferencian entre sí por las influencias históricas, musicales y artísticas de cada región, así como también por el modo en que lograron integrarse al circuito cultural de sus pueblos, y en algunos casos, a la industria del espectáculo (…) Algunas mantienen estructuras más cerradas con esquemas de categorías, mediante aceitados reglamentos de concursos. Otras quedaron como asociaciones libres -el caso porteño es uno de ellos-, sin tanto control", escribe Coco Romero en su libro 'La murga porteña. Historia de un viaje colectivo'.

Las agrupaciones del carnaval porteño pueden considerarse como un indicador del carnaval, o su signo más persistente. Porque pese a los cambios, las rupturas y discontinuidades de la celebración en la ciudad, las murgas aparecen a lo largo de todo el siglo XX. Sin embargo, tal nombre designa formas y fenómenos de gran variabilidad, no solo temporal, sino que, muchas veces, conviven en un mismo espacio-tiempo. De allí que aparezcan en Buenos Aires formas adjetivadas de murga, como un modo de connotar sus variantes.

Así, encontramos referencias a murgas humorísticas, murgas teatrales, centro-murgas, murgas infantiles o 'murguita de los pibes', murgas de barrio y murgas de taller. Este despliegue denominativo apunta a enfatizar el mensaje expresivo del grupo (murgas humorísticas, teatrales), la calidad etaria de sus integrantes (niños), el origen socioespacial de sus integrantes (barrial) o su modo de aprendizaje (murgas de taller).

murga.jpg
Murga con niños, en el carnaval porteño (Foto NA).

Murga con niños, en el carnaval porteño (Foto NA).

Estas variadas formas se refieren, por un lado, a diversos procesos de articulación del carnaval y sus festejantes con el entorno social en diferentes épocas. Por otro lado, el factor de esta variabilidad murguera en la ciudad puede explicarse debido a que su producción y reproducción se realizó por fuera de los cánones oficiales y de los circuitos mercantiles de producción cultural hasta casi finalizado el siglo XX.

Es decir, las murgas del carnaval porteño se constituyeron como un fenómeno folclórico que, si bien contó siempre con el control del ojo vigilante del poder y la indiferencia de la alta cultura y el mercado, se mantuvo como una práctica cultural a una considerable distancia relativa de las formas hegemónicas.

Por ello, interpretaciones disímiles sobre las características de las murgas varían según los criterios de autenticidad y las construcciones de autoridad que se establecen en torno a la historia y la identidad murgueras. El pasado obra como legitimación de una pertenencia e identidad que apela a diversos criterios de autoridad.

La evaluación acerca de cómo se forma un murguero, dónde, cuándo y con quiénes aprendió su arte, sus años de permanencia en los festejos, la participación y su papel en las diversas murgas que pueblan el espacio del carnaval, son indicadores de subjetividad murguera, por lo que la consolidación de ciertos diacríticos lleva y recorta conexiones significativas con un pasado que se actualiza y resignifica a partir de una situación presente.

La murga apareció en Buenos Aires como forma carnavalesca cómica y grotesca a principios del 1900, compartiendo los escenarios, llamados corsos, con otros conjuntos que expresaban diferentes tradiciones del festejo. Se registran, en esa época, centros gauchescos, comparsas de gauchos a caballo y sociedades de candombe propias de la tradición local junto con murgas, estudiantinas, orfeones, rondallas, tunas de tradición hispánica y comparsas, agrupaciones humorísticas, sociedades corales y filarmónicas de la tradición italiana.

A lo largo del siglo XX, las formaciones musicales diversas y complejas se fueron simplificando hasta convertirse en formas exclusivamente rítmicas. La murga fue sumando y adaptando modalidades estéticas hasta llegar a constituir un mensaje semióticamente complejo, donde se coordinan poética, danza, música, teatralidad e iconografía.

La forma que se instala desde la década de 1940 será, con algunas variantes. Se trata de asociaciones de variado grado de formalidad que reúnen a vecinos y parientes asentados en un territorio o barrio. Pueden contar con una comisión directiva o un director general encargado de todos los aspectos, tanto organizativos como estéticos.

murga2.jpg

Desafiando proscripciones y prohibiciones, una trama casi invisible de agrupaciones, bailarines, poetas, músicos y cantores populares mantuvieron vivo el espíritu cómico e insolente del carnaval. Actuando en calles, plazas, clubes de barrio, los protagonistas de esta historia se llaman a sí mismos murgas o centro-murgas. Los patrones folclóricos del carnaval sobrevivieron en ellas como un arte proscripto, menor.

La expresión de las murgas del carnaval de Buenos Aires presenta un mensaje complejo, que cruza diversos lenguajes artísticos. Se trata de una producción multimedial, en donde lo visual, la danza, lo corporal y la rítmica van primero, y la voz poética en recitados y canciones completan una actuación que puede exceder una hora de duración.

El desfile bailado y la danza constituyen el lenguaje más inclusivo y característico. Encabeza la marcha un estandarte con el nombre de la agrupación, su año de fundación y el año del festejo. Cada murga se distingue por su nombre, romántico (Los Bohemios, Los Cometas) o paródico (Los Viciosos, Los Mimados), y por los colores que lucen los murgueros en su vestimenta y el conjunto en sus fantasías y adornos.

murgas.jpg
Las murgas porteñas y sus estandartes (Foto archivo NA).

Las murgas porteñas y sus estandartes (Foto archivo NA).

El motor y corazón de la murga porteña es un tambor de gran tamaño, doble parche y platillos de bronce adosados que se percuten con una maza, instrumento denominado bombo con platillos. El bombo con platillos pauta los ritmos de marcha del desfile de entrada y de salida. Con sus cambios rítmicos, pauta también los pasos de baile, su duración e intensidad, y acompaña las canciones y recitados. Por último, marca el inicio y el cierre de cada secuencia de la actuación murguera: desfile y llegada al escenario, número central de recitados y canciones y desfile de retirada.

'Vienen los descarrilados', poema de Carlos Aguirre:

"Un primer golpe de cuero/alborotó al vecindario

y arrancó el abecedario/de aquella danza profana

donde el cuerpo imita al aire, /al látigo, al agua, al fuego,

y la risa es compartida/como un pan que en su tibieza

espantara las tristezas/y las penas de la vida".

-----------------

Más contenido en Urgente24:

Revelación: Los anti Qatar contrataron a 'George Team'

ChatGPT y el debate de máquinas que quieren ser dioses

Lo de Durán Barba en LN+ ya es muy obvio

Los aviones que India, China y USA ofrecen a Argentina débil

Misterio por Flybondi: Sobrevoló 2 hs en La Plata y volvió a Ezeiza

FUENTE: Urgente24

Dejá tu comentario