AVATARES DE MAURICIO MACRI

El poder que no se usa, se pierde

Tal como Ignacio Zuleta le explicó tiempo atrás a Carlos Pagni y Nico Dujovne, Mauricio Macri perdió la elección 2015 (o sea la 1ra. vuelta, que ganó Daniel Scioli). Macri ganó el balotaje, que es algo así como una definición por penales, una instancia que depende más del azar que de la planificación y la voluntad. Por si faltara algo: en la política, el que perdió sigue jugando, algo que no sucede en el fútbol porque el rival pasa a ser otro equipo. Pero esto nunca lo tuvieron en cuenta ni Macri ni los macristas, y es un condicionante desde el 10/12/2015. Si Macri hubiese interpretado lo que realmente ocurrió en el comicio, más allá del autobombo y de la acción de prensa de Clarín y La Nación, probablemente su agenda de gestión hubiese sido diferente. Pero no se puede regresar atrás. El presente es de previsible choque con la oposición que intenta crecer, y el sindicalismo, consecuencia de que la economía 'no funca', algo que Urgente24 advirtió desde el inicio del mandato, a pesar de las críticas de la gente del PRO que consideraba que era las advertencias eran injustas. Es decir: Macri llegó donde era previsible que estaría en septiembre de 2016, sin sorpresa alguna. Acerca de esta coyuntura escribió Claudio Chiaruttini su editorial para su programa radial "Sin Saco y Sin Corbata".

por CLAUDIO M. CHIARUTTINI

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata). El sindicalismo prepara el 1er.  paro general contra Mauricio Macri y, como quiere que sea contundente, por primera vez desde el regreso de la democracia, las 3 CGT peronista se sentaron con las 2 CTA, las organizaciones trotskistas, neomarxistas y piqueteras y la ex kirchnerista  ahora massista, Movimiento Evita; confirmando que no los une el amor, sino los fracasos económico de la gestión del PRO y el creciente sentimiento antimacrista que crece en una parte de la sociedad.

El peronismo, el kirchnerismo y la izquierda están usando a Mauricio Macri para superar sus internas y fracasos electorales y rearticularse para intentar ir por el poder. La crisis económica es la excusa lógica e ideal para ocultar que la intención es volver a recuperar prebendas que mucho tuvieron durante 12 años, en la pseudo “Década Ganada”.

El gremialismo peronista es impaciente con los gobiernos no peronistas. Como a Mauricio Macri, el primer paro a Raúl Ricardo Alfonsín fue a 9 meses de asumir (un 9 de Septiembre de 1984), Carlos Saúl Menem lo tuvo cuando cumplió 40 meses en la Casa Rosada, Fernando de la Rúa tuvo menos suerte (el primer paro lo hizo la CTA, a menos de 3 meses de jurar), Néstor Kirchner no tuvo ninguno y Cristina Fernández tuvo luego de 6 años y 4 meses (76 meses) de calma sindical. Sin duda, todo un récord.

La contraparte de los paros sindicales es que el peronismo, en las 3 oportunidades, estaba digiriendo una derrota electoral y las protestas estaban relacionadas con la reestructuración y pelea del poder dentro del justicialismo y sus derivaciones. Así, el paro general que deberá enfrentar Mauricio Macri tiene sostén frente al 5to. año de estanflación y la falta de “brotes verdes”, pero su motivación es política, no económica.

Mauricio Macri, comparado con Raúl Ricardo Alfonsín y Fernando de la Rúa, ha sido el Presidente de la Nación más generoso, hablando en dinero, y que menos trabas le ha puesto al sindicalismo; algo que las centrales gremiales no están dispuestas a tener en cuenta. En cambio, mostraron una infinita paciencia con los gobiernos peronistas, quizás, porque entre peronistas el diálogo es otro y las “motivaciones” para el acuerdo son fuertes.

Néstor Kirchner dejó un legado de cómo tratar con el peronismo y con el sindicalismo: usando rebenque y billetera. Hasta ahora, Mauricio Macri usó billetera (por ejemplo, modificando el Mínimo no Imponible del Impuesto a las Ganancias, o devolviendo el 15% de la retención de la ANSeS a las provincias, o pagando la deuda a las obras sociales que dejó Cristina Fernández por tratamientos de enfermedades de alta complejidad o crónicos). Sin embargo, ninguno de los aportes del macrismo parece suficiente para conseguir “paz social”.

Cada entidad gremial tiene una necesidad política diferente. Las 3 CGT disputan con los gremios de la izquierda combativa y la CTA la representatividad de la protesta social. Ya han perdido muchos afiliados en manos de estos grupos y quieren recuperar protagonismo a costas del Gobierno de Mauricio Macri. Las 2 CTA lograron, por primera vez en 15 años, sentarse en el Ministerio de Trabajo, pero no les alcanza, están en una durísima lucha interna para la reunificación. Y los colectivos piqueteros y kirchneristas, ahora massistas en el caso del Movimiento Evita, buscan su institucionalización como intermediarios entre obreros y patrones.

El poder que no se usa, se pierde; y las centrales laborales buscan sumar poder a costa de esmerilar a Mauricio Macri y su gobierno. La lucha es conveniente con el enemigo que han construido del Presidente de la Nación, al que no dudan de calificar de “Menem sin patilla”, tal como dijo Pablo Moyano; neoliberal, como asegura la CTA o, simplemente, “un hijo de puta”, como descalificó Hebe de Bonafini en uno de sus usuales exabruptos.

Pero la preparación del paro general se suma a una serie de derrotas políticas que tuvo el Gobierno desde el fallo contrario de la Corte Suprema de Justicia por el aumento del gas. El peronismo ha comenzado a acelerar su proceso de reestructuración, Sergio Massa intenta mostrarse como la figura de alternativa a Mauricio Macri, Elisa Carrió juega su propio juego, a espaldas de las necesidades del Gobierno; y dentro del Gabinete han estallado todas las internas ministeriales al mismo tiempo.

El Grupo Esmeralda, compuesto por los nuevos “Barones del Conurbano” se unió a un grupo de recién electos gobernadores y lanzaron una nueva versión del “Peronismo Renovador”. Sin embargo, en la convocatoria (aunque no fueron invitados a subir al palco) aparecieron José Ottavis, Daniel Scioli, José Luis Gioja y Gildo Insfran, entre otros; celebrando el triunfo electoral de Antonio Cafiero en las elecciones legislativas de 1985. Todo un símbolo, dado que Cafiero se quedó con las ganas de ser Presidente de la Nación, la “renovación” nunca llegó al poder (fue derrotada por el naciente menemismo) y casi todos los presentes fueron usuales aplaudidores de los miles de actos que encabezó Cristina Fernández.

La nueva “renovación peronista” sólo deja afuera a los que protagonizaron la derrota electoral 2015, algo que no parece haberse dado por enterado Daniel Scioli; corre a un costado algunas figuras claves del kirchnerismo y trata de poner un “cordón sanitario” alrededor de aquellos ex funcionarios que acumulan decenas de causas judiciales por corrupción. Así, son “renovación”, ma non troppo.

Pero mientras el peronismo llega “con el caballo cansado”, Sergio Massa elige a Margarita Stolbizer como aliada en Provincia de Buenos Aires, y ratifica su alianza con José Manuel De la Sota, quien ya lanzó su candidatura a Diputado Nacional para las elecciones del año que viene. El 3 veces ex gobernador, ex diputado nacional y ex senador nacional quiere colocar su nombre a la cabeza de la lista para asegurarse que ningún voto delasotista escape hacia el PRO; todo esto mientras Mauricio Macri cierra un acuerdo con Juan Carlos Schiaretti para cubrir la crisis de la caja de jubilación provincial. Una extraña forma de hacer política por parte del macrismo, sin duda.

El massismo comenzó a endurecer su discurso y el terreno que eligió para chocar con PRO fue donde el Gobierno tiene más problemas, el económico; pero Sergio Massa deberá afinar mucho su propuesta, dado que levantar banderas de proteccionismo lo aleja de los votantes macristas y lo acerca a los industriales que apoyaron a Guillermo Moreno; y no puede reclamar más Estado y proponer bajar impuestos, al mismo tiempo.

Pero que el sindicalismo salga a la calle, el peronismo intente reestructurarse con velocidad y que el massismo ataque en el terreno económico, son efectos naturales de la escasez de “brotes verdes” y de una reactivación perezosa para hacerse ver. Estas condicionantes también son claves para entender porqué comenzaron a estallar las internas en el Gobierno, más allá de las ya conocidas en el Gabinete Económico.

Seguridad, Aduana e inteligencia de Estado son rubros que hablan de poder y negocios. El PRO quedó encerrado en una pelea donde no queda en claro quién tiene la verdad, cuál es la posición del Presidente de la Nación y cuáles son las verdaderas motivaciones de los enfrentamientos.

Si la economía creciera al 8% anual, la inflación fuera menor de 10% y el poder adquisitivo vaciara las ciudades los fines de semana largo, las internas del Gabinete de Mauricio Macri pasarían inadvertidas en los diarios. Pero como no es así, lo que se necesita es un Presidente de la Nación que alinee a todos, decida qué bando ganó y cuál perdió y se avance en una solución por las cuestiones judiciales que se han creado.

Así como Mauricio Macri se metió en la interna entre el Banco Central y el Ministro de Hacienda y Finanzas, en no mucho tiempo, el Presidente de la Nación va a tener que “meter bisturí” en este cruce entre la Aduana, la AFIP, el Ministerio de Seguridad y la AFI para calmar las aguas del PRO, dar señales positivas a los votantes macristas y desactivar el desgaste político que implica esta turbia situación donde, hasta ahora, todos pierden.

En pocas horas más comienza lo que se ha dado en llamar “El Davos del PRO”, un inmenso esfuerzo del Gobierno por atraer inversiones. En la semana, se presenta el Presupuesto 2017, que el Gobierno espera aprobar rápidamente, pero que el panperonismo desea destrozar; y se realizará la Audiencia Pública por el aumento del gas, si no es frenada antes por una medida cautelar impulsada por socialistas y kircheristas.

Mauricio Macri acaba de cumplir 9 meses en el poder. Le faltan 39 meses, si no es reelecto (si lo fuera, serían 87). Sin embargo, los flancos abiertos son muchos, los enemigos se fortalecen y la economía no arranca. En muchos temas, el Gobierno está casi como estuvo al comenzar, pese a lo mucho hecho hasta ahora. Sin embargo, parece como que todo fuera poco.