DEBATE

El Frente para la Victoria, entre Adriana y Massera

Es interesante considerar que la relación de algunos herederos de la guerrilla de los '70, con el poder político presente, para beneficiarse de ello, repite, algunas de las ambiciones que alimentaron junto a Emilio Eduardo Massera.

 

por EDGAR MAINHARD
 
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). El debate que ocurre en Brasil, acerca del inicio del trabajo de la flamante Comisión de la Verdad, resulta muy interesante: ¿es apropiado circunscribir la investigación a los delitos cometidos por los represores cívico-militares, o también es menester indagar en aquellos cometidos por los guerrilleros/combatientes/terroristas?
 
Es obvio que la tendencia imperante en Brasil, en un año electoral con baja de la actividad económica y numerosos casos de corrupción identificados en el gabinete presidencial, circunscribirá la pesquisa a los represores cívico-militares, a quienes el Estado les ordenó defenderlo, aunque aparentemente sin exigirles respetar los derechos y obligaciones que dan nacimiento a ese Estado.
 
Esta grave transgresión de parte de quienes reprimieron ¿disminuye la responsabilidad de quienes atentaron contra el Estado?
 
En la Argentina, aún cuando ambos extremos fueron beneficiarios de varias leyes y un indulto presidencial, por necesidades políticas de los gobernantes de turno, se decidió considerar nulo por inconstitucional todo lo realizado por la propia democracia representantiva, y recomenzar la investigación judicial, pero enfocada exclusivamente a los posibles delitos de los represores, sus simpatizantes y posibles encubridores. 
 
En fecha reciente se ha decidido ampliar los procesamientos por supuestos delitos de lesa humanidad, apuntándose, por móviles políticos, a empresarios y empresas, a partir del caso Papel Prensa/herederos de David Graiver, un hombre de negocios que administraba recursos financieros obtenidos ilegalmente por la organización Montoneros.
 
No ha finalizado la polémica -y la situación en Brasil la recicla- acerca de las consignas del Frente para la Victoria para reivindicar la memoria de Montoneros.
 
Si bien al recuperarse la democracia, en el marco de la llamada Teoría de los 2 Demonios, existió una condena social tanto a los represores como a las organizaciones que desafiaron a Juan Perón y apostaron al derrumbe de la democracia representantiva, allanando el camino al Proceso de Reorganización Nacional, que reprimió sin piedad a muchos de sus militantes, desde 2003 el Frente para la Victoria (Administración Kirchner) intentó una oportunista revisión histórica favorable a las organizaciones armadas, sus militantes y simpatizantes.
 
La eliminación del prólogo de Ernesto Sábato del informe Nunca Más, de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep); y el ocultamiento/manipulación de la cifra real de personas detenidas-desaparecidas para permitir instalar la sobrevaluada estimación de 30.000 personas, fueron decisiones políticas que intentaron consolidar un discurso que le diera contenido al FpV.
 
El kirchnerismo cristinista elaboró una sesgada reivindicación de los '70 que apunta a conseguir la simpatía y movilización de muchos jóvenes que ignoran la trama de la tragedia, y entre quienes encuentra una oportunidad electoral considerable. A ellos se les expone el supuesto sacrificio de jóvenes idealistas que buscaban una sociedad mejor, un enfoque muy sesgado del capítulo argentino de la Guerra Fría.
 
Con tal de alcanzar su objetivo de empatía juvenil, el Frente para la Victoria decidió asumir, inclusive, una complicidad en la mercantilización de la sangre que intentan algunos interesados en, exclusivamente, beneficiarse con un programa de resarcimiento patrimonial pagado por el Estado, complementario de las anteriores indemnizaciones ya abonadas en el pasado (gobiernos de Raúl Alfonsín y de Carlos Menem).
 
Los soberbios
 
Para alcanzar el objetivo de reescribir la historia reciente fue necesario menguar lecturas como la de Pablo Giussani, en Montoneros, la Soberbia Armada, texto decisivo de los años '80.
 
En el epílogo de esa obra, el autor explicó la dedicatoria del libro a la adolescente Adriana Lidia Kornblihtt, integrante de Montoneros muerta a los 16 años cuando intentaba colocar una bomba.
 
Una perejil, podría decirse, aunque hay relecturas sobre el significado de su muerte.
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"(...) la criminalidad del régimen instaurado en la Argentina el 24 de marzo de 1976 es un clarísimo dato de la realidad, poco menos que universalmente reconocido y condenado como tal. El mal, aquí, está a la vista. No necesita ser descubierto, desentrañado, identificado bajo apariencias engañosas y revelado a conciencias que lo ignoraban. Su ostensibilidad es tanta, que cualquier empeño en condenarlo resulta un ejercicio literario o una tautología retórica, pero no un aporte enriquecedor a la conciencia de la gente.
 
Las responsabilidades que se esconden tras la muerte de Adriana, en cambio, son más esquivas, menos reconocibles. En contraste con las del régimen militar, expuestas desnudas a la abominación universal, estas otras se ven protegidas y disimuladas por una prestigiosa fraseología revolucionaria y por un peculiar estado de conciencia que genera en cierta clase media ilustrada predisposiciones a compartir, comprender o disculpar toda irregularidad que se cometa en nombre de la revolución.
 
(...) Con horror pienso en el trágico fin de Adriana y en la personalidad de quien pudo haberla programado para esta inmolación. Si luego trato de asignar un rostro y un nombre a esta personalidad, encuentro entre sus identidades posibles la de Paco, mi viejo y querido amigo Paco Urondo. Mi condena no se atenúa con este rostro a la vista; sólo se hace más doliente. Porque el rostro de Paco transparenta otros rostros, materialmente más distantes de aquel infanticidio, pero igualmente comprometidos en la cultura que lo hizo posible. Rostros que incluyen el mío, y los de toda una generación que pregonó la dialéctica de las ametralladoras, en un rapto de frivolidad literaria que más tarde sería asimilado en términos menos librescos por sus hijos."
 
Sin embargo, hay rechazos contemporáneos a aquel enfoque de Giussani.
 
Por ejemplo, el de Hugo Soriani, quin reivindicó a Adriana:
 
"(...) muy buena alumna en el Colegio Nacional de Buenos Aires, donde cursó primero y segundo año, para luego pasar a una escuela técnica de Lanús, cuando la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), la agrupación de la Juventud Peronista donde militaba, ordenó a sus miembros replegarse a escuelas de barrios populares para desarrollar allí la tarea política asignada. 
 
(...) Adriana tenía 16 años cuando la sorprendió la muerte en un estallido y hacía más de uno que era montonera. El periodista Pablo Giussani le dedicó un libro que ella hubiera repudiado, porque los 16 de Adriana eran los de toda una generación que decidió patear el tablero y jugarse a suerte y verdad por convicciones que no alcanzaba sólo con declamarse. (...)".
 
Los violentos
 
En su ensayo La Polémica sobre la Lucha Armada en Argentina, Pablo A. Pozzi, más afin al Ejército Revolucion del Pueblo (ERP) que a Montoneros,  plantea una profunda reivindicación de la relectura de los años '70.
 
"(...) Pero la represión y las insuficiencias de la guerrilla por si solas, no explican por qué organizaciones grandes y poderosas desaparecieron en un año y medio de represión intensa. En mi trabajo he sugerido varias respuestas. Una me parece particularmente importante: las organizaciones se equivocaron en cuanto al nivel de conciencia revolucionaria alcanzado por el conjunto de la población. Dicho de otra forma: la combatividad no necesariamente es conciencia. 
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Creo que el caso de Montoneros es similar. Lo notable del período es que todas las organizaciones, armadas y no armadas, peronistas y marxistas, que planteaban el cambio social crecieron en forma impresionante y muy rápidamente. De hecho todas las organizaciones políticas reclutaron peronistas, no peronistas, y una gran cantidad de gente casi sin antecedentes políticos previos. (...)
  
El crecimiento de las guerrillas se dio principalmente después de 1973 llegando a un pico en las jornadas del Rodrigazo, en 1975, donde el componente obrero de las mismas creció en forma notable. Sin embargo, un lugar común de la bibliografía es remarcar que la inserción guerrillera entre la clase obrera fue dificultada por el accionar armado. Así, cuando José Amorín o Miguel Bonasso critican a Montoneros por ejecutar a José Rucci, planteando que la clase obrera repudiaba esa acción, no explican por qué tantos activistas trabajadores ingresaron a la misma después de ese momento
 
Si esa acción fue un parteaguas político, no explican tampoco porqué ellos no se alejaron de la organización. (...)".
 
¿Es cierta semejante apreciación?
 
Soldados de Peron, de Richard Gillespie, plantea un rechazo a esas apreciaciones.
 
Para este autor, a causa de una magra inserción sindical que provocó, por ejemplo, que la Confederación General del Trabajo condenara el secuestro de Pedro Eugenio Aramburu, Montoneros solamente consiguió popularidad durante la campaña política a fines de 1972 (los blancos favoritos de Montoneros fueron, en esa etapa, los símbolos del privilegio oligárquico: el Jockey Club, las instalaciones de campos de golf y clubes de campo, guarderías de lanchas, etc. Al no matar soldados y atacar muy pocos policías, no dieron ocasión a sus enemigos de presentarlos con éxito como “sanguinarios terroristas”). Pero las estructuras sindicales peronistas nunca coincidieron con Montoneros, y su Juventud Trabajadora Peronista resultó más un proyecto muy promocionado que una realidad. Montoneros asesinó a José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT.
 
De acuerdo a Gillespie, Juan Perón percibió con claridad que sus “formaciones especiales”, aún cuando acosaban a la Revolución Argentina, eran incapaces de organizar el apoyo de las masas de modo que la restauración peronista condijera al establecimiento de la patria socialista que preconizaban. 
 
Por eso Perón se sintió seguro de convivir con ellos. Y, ya alcanzados ya sus propósitos, decidió desprenderse de la “juventud maravillosa”, acusándolos de infiltrados y mercenarios.
 
Volviendo a Pozzi, luego él introduce un debate:
 
"(...) Para Julio Santucho: “Si en 1973 la izquierda argentina hubiera comprendido que el ciclo insurreccional estaba cerrado y hubiera tenido la capacidad de hacer política revolucionaria en las nuevas condiciones, de elaborar un proyecto de conquistas democráticas y de disputar el consenso al peronismo en el marco democrático, la lucha armada no se hubiera prolongado después de las elecciones”.
 
Esta frase no tiene desperdicio porque sintetiza el pensamiento de muchos de los “setentistas” reformados
 
La hipótesis central de este planteamiento es que era correcto hacer la lucha armada en contra de la dictadura de 1966-1973, pero que fue un error continuarla una vez regresado Perón. La continuación de la lucha armada llevó al aislamiento y a la eventual derrota guerrillera. Esto se vería refrendado en obras aparentemente serias y científicas. 
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Mi planteo es que la guerrilla si valoró la democracia, pero que su definición de este término equivalía a “voluntad popular”. En este sentido el parlamentarismo capitalista era, en el mejor de los casos, una democracia restringida. En cambio la democracia guerrillera se asentaba en la movilización popular, y se concretaba en la conformación de formas de organización con características de poder dual: comisiones villeras, agrupaciones sindicales y estudiantiles, comités de base y un sinfín de otras formas que permitían plantear la conformación de un poder popular genuinamente democrático. (...)".
 
Pozzi reconoce, entonces, que la guerrilla quería modificar el Sistema (al que llama "democracia restringida"), ¿por qué no habría de defenderse ese Sistema de un ataque semejante? Es más: ¿Por qué negarle al Sistema su legítimo derecho a defenderse?
 
Esto reduciría el debate a la metodología de la represión, pero lo que está cuestionando el Frente para la Victoria, con sus veleidades refundacionales, es la defensa del Sistema.
 
Luego, el fracaso estrepitoso de las expresiones políticas de la guerrilla (Partido Revolucionario de los Trabajadores, en el caso del Ejército Revolucionario del Pueblo; Partido Auténtico, en el caso de Montoneros), demostró su limitada capacidad para competir en el marco del Sistema al que, entonces, despreciaron.
 
El Partido Peronista Auténtico, luego Partido Auténtico, creado como respuesta al dominio del Partido Justicialista ejercida por la ortodoxia que respondía a María Estela Martínez de Perón y José López Rega, se presentó a elecciones en la provincia de Misiones, en abril de 1975, en alianza electoral con el partido Tercera Posición. Obtuvo un magro 5% de los votos. El 24/12/1975, el partido fue declarado ilegal. El 20/04/1977, en Roma (Italia), el Partido Peronista Auténtico fue cofundador del Movimiento Peronista Montonero, integrándose al mismo.
 
Los soldados 
 
Montoneros Soldados de Massera / La Verdad sobre la contraofensiva montonera y la logia que diseñó los '70, por Carlos A. Manfroni (Editorial Sudamericana, 376 pag.), resulta terrible para todo el abordaje reciente de la guerrilla.
 
Claudio Uriarte, en su notable texto Almirante Cero / Biografía no autorizada de Emilio Eduardo Massera (Planeta/Espejo de la Argentina, 504 pag.), no alcanzó a profundizar acerca del vínculo entre importantes integrantes de Montoneros y el jefe de la Armada e integrante de la Junta Militar. Sin duda ese vínculo fue uno de los secretos de la vida y la muerte en el centro de detención ilegal ESMA y también en otros lugares 'operativos' como el Centro Piloto, en París, Francia.
 
Manfroni intenta profundizar en denuncias que llevaban varios años ya (la más conocida provino de Martín Edwin Andersen) acerca de la supuesta funcionalidad o sociedad entre algunos prominentes jefes montoneros y organismos militares.
 
Manfroni le agrega la conocida relación entre Perón y la logia Propaganda Due (que tenía una teoría de agitación desde los extremos, conocida como "negros y rojos"), la promoción institucional de Massera que ordenó Perón, la ambición presidencial de Massera y su vínculo con el "Venerable Maestro" Licio Gelli, y relevantes combatientes montoneros participando de la estrategia política del entonces almirante que había recibido el mandato, en la distribución de tareas de la Junta Militar, de destruir a la organización Montoneros.
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Por cierto que una historia turbia y compleja pero no increíble. Algunas frases de Manfroni para construir el contexto:
 
> "El ex marino Antonio Pernías confirmó que un contingente de la Armada viajó con un grupo de montoneros a Suiza a sacar parte del dinero que los montoneros tenían depositado allí, y que fue a parar a la caja de Massera".
 
> "Hubieron acuerdos entre Montoneros y Massera en París y en la Isla Margarita (Venezuela), con la presencia de Muamar Gadafi y Nicolae Ceaucescu. Los Montoneros entrenaron para su contraofensiva en Libia. Siempre reconocieron que lo hicieron en El Líbano y Siria. Callaron ese destino porque Massera, López Rega y Gadafi tenían negocios en común".
 
> "Hubo otra reunión en casa de Licio Gelli, jefe de la Propaganda Due, en Roma. Precisamente, el Grupo de Tareas 3.2.2, de la Escuela de Mecánica de la Armada, mató a Elena Holmberg por ser testigo de esos acuerdos, al igual que matan a los periodistas Héctor Agulla y Rodolfo Fernández Pondal, y al diplomático argentino en Venezuela Hidalgo Solá. Finalmente, asesinan a Marcelo Dupont, confundiéndolo con Gregorio Dupont, que había conversado con Holmberg".
 
> "Todos los atentados ejecutados durante la contraofensiva los realizaron con zonas liberadas y con absoluta impunidad, sin que se atrapara a ninguno. El ataque a la casa de la familia Klein reunió a 25 montoneros son que apareciera la Policía durante 25 minutos. Dinamitaron la casa y los bomberos demoraron una hora y media. La zona estaba controlada por Suárez Mason, socio de Massera. Todos ellos -añadió- tenían interés de hacer desaparecer al equipo económico para que asumiera el poder Massera y sus amigos pudieran hacer negocios. Massera los protegió en el país y con su influencia en otros países donde estuvieron".
 
> "Mientras revisaba un expediente sobre el secuestro del empresario de Mercedes Benz Henrich Franz Metz, vi que el tesorero de Montoneros había sido liberado, mientras que muchos de sus compañeros murieron en la ESMA o fueron arrojados al mar. Inmediatamente, supuse –y supuse bien– que había habido un arreglo de dinero. Pero como había otras señales, imaginé que el acuerdo era más extenso."
 
Es obvio que el enfoque presente en la Administración Cristina acerca de Montoneros será insostenible en el tiempo. Textos como el de Manfroni permiten anticipar que, cuando el Frente para la Victoria abandone el poder, habrá un cambio de época al respecto y, probablemente, se regrese a aquella Teoría de los 2 Demonios de los años '80, que permitió los indultos y el intento de pacificación de los años '90. 
 
Así, desde el punto de la memoria de la sociedad, la problemática de Montoneros que surge del relato de la Presidente, destinada a justificar la militancia juvenil kirchnerista (los herederos de Adriana Lidia Kornblihtt), ha resultado una muy onerosa involución que, además, ha desgastado la credibilidad de la legítima defensa de los derechos humanos.
 
Lo más interesante, de todos modos, es la relación de algunos herederos de la guerrilla de los '70, con el poder político para recibir algunas ventajas por ello, repitiendo, en parte, en su vínculo con el Frente para la Victoria, las ambiciones que alimentaron junto a Massera. 

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