OPINIÓN

MORENO, PICHETTO, CAMAÑO, URTUBEY

Los borgianos de Perón

El Frente de Todos intenta sobreponerse a su primera crisis política intensa en el gobierno. Mientras tanto, necesita restablecer su agenda en un año electoral, que incluye la renovación (innecesaria) del Partido Justicialista, sortija que algunos inventaron para insuflarle algo de oxígeno a Alberto Fernández.

Todos saben que Jorge Luis Borges fue crítico de Juan Perón y el peronismo. Pero estos peronistas son borgianos, por aquello de que "no nos une el amor sino el espanto".

A ellos les provoca pavor que el Consejo Nacional del Partido Justicialista haya quedado en manos de 'la Tendencia'.

Hacia 1973, la Tendencia Revolucionaria del Peronismo la integraban las siguientes organizaciones de superficie de Montoneros:

# la Juventud Peronista Regionales (JPR); 
# el Movimiento Villero Peronista (MVP); 
# la Juventud Universitaria Peronista (JUP); 
# la Juventud de Trabajadores Peronistas (JTP); 
# la Unión de Estudiantes Secundarios (UES); 
# el Movimiento de Inquilinos Peronistas (MIP).

También las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que se fusionarían con Montoneros; las Fuerzas Armadas Peronistas-17 y el Peronismo de Base.

Pero esta 'Tendencia' es otra. Si bien el Grupo Calafate nació en 1998, en la posada Los Álamos, en El Calafate, provincia de Santa Cruz; en agosto de 1999 ocurrió el Calafate II, en Tanti, en las sierras de Córdoba; que fracasó por los desacuerdos entre Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde.

Entonces, cuando en diciembre de 2000, Kirchner presentó en el porteño hotel Panamericano (hoy día, parte del Grupo Marriot), su "modelo alternativo", con el apoyo de Hugo Moyano, Juan Manuel Palacios, Mario Das Neves, Rubén Dasa y Daniel Gallo, utilizó un sello que tenía su génesis en 1996: Corriente Peronista, rebautizado La Corriente.

Era una reivindicación de La Tendencia, y por las dudas Kirchner lo dejó en claro en su pieza oratoria: "El movimiento nacional peronista no puede ser una réplica del Partido Republicano de los Estados Unidos, neoconservador y liberal".

Él insistió con la idea a fines de 2001, cuando anunció su precandidatura presidencial en el gimnasio del club Ferro de Dolores, provincia de Buenos Aires, y hablaba con Elisa Carrió.

De aquella experiencia nunca hubiesen participado ni Guillermo Moreno ni Miguel Pichetto ni Graciela Camaño ni Juan Manuel Urtubey ni Miguel Ángel Toma ni Ramón Puerta, quienes se dicen preocupados porque el próximo arribo de Alberto Fernández a la presidencia del Consejo Nacional del Partido Justicialista es apenas una transición hacia un giro histórico de la idea de peronismo.

Aún cuando ya se sabe que es muy difícil encorsetar en un partido político tanto al peronismo como a los peronistas -y por eso su exaltación del movimiento, que hacía el propio Kirchner-, ellos anticipan tiempos complicados por el arribo de quienes reivindican más al 'castrismo' de John William Cooke que al propio General y sus contradicciones.

Peronismo de Perón

Pero esto no se trata de teoría sino de disputas de poder. O tienen congresales o no los tienen. O consiguen la adhesión de militantes o no la consiguen. Los 'porotos', que resultan la verificación de las hipótesis, es la concreción de la política.

Ellos, los contestatarios, afirman que es posible 'porotear', aún cuando sus rivales les endilguen, inclusive, el pecado etario de que ya son eméritos de la política.

Enojados, se resisten, insistiendo en que no hay ANSeS para los ellos, y afirman que van provocar debate y revulsión, ya que no precisan una revolución en el dogma.

Para comenzar, hay que reconocerles el triunfo, le han provocado un daño a Alberto Fernández: él no será el exponente de la unidad.

Así como José Luis Gioja fue el jefe partidario de la intrascendencia, Alberto será el de la fragmentación, si es que siguen 'caminando' los integrantes de esta oposición doméstica que se está estructurando y que, por lo menos, conoce la letra de la 'Marchita' y no le da vergüenza entonarla.

Ahora bien, no pueden ignorar lo que opina el propio Alberto: que es una caterva -por utilizar la jerga peronista- horizontal, donde se acunan egos que compiten entre sí. 

Un personaje de su generación pero que abreva en algunos cuarentones de La Cámpora, a su vez agradecidos a Gildo Insfrán, afirma: "Difícil que entiendan que para ganar, un equipo sólo puede tener 1 Messi, no 2. Ahí van a perder".

¿Acaso no fue el ego lo que frustró en 2018/2019 el proyecto de Sergio Massa, Juan Schiaretti, Miguel Pichetto, Roberto Lavagna y Juan Manuel Urtubey, intento que tan bien conoció Camaño?

Entonces, queda en evidencia un enorme desafío por delante para Moreno, Pichetto, Camaño, Urtubey y los otros que dialogan buscando crear la chispa de la empatía: la humildad que precisa la construcción, imprescindible cuando no hay liderazgos legitimados en comicios internos.

Todos ellos son veteranos de un alud de experiencias pero nunca alcanzaron el liderazgo de las corrientes en que navegaron.

Ahora tienen por delante el gran desafío de demostrarles a quienes se sentaron a esperar que se dinamiten entre sí, que pueden convivir desde la generosidad partidaria. Por cierto que ese sería un peronismo distinto, no visto desde que Antonio Cafiero le reconoció el triunfo a Carlos Menem en julio de 1988.

Lograrlo es decisivo para imaginar otros.

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