La llegada de capitales a la Argentina fue tan sólo del 1,1% del PBI en el 2020 haciéndolo el país menos tentador para la inversión extranjera seguido por Perú observa la Fundación Libertad y Progreso.
LEJOS DE TODOS
Argentina sin atractivos para la inversión extranjera
Argentina recibió inversiones externas de apenas el 1,1% del PBI en el 2020. El déficit fiscal y la corrupción frenaron las decisiones.
La Fundación Libertad y Progreso que observó datos revelados por las Naciones Unidas, mostró que la Inversión Extranjera Directa (IED), fue de aproximadamente US$4.100 millones el año pasado, apenas un 1,1% del PBI, ubicándose entre los países que menor calificación en la región.
Sólo Perú obtiene un rendimiento peor al de Argentina con una IED del 0,5% del PBI. En el otro extremo, lidera Uruguay con una proporción del 4,7% del PBI.
La situación Argentina se agrava al compararla con la IED del 2019 previo a la pandemia, ya que todos los países de la región (incluido Perú) tenían proporciones mucho más altas en relación con el PBI. En cambio, el propio se ubicaba en tan solo el 1,5% del PBI.
En otras palabras, las dificultades de Argentina para recibir inversiones ya eran difícil inclusive antes de la llegada del Covid-19, siendo un problema estructural. “No sorprende el resultado si se tiene en cuenta que Argentina es un país poco competitivo y que no da las señales de corregir su rumbo”, sostuvo Iván Cachanosky, Jefe de analistas de la Fundación Libertad y Progreso.
El economista agregó que hay otras variables que atentan contra la competitividad como el elevado gasto público, el persistente déficit fiscal, la presión tributaria récord, la litigiosidad laboral, la corrupción, y la burocracia.
Por otro lado, Diego Piccardo, especialista de la organización agrega que “La Argentina se encuentra en la posición 126 de 190 países a la hora de evaluar la facilidad para hacer negocios, es lo mismo que decir en otros 125 es más fácil".
El caso de Perú se explica por dos razones
Para que la IED vuelva a crecer en Argentina es necesario recuperar la competitividad. Y para que esto último ocurra, se deben encarar las reformas estructurales que el país necesita para retornar a las sendas del crecimiento.
El país se encontraba estancado desde el 2011. Ahora la tarea a realizar es muy grande, porque los desequilibrios macroeconómicos vienen desde hace 60 años.