En la antigua Egipto, la muerte se concebía como una transición hacia A'Aru, el Campo de los Juncos, donde el alma vivía eternamente en compañía de los dioses, disfrutando de todo lo perdido en vida. Según World History Encyclopedia, esta visión del más allá se desarrolló completamente durante el Imperio Medio.
DIGNIDAD Y TRASCENDENCIA
El Paraíso eterno de los antiguos egipcios donde la muerte es el inicio de la vida
En Egipto, A'Aru era un reino idealizado donde las almas justas gozaban de vida eterna con los dioses: sólo la virtud y la dignidad los salvaba de la muerte
En este contexto, los egipcios desarrollaron complejas creencias sobre la vida después de la muerte, donde la virtuosidad en vida determinaba el destino del alma. En este sentido, se establecieron rituales y prácticas funerarias que preparaban al difunto para su viaje al Salón de la Verdad, donde serían juzgados y, dependiendo de su comportamiento, tendrían acceso a la vida eterna en A'Aru.
Sobre la vida y la muerte
Desde el periodo predinástico (6000 - 3150 a.C.), los egipcios ya creían en la inmortalidad del alma, evidenciado por los bienes funerarios en los entierros. Esta creencia evolucionó durante el período arcaico hasta integrarse completamente en la cultura del Imperio Antiguo (2613-2181 a.C.). Mientras que en sus inicios se pensaba que los muertos justos vivían en sus tumbas, posteriormente se desarrolló la idea de que Nut, la diosa del cielo, elevaba sus almas para convertirse en estrellas. En el Imperio Medio, el culto a Osiris introdujo una visión más elaborada del más allá, incluyendo el inframundo Duat, el juicio del alma y la vida eterna en el Campo de los Juncos.
Dinámica de la religión egipcia
La religión en Egipto estaba profundamente integrada en la vida diaria, donde los dioses eran entidades cercanas que proporcionaban orden y paz. La gratitud hacia ellos se manifestaba no solo en adoración, sino también en la vida cotidiana. El concepto central de la cultura egipcia era el ma'at, que simbolizaba la armonía y el equilibrio. La estudiosa Margaret Bunson señala que "las creencias religiosas no estaban codificadas en doctrinas", reflejando que la espiritualidad se vivía a través de celebraciones y rituales que infundían idealismo en la cotidianidad.
El papel del faraón y su relación con los dioses
El faraón, considerado el intermediario entre los dioses y el pueblo, representaba el ma'at y era visto como un modelo a seguir. Desde el Imperio Antiguo, se vinculó con Horus en vida y con Osiris en la muerte, simbolizando su conexión divina.
Egipto arcano: historia de Osiris y su legado
Osiris, uno de los primeros dioses creados, gobernaba Egipto junto a Isis hasta que Set, por celos, lo mató y desmembró. Isis recuperó su cuerpo, pero Osiris, incompleto, se convirtió en el rey de los muertos en Duat. Horus, su hijo, vengó a su padre, restableciendo el orden y convirtiéndose en el modelo a seguir para los reyes.
La narrativa religiosa y sus representaciones
La historia de Osiris y Horus, recogida en textos como "La disputa de Horus y Set", representa una tradición más amplia sin un texto sagrado único. Las celebraciones anuales servían como rituales que mantenían vivas las enseñanzas religiosas y la consciencia de lo divino en la vida cotidiana.
Ritos funerarios y su evolución
Los ritos funerarios, que inicialmente eran simples, evolucionaron hacia prácticas complejas de momificación y entierros elaborados. Se creía que el alma necesitaba el cuerpo para existir en la otra vida, siendo preservado a través de la momificación. El alma se concebía como un conjunto de nueve partes, siendo Khat el cuerpo físico y Ka el doble, entre otros.
El viaje del alma y el juicio final
Tras los funerales, el alma emprendía un viaje hacia el Salón de la Verdad guiada por Anubis. Allí, enfrentaba a los Cuarenta y Dos jueces y presentaba su Confesión negativa. Si su corazón pesaba menos que la pluma de Ma'at, el alma era considerada digna de entrar al Campo de los Juncos.
El Campo de los Juncos
El destino final del alma varía según la época, pero en general, se cree que el Campo de los Juncos es un reflejo eterno de la vida en la Tierra, donde todo lo perdido regresa. La vida allí prometía una existencia sin sufrimiento ni dolor, como describe Rosalie David, quien menciona que los habitantes disfrutaban de "una primavera eterna". Aunque surgieron visiones cínicas sobre la permanencia del paraíso, la idea predominante fue que el Campo de los Juncos ofrecía una paz duradera y una continuación de la vida en armonía con los dioses.
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