El 29 de febrero, conocido como el día bisiesto, es una rareza en nuestro calendario que aparece sólo una vez cada cuatro años. ¿De dónde viene esta peculiaridad? Para entenderlo, es necesario remontarse a la antigua Roma y conocer la fascinante historia detrás del 29 de febrero en nuestro sistema de tiempo.
SALTO EN EL TIEMPO
29 de febrero: ¿Por qué nuestro calendario tiene un día bisiesto cada cuatro años?
Buscando corregir el caos de tener varios calendarios y ninguno preciso, Julio César unificó el imperio romano bajo uno solo donde aparecía el 29 de febrero.
Los orígenes del calendario juliano y el 29 de febrero
El calendario juliano, llamado así en honor a Julio César, fue instaurado en el año 46 a.C. por el astrónomo Sosígenes de Alejandría. Antes de esta reforma, el imperio romano utilizaba varios calendarios que eran un completo caos, todos diversos e inexactos.
En el antiguo calendario romano, el año empezaba en marzo (martii) y terminaba en febrero (februarius), mes que se utilizaba para realizar ajustes. Cuando el imperio lo gobernaba Numa Pompilio, se intercalaba cada dos años un mes entre el 23 y el 24 de febrero para corregir los desajustes, pero estos cambios se basaban más en criterios políticos.
El de Sosígenes, en cambio, tomaba como referencia el ciclo solar, ya que según sus propios cálculos, la Tierra tardaba 365 días y 6 horas en dar una vuelta completa alrededor del Sol (algo asombrosamente exacto considerando los instrumentos rudimentarios de la época). De esta forma, se introdujo un calendario de 365 días divididos en 12 meses, con un día adicional para febrero en los años bisiestos, lo que eliminó la necesidad de hacer ajustes todos los años.
Este calendario se mantuvo hasta la reforma gregoriana en 1582, que ajustó el sistema de años bisiestos, pero no antes de que el emperador Constantino (que convirtió el cristianismo en la religión oficial) añadiera una novedad: los siete días de la semana, tal y como los conocemos, designando el sábado para descansar y el domingo para adorar a Dios.
La evolución del calendario
La reforma juliana sentó las bases para el calendario que usamos hoy en día y, en honor a los emperadores Julio César y Octavio Augusto, se renombraron los meses de quintilis y sextilis como "julio" y "agosto", respectivamente, lo que llevó a nuevos ajustes. Se le quitó un día a febrero para dárselo a agosto, además de añadirle 30 días a septiembre y noviembre, y 31 a octubre y diciembre (para evitar tener tres meses consecutivos de 31 días).
El calendario juliano perduró hasta la reforma del papa Gregorio XIII en 1582, que corrigió el error de Sosígenes con el calendario (se había equivocado por 11 minutos, lo que desplazaba las fechas de las estaciones a 10 días cada 150 años). Para esto, se "avanzó en el tiempo" 10 días y se ajustó el sistema de años bisiestos a aquellos cuyas dos últimas cifras sean divisibles por 4.
Con el tiempo, el calendario juliano se fue abandonando en favor del gregoriano, que era esencialmente el juliano con algunas modificaciones menores (y una diferencia de 13 días). En muchos países que no obedecían a la autoridad del Papa este calendario se implementó mucho más tarde, como en el Reino Unido hasta 1752 o en Turquía hasta 1927.