OPINIÓN

A LAS URNAS EN OCTUBRE

Una campaña contracíclica en el escenario electoral argentino

El escenario político-social-económico argentino es muy complejo. Y abunda el escepticismo aún entre quienes tienen su sufragio ya definido. Hay sólidos fundamentos para esta realidad, y aquí Gustavo Hierro las detalla:

El sorprendente resultado de las PASO del 11 de agosto instaló en la democracia argentina un curioso clima contra cíclico.

En un país en el que todo el tiempo los políticos suelen hostigar a la población a un ambiente de campaña casi permanente, incluso en años no electorales, dos semanas después del lanzamiento formal de la carrera por la Presidencia no se visualiza ni en los grandes medios de comunicación, ni en las redes sociales, ni en la calle, movimientos que indiquen el característico frenesí político y social que preanuncia cualquier nueva elección de autoridades.

Parece tratarse más bien de un juego en el que, por distintas razones, en los dos candidatos principales prevalece la moderación, y entre quienes los escoltan en el voto popular, una inactividad casi rayana con la prescindencia.

Alberto Fernández necesita sobreactuar esa calma, porque más allá de su intención de mantener el status quo tras haber obtenido en la encuesta de agosto 15 puntos por encima del Presidente, Mauricio Macri, y casi la mitad de los votos positivos nacionales –situación que le otorga una ventaja considerable-, también sabe que representa a un sector político tachado de controversial y extremo, con una candidata a vicepresidente que enfrenta varias causas judiciales por corrupción y que es rechazada por una parte importante de la sociedad.

El Presidente Macri, en cambio, necesita imperiosamente dar un golpe de timón a su campaña para romper con lo que parece perfilarse como una derrota que muchos de sus colaboradores creen inevitable. Sin embargo, hace exactamente lo contrario: No puede superar el estado de ensimismamiento y sopor en el que su gobierno cayó hace poco más de un mes, ni tampoco logra cambiar el humor derrotista que lo rodea en la propia Casa Rosada y que contagia a buena parte de su gabinete. 

Ni el candidato de Unión Por Todos ni el de Juntos Por el Cambio enfrentan un escenario fácil.

Macri concentra sus energías en intentar manejar la crisis económica para que el dólar no se dispare y la inflación pueda, finalmente, (después de un agosto calamitoso con un 4% de incremento mensual y un 54,5% interanual según el INDEC), mostrar algún signo de retroceso.

Él necesita un alivio, aunque sea menor para un gobierno que vio licuada la mayor parte de su capital político tras la gran encuesta nacional de las PASO, cuya gobernanza corre severos riesgos. 

El gobierno enfrenta dificultades reales de financiamiento y es señalado por algunas noticias y rumores difundidos en la última semana, que generan inquietud entre los agentes económicos.

Por un lado, trascendió que el FMI no girará la partida acordada de U$S 5.400 millones como parte del programa de asistencia a la Argentina, al menos hasta después de la 1ra. vuelta electoral. Aunque desde Finanzas aseguran que ese desembolso no pone en riesgo la capacidad de pago del Gobierno –recordemos que hace tres semanas el Ejecutivo planteó un 'reperfilamiento' de los vencimientos de deuda con el organismo multilateral-, en los últimos días trascendió como rumor que Macri habría autorizado recurrir a recursos previsionales de la ANSeS en caso de producirse alguna necesidad extrema de liquidez. 

Ciertas o no, versiones como ésta, que son moneda común en las redes sociales, después se extienden a los medios y desde todas las plataformas de la opinión pública permean al conjunto de la sociedad y a los agentes económicos que deciden sus conductas a partir de las expectativas. Esta realidad construida socialmente es de creciente desconfianza, y los actores políticamente relevantes –sobre todo, los de la oposición- no parecen interesados en contribuir a calmar las aguas, sino más bien todo lo contrario.

Hasta el momento, la campaña parece más bien jugarse en el Congreso de la Nación. En las últimas dos semanas, ambas cámaras legislativas aprobaron una consensuada Ley de Emergencia Alimentaria que tendrá vigencia hasta 2022 y que supone la inyección de al menos $10.000 millones adicionales a las partidas alimentarias que el gobierno destina a políticas sociales.

Ambos partidos mayoritarios necesitaban la aprobación del instrumento:

> el oficialismo, para aligerar la conflictividad social en el tramo final del mandato; y

> el kirchnerismo, para allanar el terreno a Fernández para que asuma en un escenario menos conflictivo, en caso de imponerse en la compulsa nacional de octubre. 

Es curioso, pero el hemiciclo de la Cámara Alta se transformó en la caja de resonancia de los temas conflictivos vinculados al barro político. En la sesión de este miércoles 18/09, por ejemplo, mediante el uso de sucesivas mociones de privilegio, varios senadores pasaron revista a cuestiones chicaneras tales como el uso del avión sanitario de Tucumán para un asado partidario, o la supuesta responsabilidad del gobierno nacional por la falta de cobro de sueldos de los docentes que dependen del gobierno de la provincia de Chubut. Temas que los candidatos, curiosamente, no mencionan, aunque ocupan la primera plana. 

Macri tomó la aprobación de la ley como un bálsamo, mientras resiste estoico los ataques de sus opositores, incluida la Iglesia Católica Apostólica Romana. El incidente con el arzobispo de Salta, quien increpó duramente al Primer Mandatario, demuestra que el clero católico, alineado con el Papa Francisco, ya votó en contra del Gobierno y a favor del principal candidato opositor. De más está decir que ese culto tiene gran predicamento, sobre todo, en el Norte argentino.

Pero no sólo los extraños mantienen sitiado a Mauricio Macri. El Presidente también sufre una atmósfera enrarecida provocada por el fuego amigo. Se ofusca ante el desánimo de sus colaboradores más cercanos y por los reproches que provienen de la llamada “ala política” de la coalición Cambiemos, fundamentalmente desde el radicalismo y de algunos sectores internos del propio PRO, que le exigen una autocrítica.

Para peor, a diferencia de lo que ocurría en la etapa previa a las PASO, su campaña ahora marcha por carriles diferentes a la de una de sus dos principales espadas históricas junto con Horacio Rodríguez Larreta: Hablamos de María Eugenia Vidal. 

Visiblemente enemistada con el (muy criticado) jefe de Gabinete nacional, Marcos Peña –a la sazón jefe de la campaña presidencial-, la gobernadora bonaerense se replegó hacia su propio equipo, coordinado por Federico Salvai, e intentará la proeza de revertir con timbreos y con presencia física los 18 puntos abismales que la separan en el principal distrito del país de Axel Kicillof, el candidato kirchnerista.

Vidal intenta diferenciarse de su líder político, se reúne con los intendentes y, según recogen la mayoría de los medios de comunicación, les recomienda que en caso de necesidad promuevan el corte de boleta.

Por cierto, un dato relevante es que la gobernadora ya se ausentó de una reunión de la mesa chica que coordina la campaña del Presidente.

En ambos distritos –Nación y Provincia- los respectivos gobiernos lanzaron medidas de auxilio al ingreso de las familias y a las PyMEs, a través de reducciones de impuestos, eliminación de IVA a productos básicos, reprogramaciones de vencimientos y pagos de bonos.

Pero muestran poca convicción respecto de esas medidas, y por eso, buena parte de los agentes económicos tienden a no creerlas. Es natural, porque muchas de las iniciativas exhibidas, sobre todo por el Ejecutivo Nacional, en los últimos 30 días, contradicen en forma abierta al credo macrista, vinculado con la no intervención estatal de los mercados, la desregulación y la reducción del déficit fiscal.

Desde el oficialismo argumentan que se trata de una respuesta del Gobierno a una situación de emergencia económica que afecta al conjunto de la sociedad. Pero en términos de estricta real politik, la traición a sus propias convicciones podría ser interpretada como una derrota política importante del Presidente.

Sin embargo, Macri se muestra resiliente y se propone –a instancias de Peña y de su asesor, ahora en las sombras, Jaime Durán Barba- a visitar en treinta días, treinta ciudades en las cuales esté en condiciones de recuperar votos. Una de las principales críticas que se le hicieron a Macri, a Peña y al ecuatoriano sobre la primera parte de la campaña, fue que se jugó enteramente en las redes sociales y que Macri no tuvo suficiente contacto con el territorio. Ahora se intenta enmendar esto, con la búsqueda de construir una nueva mística.

La empresa es difícil, pero discursivamente el Presidente no puede darse el lujo de desecharla: Gane o pierda, necesita seguir gobernando hasta el 10 de diciembre, una meta ya de por sí ambiciosa. Mientras tanto, el ingeniero publicó en la red social Twitter un mensaje minimalista (“#SiSePuede”), que en cierto modo representa la pobreza franciscana de sus circunstancias personales en la política. Mientras tanto, él deberá equidistar entre sus dos roles, el de candidato y el de Presidente. 

Por otra parte, en las filas de la alianza Unión Por Todos se vive un delicado equilibrio que llena de dudas el futuro de la gobernabilidad con un Alberto Fernández triunfador en las elecciones de octubre. En las últimas semanas el candidato del kirchnerismo pareció concentrarse más en atender el juego político hacia el interior de su fuerza antes que antagonizar con el actual gobierno.

Mientras, tal como anticipamos, ensaya moderación en sus apariciones públicas, debe lidiar con exabruptos de otros dirigentes de su espacio que asustan a la opinión pública.

Más allá de estas cuestiones de tono, parecen dibujarse en la coalición opositora dos vertientes con ideas divergentes:

> Por un lado, una liga más moderada que lidera el propio candidato a presidente con los sectores más ortodoxos del peronismo (gobernadores provinciales y sindicalistas), y

> por otro, otra agrupación que responde a Cristina Kirchner y que integra a sus organizaciones más ultra, como La Cámpora y los movimientos sociales. 

Fernández aseguró varias veces que él gobernará con el apoyo de los gobiernos provinciales, y este mensaje parece dirigirse más al seno de su propio espacio que al conjunto de la sociedad.

Por otro lado, tras pedir prudencia y bajo perfil apareció el dirigente de la CTEP,  Juan Grabois, proponiendo una reforma agraria, y los movimientos piqueteros sitiaron al Congreso y a la Avenida 9 de Julio (con acampe incluido), para reivindicar la sanción de la Emergencia Alimentaria y exigir un aumento en los montos destinados a planes sociales.

Está claro que, de confirmarse la victoria kirchnerista en octubre, gobernará el país una fuerza heterogénea, con facciones que deberán aprender a convivir aunque en varios aspectos parecen mantener posiciones irreconciliables.

Consciente de esto, el candidato Fernández hace lo posible por mantenerse a flote en la turbiedad de esas aguas, aunque eventualmente sus declaraciones públicas suelen disparar nuevas dudas.

Los medios de comunicación, mientras tanto, han experimentado una metamorfosis increíble, al igual que muchos politólogos y analistas, tras la imprevista y apabullante victoria de Alberto Fernández en las PASO. La mayoría de ellos dio una vuelta de campana y ya lo presentan como presidente electo, aunque aún no se jugó la primera vuelta de las elecciones generales. Colaboran, así, con la posibilidad de que se auto cumpla la profecía que se afanan por anunciar.

Los artículos más relevantes de la semana en curso sobre la campaña tienen que ver con los nombres que Fernández estaría barajando para armar su eventual gabinete de gobierno: Son, en sí mismos, piezas de propaganda política más eficaces que cualquier afiche o spot publicitario para el principal candidato opositor, dado que prácticamente dan por sentada su victoria.

Finalmente, mientras se comienza a comentar el formato que tendrá el debate entre candidatos a presidente los postulantes  minoritarios perdieron presencia en el concierto de la opinión pública. Tanto José Luis Espert como Juan José Gómez Centurión languidecen en espacios menores y centran su campaña en las redes sociales. Roberto Lavagna, quien con poco más del 8% de los votos es el tercero en discordia entre Macri y Fernández, tuitea críticas al actual gobierno y se presta a algunas entrevistas en cable en las que básicamente ataca con dureza al modelo económico vigente.

Sin embargo, no adoptó hasta el cierre de este artículo un perfil alto de campaña. Trascendió en las últimas semanas que su equipo habría mantenido entrevistas con el espacio kirchnerista. En caso de ganar, Fernández estaría interesado en integrar al ex ministro de Economía a su gobierno, a la cabeza de un ministerio.

Por ahora, son sólo especulaciones en un país en el que la experiencia histórica demuestra que, superados los procesos electorales, los peronistas tienden a reunificarse y a reproducirse.

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