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EL MERCADO MANDA

Elon Musk retrocede: Se baja del tren Trump y corre a salvar a Tesla

Elon Musk entendió tarde que el mercado no perdona. Tesla se desangra en ventas, ingresos y reputación, y su coqueteo con la política lo dejó expuesto.

Elon Musk entendió tarde que el mercado no perdona. Tesla se desangra en ventas, ingresos y reputación, y su coqueteo con el poder político lo dejó expuesto. Después de un trimestre desastroso, el magnate anunció que se baja de la aventura trumpista para intentar salvar a su joya más deteriorada: Tesla.

Tesla en crisis

Los números hablan solos. Tesla ganó un 71% menos que el año pasado. Facturó apenas US$ 19.300 millones, muy lejos de los US$ 21.430 millones que esperaba Wall Street. Las ganancias ajustadas por acción fueron de US$ 0,27, otra vez por debajo del mínimo esperado.

Pero el problema va más allá de los balances. Las ventas se hundieron en sus tres principales mercados —Estados Unidos, China y Alemania— con caídas de dos dígitos. Las entregas bajaron un 13%. El margen operativo se desplomó a un 2,1%, casi inexistente.

A eso se sumó el rechazo abierto de sus propios clientes. La imagen de Musk como funcionario estrella de Trump encendió protestas y vandalismo contra estaciones de carga. En California, Tesla perdió más de 10 puntos de participación en el mercado de autos eléctricos.

El diagnóstico es claro: la marca Tesla ya no enamora, y su CEO se había convirtido en una carga.

Wall Street exige foco: Musk reacciona

El mercado lo obligó a reaccionar. Tras el anuncio de que reducirá su participación en el gobierno de Trump para dedicar más tiempo a Tesla, las acciones rebotaron un 5% en el after-market. El mensaje fue corto y contundente: “A partir de mayo, estaré mucho más enfocado en Tesla”.

No es una renuncia, pero suena a retirada. No es una renuncia, pero suena a retirada.

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En paralelo, Musk prometió nuevos modelos para 2025 y aseguró que el proyecto del Robotaxi sigue en pie, aunque con demoras. Admitió que revisarán metas anuales y ya borró del mapa el objetivo de crecimiento a largo plazo.

A esta altura, los inversores no piden milagros: exigen gestión. El problema es que Tesla no tiene plan B. No hay un COO. No hay sucesor. Todo depende de Musk, y él hasta ahora estuvo más ocupado con la política que con la producción.

Neuralink crece sin ruido… ni Musk

Mientras Tesla agoniza, Neuralink florece sin su creador. Logró implantar con éxito un chip cerebral en humanos y proyecta tener 30 pacientes conectados para 2025. El avance es real. La tecnología funciona. Y Musk no está en el medio.

Sin discursos, sin escándalos, sin Twitter, Neuralink avanza firme y en silencio. Recauda fondos, capta talento y gana credibilidad en un campo de altísima complejidad. Incluso sortea las advertencias del mundo científico, que desconfía de los atajos empresariales. Nada de eso frena el proyecto.

Porque sin Musk en el centro de la escena, la empresa respira. Porque sin Musk en el centro de la escena, la empresa respira.

La marca Musk ya no vende

Durante años, Elon Musk fue sinónimo de innovación.

Hoy, es sinónimo de polarización. Hoy, es sinónimo de polarización.

Tesla lo sufre como nadie. Sus discursos encendidos, sus alianzas políticas, sus desplantes públicos ya no seducen. El mito del genio visionario se convirtió en un problema comercial.

En cambio, Neuralink encontró una fórmula que Tesla perdió: resultados concretos y bajo perfil. Hoy es el proyecto más prometedor del imperio Musk, justamente porque no depende de él.

La decisión de alejarse de Washington y volver a Palo Alto es tardía, pero inevitable. Musk ya no suma. Resta. Y si quiere evitar que Tesla se desintegre, va a tener que dejar de hablar y volver a hacer.

Porque el tiempo del show se acabó. Ahora lo único que vale es la ejecución.

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