El adiós a 'La Yiya' Asís

A los 86 años, Francisa 'Yiya' Asís -madre del escritor Jorge Asís- falleció en la Clínica Modelo de Quilmes. Urgente 24 envía por este medio sus más sentidas condolencias a los familiares de 'La Yiya'.

( ESPECIAL PARA JORGE ASIS DIGITAL) Francisca Asís, la Yiya, nació el 1º de octubre de 1920, en Avellaneda. Única hija de doña Lola Elías Faur y de don Jorge Asís, inmigrantes sirios que desembarcaron, en 1912, en el puerto de Buenos Aires. Escapaban de las turbulentas postrimerías del Imperio Otomano.
"Cristianos de Oriente". Originarios de una aldea cercana a Homs. Donde se habla, contaba doña Lola, aún, el arameo.
Desde muy joven, Francisca Asís fue operaria en los talleres textiles de la Masllorens. Solía memorar, con incierto orgullo, su juventud de obrera. A pesar de la vigilancia meticulosa de don Jorge, la bella Francisca se las ingenió para mantener un lote estable, acaso renovable, de festejantes que la pretendían. Los cuales eran sistemáticamente alejados por su padre, con severas maldiciones de su lengua indescifrable.
Su padre era un abnegado vendedor, forzadamente callejero, que detestaba que le dijeran El Turco. Acontecía que aspiraba a que la bella Francisca se casara, de ser posible, con un representante de la colectividad árabe. "Si no es hijo de árabes, nada", imponía don Jorge Asís.
Entonces fue una suerte que en 1940, en un baile de la Sociedad Sirio-Libanesa, sede de la Avenida Galicia, Francisca Asís conociera a Jorge Zaín.
Tratábase de un carismático hijo de árabes. Sirios también "cristianos de oriente", de la Iglesia Siriana Ortodoxa. Aunque originarios, los Zaín, de los alrededores de Damasco.
Hasta en los altibajos de lucidez de sus últimos días, Francisca solía definir, casi afectuosamente, a Jorge Zaín, su ex marido muerto, y padre de sus hijos, como "un atorrante". Lo llamaba El Tala.
El Tala era un simpatiquísimo "agente judicial". Un "manyapapeles" que se convertiría, involuntariamente, en el personaje literario que inspiraría la novela iniciática de su hijo, también Jorge, intitulada "Don Abdel Zalim".
Lo gravitante es que, para algarabía del viejo sirio, don Jorge Asís, la bella Francisca, alias La Yiya, y Jorge Zaín, alias El Tala, se casaron en 1942.
En sus inicios se radicaron en Villa Pobladora, en la popular austeridad de una casa de inquilinato. Situada en la esquina más gris de las calles Uruguay y Guifra, en diagonal a la tienda de don Salvador Zaín, padre de Jorge y suegro de Francisca.
Don Salvador era el presidente de la Sociedad de Fomento de Villa Pobladora, barrio histórico que, aunque cueste admitirlo, aún persiste. Situado en un recodo de Piñeyro, hasta la frontera obligada del Riachuelo, siempre en el partido de Avellaneda.
En Villa Pobladora fue que nacieron los dos hijos de Francisca y Jorge.
Marta Mabel, en 1944, y Jorge Cayetano, en 1946. En aquellos momentos de proyección, signados por la prosperidad distributiva del peronismo, don Jorge Zaín, el futuro inspirador de Don Abdel Zalim, logra, en 1949, comprarse una casa. En el "pujante" barrio literario de Villa Domínico.
De manera que la familia entera se traslada a la que sería después "la vieja casa blanca de Villa Domínico". Y que aún persiste, en la esquina de Puerto de Palos y Cordero. A cuatro cuadras de la residencia final, a partir de mañana. El cementerio de Avellaneda.
En Villa Domínico es donde Francisca Asís residió durante la mayor parte de su vida. Majestuosamente magnetizada por el rotundo atractivo del patio. Por la parra que le suministraba las hojas para los malfufs, especialidad casi principal de la gastronomía árabe. Y por la conjunción de jaulas con canarios, y el conglomerado de macetas con diversas flores, que Francisca, en su vejez se inclinaba, con cierta imprudencia, para regar.
Semejantes elementos naturales podrían perfectamente testimoniar acerca de la caudalosa identificación entre una persona y una casa. Cuesta incluso no recordar a Francisca a través de la alegría entonada de sus tangos.  Por ejemplo Francisca Asís se aventuraba, con resultados altamente satisfactorios, con "Marionetas". Aunque pueden destacarse también, merced al valioso incentivo de la melancolía, sus abordajes del tango "Lunes". O "Mandria". Sobre todo "La novia ausente".
Por entonces Francisca Asís ya había dejado de ser obrera. Se desempeñaba como modista, en general con fondo de tangos. Pasaba dilatadas horas diarias con una máquina "Singer". A pedal. "Cosía para afuera", se decía en la época. Lo importante para Francisca era que a sus hijos "no les faltara nada".
Conste que Villa Domínico aún se caracteriza por la hegemónica solidaridad de sus vecinos. En los cincuenta ya procedían de los más variados orígenes. La circunstancia sociológica, para nada banal, representaba que el barrio se propusiera máximo emblema de la integración.
Téngase en cuenta que Francisca, ya para todos La Yiya, decidió residir en la misma casa, casi fundida con aquel patio que la imantaba. Aunque paulatinamente fuera quedándose sola.
Primero fue la muerte de sus padres, doña Lola y don Jorge. Después fue la infortunada separación con su marido, a principios de los sesenta. Y por último fueron los respectivos matrimonios de sus dos hijos. Para los cuales Villa Domínico pasaba a transformarse en una manera nostálgica del regreso.
Sin embargo Francisca nunca quiso abandonar aquellas macetas con malvones y geranios de la casa de Domínico. Hasta que no tuvo más remedio que irse. Ya no podía continuar, y menos aún sola. Mantenía achacosas dificultades para caminar y enfrentaba el riesgo cotidiano de caerse. Aparte, las transformaciones aceleradas del conurbano bonaerense, por supuesto que llegaron al barrio, auque fuera idílicamente solidario.
Por ejemplo entre el 2004 y el 2005, la casa de Francisca Asís fue asaltada en tres oportunidades. Y nunca se la vio, a la Yiya, más ultrajada que una tarde, al regresar de la casa de su hija y percibir, al entrar en la suya, sus habitaciones revueltas. Su intimidad invadida, las fotografías desparramadas. Y hasta las macetas desmoronadas.
En definitiva, el ocaso de la epopeya personal de la señora Francisca Asís deja como corolario una descendencia profundamente desgarrada por su partida.
A Francisca Asís se la llora saludablemente, y sin la inutilidad del pudor. Y ya la extrañan por anticipado sus hijos, sus siete nietos, sus dos biznietos, y hasta el tercer biznieto que se encuentra en el camino. Con el agregado de una formidable legión de amigos entrañables, de emotivos vecinos y parientes conmovidos. Conste que algunos de ellos la aguardan en aquel lugar apaciblemente celeste del más allá. Y que probablemente, incluso, exista.
Sin embargo con arbitraria racionalidad debe decidirse que en adelante, a la señora Francisca Asís, La Yiya, sólo puede evocársela con una irreparable alegría. Con el gratificante positivismo de su patio, la intensidad de su Singer a pedal y sus inolvidables tangos.
Francisca cesó en silencio, a los 86 años, después de dos operaciones. En la sala de terapia intensiva de la Clínica Modelo de Quilmes, mientras profesionales ejemplares hacían lo imposible por retenerla.

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