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UN MISMO HORROR QUE NADIE QUIERE VER

Tres Arroyos y Villa Crespo: Dos tragedias familiares con un oscuro denominador común

Dos crímenes familiares conmocionan al país: Villa Crespo y Tres Arroyos, dos tragedias con señales ignoradas y un mismo trasfondo de salud mental.

Dos crímenes familiares estremecieron al país en menos de dos semanas: uno en Villa Crespo y otro, más reciente, en Tres Arroyos. En ambos casos, padres terminaron con la vida de sus hijos y parejas antes de suicidarse, dejando al descubierto señales de desequilibrio mental y la urgente necesidad de prestar atención a las alertas previas.

El caso en Tres Arroyos: una escena familiar que escondía un infierno

Fernando Dellarciprete, de 40 años, tenía una vida que en redes sociales parecía idílica. Fotos con sus hijos, salidas en familia, deportes extremos como surf o cuatriciclo y hasta imágenes al estilo "Ghibli" decoraban su perfil de Facebook. Incluso en su última publicación, a mediados de abril, había cambiado la portada por una ilustración familiar. Todo daba la impresión de una familia feliz.

Pero este miércoles 04/06, a primera hora, comenzó la masacre silenciosa: estranguló a Rocío Villarreal (35), su pareja, con un cable en su casa de Tres Arroyos. Luego subió a su camioneta Renault Duster, buscó a los chicos en la escuela y los llevó al paraje San Cayetano, donde los asesinó sin dejar rastros de violencia previa. Después se arrojó bajo un camión en la ruta 228, a la altura del kilómetro 69. El conductor del camión fue demorado, pero rápidamente quedó claro que no tuvo responsabilidad.

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Fernando Dellarciprete asesinó a su esposa y a sus dos hijos antes de suicidarse. En redes mostraba una vida feliz, pero estaba bajo tratamiento psiquiátrico. Todo apunta a un crimen planificado.

Fernando Dellarciprete asesinó a su esposa y a sus dos hijos antes de suicidarse. En redes mostraba una vida feliz, pero estaba bajo tratamiento psiquiátrico. Todo apunta a un crimen planificado.

Estaba medicado por problemas psiquiátricos, según informaron fuentes judiciales. La fiscalía de Tres Arroyos, a cargo de la UFI N°6, y la UFI N°3 de Necochea investigan cómo nadie advirtió nada. La casa familiar, según los vecinos, no mostraba signos de peleas ni discusiones frecuentes. Para muchos, fue una bomba que explotó sin previo aviso.

El dato más escalofriante: todo indica que planificó el crimen. Buscó a los chicos, los llevó a un lugar apartado y dejó los documentos de su esposa dentro del vehículo, como si quisiera asegurarse de que todo se entendiera rápido.

Villa Crespo: otra masacre con señales similares

El 21/05, exactamente dos semanas antes de lo ocurrido en Tres Arroyos, la ciudad de Buenos Aires fue escenario de otro crimen familiar que todavía estremece. En un departamento del barrio de Villa Crespo, Laura Leguizamón (50) asesinó a su esposo Adrián Seltzer (53), a sus hijos Ian (15) e Ivo (12), y luego se suicidó. La escena era directamente terrorífica: sangre en todos los ambientes y una carta manuscrita sobre la mesa.

Los peritajes confirmaron que ella misma escribió la carta, y que los asesinatos ocurrieron con brutal precisión. A Seltzer lo atacó mientras dormía, sin darle tiempo a incorporarse. Luego fue por Ian, que intentó escapar pero murió en el comedor tras recibir múltiples heridas. Ivo, el más chico, fue apuñalado en su cama cucheta. Todo duró poco más de una hora, según los forenses, y Laura sobrevivió un tiempo más, suficiente para escribir y luego arrastrarse hasta el baño, donde murió tras apuñalarse el pecho.

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Laura Leguizamón mató a su esposo e hijos y luego se suicidó. Dejó una carta. Estaba medicada por trastornos psicóticos. La escena mostró brutalidad extrema y signos de crisis mental severa.

Laura Leguizamón mató a su esposo e hijos y luego se suicidó. Dejó una carta. Estaba medicada por trastornos psicóticos. La escena mostró brutalidad extrema y signos de crisis mental severa.

En la casa había psicofármacos recetados para trastornos de personalidad y episodios psicóticos. Las pericias también revelaron huellas, rastros de sangre y comportamientos típicos de alguien que sufre una crisis mental grave. Todo apuntó a una sola agresora y a un hecho sin intervención de terceros.

Lo que más impacta es que ambas tragedias tienen patrones comunes: violencia familiar en silencio, personas con antecedentes psiquiátricos, ausencia total de denuncias previas, y una aparente normalidad que escondía un estallido interno. Tanto Dellarciprete como Leguizamón construyeron un relato público de armonía, pero puertas adentro, la oscuridad crecía sin freno ni contención.

El mensaje que dejan estos dos casos es de horror, pero también fundamentalmente de urgencia: necesitamos mirar más allá de las apariencias, hablar de salud mental en serio y dejar de minimizar los signos de alarma. Porque a veces, el infierno está donde menos lo imaginamos.

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