Mientras Donald Trump le sube los aranceles a México, Canadá y China por el tráfico de fentanilo, la crisis sigue descontrolada dentro de EE.UU. La metadona, un tratamiento para las adicciones, podría ser parte de la solución, pero el acceso a ella está lleno de trabas burocráticas, negocios privados y miedo al qué dirán, quedando miles de adictos sin ayuda.
TODO ES POR LA PLATA
Trump se pelea con China y México, pero no combate el fentanilo dentro de EE.UU.
Trump sube aranceles por el fentanilo, pero en EE.UU. la metadona, solución para la adicción, sigue limitada por la burocracia y lobbies de clínicas privadas.
Fentanilo: La bomba que explota en EE.UU.
El fentanilo es el gran protagonista de la tragedia de los opioides en EE.UU. Este opioide sintético es 50 veces más potente que la heroína, y la cantidad de muertos que deja atrás cada año es alarmante. Trump se la agarra con China y México, los acusa de ser los responsables de que el fentanilo entre a Estados Unidos, pero ¿qué pasa dentro del país? El consumo sigue en aumento, y el gobierno no da señales de controlar la situación.
Lo más loco de todo es que la metadona podría ser una de las respuestas más efectivas para evitar que la gente se muera por sobredosis. Es un opioide mucho más suave que ayuda a reducir las ganas de consumir fentanilo y otros opiáceos, y puede bajar el riesgo de sobredosis entre un 50% y un 80%. Pero, como siempre pasa en EE.UU., el acceso a este tratamiento no es para nada fácil. La metadona se distribuye en unas pocas clínicas especializadas, y las reglas son tan estrictas que solo un 20% de los adictos reciben el tratamiento necesario. Es como si les dijeran "te ayudamos, pero te vamos a poner palos en las ruedas para que lo consigas".
Metadona: El tratamiento que nadie quiere facilitar
La metadona no es ninguna novedad. Se usa hace décadas para tratar la adicción a los opioides, y lo cierto es que tiene un historial bastante positivo. Al ser menos potente, puede ayudar a los adictos a reducir su dependencia sin los riesgos tan altos del fentanilo. Sin embargo, para conseguirla, el paciente tiene que ir a la clínica todos los días, durante años. Y claro, esto es un problema. Primero porque las clínicas de metadona son muy pocas, y segundo porque muchas veces estas están bastante lejos, especialmente en zonas rurales donde la crisis de adicciones es aún más grave. Es más, un 80% de los condados en EE.UU. no tienen ni una sola clínica de metadona.
Para colmo, durante la pandemia, el gobierno dio un pequeño respiro permitiendo que los pacientes se llevaran la medicación a su casa, algo que podría haber sido una solución bastante práctica. Pero cuando se trató de hacer esto permanentemente, el proyecto de ley que lo proponía se cayó. ¿Por qué? Porque muchos políticos y votantes no quieren ver a adictos tomando su dosis en la farmacia, como si fueran personas comunes y corrientes. Y eso que la medida solo permitía que los farmacéuticos locales dispensaran la medicación, no era tan difícil de implementar. Pero, claro, las grandes clínicas de metadona, que controlan el mercado, se opusieron.
Esas clínicas, por cierto, son la gran traba. La mayoría de ellas son privadas y con ánimo de lucro. Para ellas, bajar las restricciones y permitir que más gente acceda a la metadona significaría perder una parte de su negocio. Por eso, el lobby de las empresas que gestionan estas clínicas es tremendo, y hasta se habla de cárteles. Ya lo dijo el congresista demócrata Donald Norcross sin vueltas: "Si buscas la palabra "cártel" en el diccionario, literalmente se refiere a lo que estamos haciendo aquí".
Entonces, en vez de aprovechar la metadona como una herramienta que puede salvar vidas, lo que pasa es que EE.UU. se sigue dejando llevar por intereses económicos y el miedo al qué dirán, mientras las sobredosis de fentanilo siguen aumentando a niveles preocupantes.
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