CAPITAL SOCIAL

POR UN 2050 CASI SIN CARNE

No son las vacas, son las personas... Y no es solo por los kilos, es por el planeta

¿Cuánta razón tienen los veganos? Una de las autoras del último informe de la ONU, en el que se aboga por una dieta con menos carne asociada a altas emisiones de gases invernadero, sobre el que publicamos ayer, explica la responsabilidad del consumidor y su poder de acción a la hora de alimentarse. Pero cuidado, que no es lo mismo lo que aplica a países desarrollados, que en vías de desarrollo. Esto es, el debate continuará.

"Las dietas balanceadas con más alimentos a base de granos, legumbres, frutas y verduras y con alimentos animales producidos de manera sostenible, presentan oportunidades para limitar el cambio climático", reveló la experta Debra Roberts luego de que se difundiera un informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de la ONU.

Entre las recomendaciones para frenar el cambio climático y "salvar el planeta", habló de "un enfoque general en sostenibilidad combinado con acciones tempranas ofrece las mejores oportunidades para luchar contra el cambio climático. Esto incluye, un menor crecimiento de la población, la reducción de desigualdades, una mejor nutrición y un menor desperdicio de comida".

Si se logra un sistema alimentario más resiliente se puede tener más tierra disponible para crear energías limpias, y al mismo tiempo proteger los bosques y los ecosistemas naturales. Sin embargo, si no se actúa pronto, más tierra podría necesitarse para generar energía y esto conduciría a desafiantes decisiones sobre su uso y el sistema alimentario.

En ese marco, Marta Rivera Ferre, recomienda consumir carne de animales criados en ganadería extensiva, por su menor efecto sobre la crisis climática. 

"Hay que seguir una dieta variada y equilibrada, con alto contenido en frutas, verduras, legumbres, y con poca proteína de origen animal". 

Rivera es directora de la cátedra de Agroecología y Sistemas Alimentarios de la Universitat de Vic, y una de las coautoras del informe del Suelos y Cambio Climático aprobado por el Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático de la ONU. 

"Garantizar la seguridad alimentaria y combatir la crisis climática exigirá drásticos recortes del consumo de carne para el 2050, según detalló el pasado mes un estudio reciente del World Resources Institute", publica el español 'La Vanguardia' que entrevistó a Rivera.

¿Y qué carne debemos comer?, ¿cuál deja menos huella ecológica? Según la especialista, "lo preferible es comer carne procedente de ganadería extensiva".

Si se atiende solamente a las emisiones de CO2 por kilo de producto de carne, resulta más eficiente energéticamente la carne de animales de ganadería intensiva. "Las emisiones relativas del cerdo en intensivo por kilo de carne son inferiores a las del cerdo en extensivo", apunta...

Sin embargo, si se tienen en cuenta las emisiones totales por animal, el mejor balance es para la ganadería extensiva, al menos por tres razones: primero, sus animales generan menos CO2 en valor absoluto (el ganado come menos, crece menos); en segundo lugar, la ganadería intensiva depende de tierras para producir cereales, con lo cual se le debe imputar una doble emisión, incluido el uso de fertilizantes agrícolas (asociados a altas emisiones de óxidos nitrosos) para producir su alimento; y, en tercer lugar, los animales criados de manera intensiva producen grandes cantidades de deyecciones ganaderas.

En el otro lado de la moneda, en cambio, las tierras de la ganadería extensiva son zonas marginales que no compiten para producir otros productos de consumo humano.

Además, explicó "también es importante en el debate qué tipo de gases de efecto invernadero están asociados a cada modelo productivo; y ambos son diferentes".

"La ganadería extensiva de rumiantes emite fundamentalmente metano (44% de las emisiones asociadas a la ganadería), sobre todo por la fermentación entérica, mientras que la ganadería intensiva, arroja CO2 y N20 (41% de las emisiones de la ganadería) sobre todo relacionado con la producción de piensos para alimentar el ganado", señala.

"Estos piensos se cultivan en tierras que compiten con el ser humano mientras que la ganadería extensiva utiliza, sobre todo, recursos que no serían aprovechados de otra manera. Por eso, el diferente impacto en el calentamiento global de cada tipo de gas debe ser también tenido en cuenta", resalta.

Según Rivera, "si el consumidor opta por una dieta eficiente a nivel climático, tiene en sus manos una decisión clave para modificar la compra. Podemos, por tanto, contribuir, cada uno de nosotros, a esos cambios. Y eso reconociendo que hay dificultades para acceder a productos con baja huella de carbono. Ahí tenemos los 'desiertos ambientales' de Estados Unidos: cientos de kilómetro de carreteras sin poder encontrar un sitio para comprar fruta y verdura".

Además, afirma que el cambio climático está afectando "a todas las dimensiones de la seguridad alimentaria". "A nivel mundial, ya hemos observado una reducción de la productividad de alimentos de un 5%. Hay cultivos que han aumentado de manera poco significativa, en zonas frías, que ahora son más cálidas. Pero globalmente el balance es negativo".

En segundo lugar, "los sucesos meteorológicos extremos, como grandes inundaciones y demás han afectado a la distribución de los alimentos en casos muy concretos".

Se suma a ello que el cambio climático está incidiendo en el precio de los alimentos; "sobre todo en los alimentos del mercado internacional".

Rivera Ferre afirma, por ejemplo, que los elevados precios de los cereales en 2007 en Rusia, entre otros factores a causa de la sequía, derivaron en revueltas que hicieron caer gobiernos, como fue el caso de Haití.

"Las proyecciones señalan escenarios con crecimientos entre 1% y 29% en precio de los cereales debido al cambio climático", recalca.

Otro efecto es que los cereales como el trigo han reducido su contenido proteico. En concreto, en atmósferas con alto contenido de CO2, la merma de contenido proteico del trigo es del 6% (y del 9% en el caso del zinc y del 6% en el del hierro).

Otra consecuencia del calentamiento es que los ambientes más cálidos han dado lugar a la aparición de toxinas producidas por hongos que pueden contaminar los alimentos.

Pero no es sólo una cuestión de clima. En diálogo con el diario 'El País', la especialista que afirma que "las vacas no tienen la culpa, la tienen las personas", explica que el informe de la ONU también intenta "abordar todo el sistema alimentario y no solo lo relacionado con el cambio climático, que es el enfoque central. También aborda, por ejemplo, la salud. Y vincula que tenemos una dieta con alto contenido animal y muy desequilibrada (con alto contenido en azúcar y bajo en vitaminas y micronutrientes) con el cambio climático. Si reducimos la proteína animal tendremos una reducción en el uso de tierra, en las emisiones de gases de efecto invernadero y una mejora de nuestra salud".

Añade no sólo la carne, si no también leche y huevos: "sabemos que si lo reducimos, seremos capaces de reducir las emisiones de efecto invernadero y tendremos un impacto beneficioso en la salud. Pero, cuidado, hay partes del planeta donde la gente necesita aumentar el consumo de carne porque tienen una dieta baja en proteínas".

Se refiere a los países en vías de desarrollo, donde la carne es un "aporte importante".

En cuanto al "desperdicio alimentario", cuenta que actualmente supone "entre el 8% y el 10% de las emisiones. Pero hay dos niveles: uno son las pérdidas que se producen desde la producción hasta la distribución en el punto de venta del alimento. (...)Pero, en nuestra parte del mundo, lo que más se da es el desperdicio alimentario doméstico. Aquí hay un problema de etiquetado: el consumo preferente que se establece en el etiquetado es confuso. Pero también hay un tema de planificación de la compra y de raciones que son demasiado grandes y la comida se acaba tirando. Y eso que se tira emitió gases. Algunos estudios también llaman derroche el sobreconsumo. Por ejemplo, en Australia el 30% de las emisiones del sector alimentario tienen que ver con el sobreconsumo, es decir, la gente come más de lo que necesita".

Y finaliza con una importante reflexión: "Cambiar de dieta y la forma en la que compro, o en la que cocino, es algo que puedo hacer hoy mismo en la cena. Hay un margen de capacidad de actuación inmediata de la población que es muy interesante. Aunque también existe lo que en ciencias sociales se llama “el ambiente obesogénico”. Por ejemplo, hay zonas en Estados Unidos que se conocen como desiertos alimentarios: son áreas pobres en las que en kilómetros y kilómetros no se encuentra un establecimiento donde comprar fruta y verdura y solo hay McDonald's y comida rápida. (...) En resumen, no solo es un asunto personal, se deben tomar decisiones desde la política".
 

Dejá tu comentario