La noche de Olivos fue un tema intenso en los días del 'menemismo', cuya relación con el peronismo cuestiona Cristina Fernández de Kirchner cuando su marido recibió en la Provincia de Santa Cruz aquel dinero que Carlos Menem le giró por las regalías de YPF en vez de judicializar el tema -porque Eduardo Bauzá, casi siempre mal informado, le dijo que ganaba Arturo Puricelli-. La gente desagradecida nunca es felíz, ya se sabe. Además, el peronómetro no lo puede tener quien nunca se interesó ni en el partido ni en el movimiento, dicen los que saben.
DIFERENCIAS
La noche de Olivos, aquel menemismo y este Fernández
Despectiva hacia el menemismo, CFK confía en Alberto Fernández pero con la noche de Olivos, la procesión va por dentro.
La noche de Olivos la habitaban desde Gerardo Sofovich a Mario Falak y hasta Abraham Awada; había personajes divertidos, otros bizarros. Algunos tenían debut y despedida. Muchos naipes, por dinero, obvio. Pero las chicas llegaron cuando ya no estaba Zulema Yoma. Nunca antes. El hombre estaba solo, no convivía con alguien. Mensaje a quien corresponda.
Obvio que esa frivolidad no correspondía porque el dinero de los contribuyentes requiere austeridad, y los hombres públicos deben lucir valores que puedan difundirse a las nuevas generaciones. Pero las personas son como son. Ahora, también es cierto que la noche de Olivos nunca impidió la reunión de gabinete semanal, con informe a los medios de comunicación; tampoco la actividad física cotidiana porque el saco siempre pudo abotonarse. También mensaje a quien corresponda.
Sin embargo, lo más importante fue que la noche de Olivos convivió con una economía que creció y, entonces, todo ocurrió como un desliz. Sucede que el humor social es un árbitro inapelable y la clave de un gobernante es conocerlo y saber gestionarlo. Porque el ladriprogresismo podrá continuar afirmando que los años '90 fueron detestables pero no podrá modificar la realidad:
Buen recuerdo de Jorge Castro. Por supuesto que ocurrieron diferencias sociales en la acumulación de la riqueza, el 'derrame' fue insuficiente y la reforma judicial nunca se concretó. Pero hubo crédito disponible, la inflación mermó y no había 'piqueteros' participando del Presupuesto Nacional.
Algo más: en la década del '90 el crecimiento promedio de la productividad fue del 4,4 % anual acumulado. Luego digan lo que se les antoje. Jueguen a la ruleta rusa. Da igual.
Importante: es muy difícil revivir la noche de Olivos en pandemia, con una economía que no levanta, con consumidores empobrecidos, con niveles récord de asistencia social del Estado -lo cual no es motivo de orgullo sino de padecimiento porque el pleno empleo y la pobreza 0 debería el Norte de un gobierno popular-, y una inflación que arrolla en cada esquina.
Jamás olvidar: la noche de Olivos nunca fue posible ocultar. Es un elefante en el bazar. Antes, tal como ahora, sólo los escándalos pueden limitarla. Deberían aprenderlo quienes transitan el Chalet 2. Y cuando ocurren los escándalos, es imposible frenar la imaginación colectiva. La ficción vuela y complica a la realidad.
Obvio que la noche de Olivos fue reiniciada con el grupo de amigos que festejaba el 'chiche nuevo', el poder. Pero el poder que no se sabe utilizar puede aniquilar a cualquiera. El poder es un instrumento, nunca la razón de mi vida, por utilizar una frase peronista.
El deterioro de la imagen es inevitable. Ya no es Santiago Cúneo en su Canal 22 revelando el mote de 2 palabras al habitante de Olivos, ahora está explotando como material de lectura cotidiana de los electores. Para humoradas de unos, indignación de otros. En especial de quien convirtió a Olivos en un monasterio luego de su tragedia personal.
El asunto escala porque es el siglo 21, las redes sociales viralizan todo, lo cierto y lo falso, sin filtro. Pero en este caso, el sexting puede complicarlo todo. También mensaje a quien corresponda.