Luego del cambio del desfile militar patrio por un modesto show de bandas del Ejército Argentino solventado por una compañía de seguros, la realidad de los uniformados es cada vez más dramática aunque Javier Milei no parece inquieto ni siquiera por su guardia personal a caballo.
ANCHOAS EN EL DESIERTO
Amores que matan:Javier Milei / Ejército y los otros
Javier Milei mantiene una relación histérica con el Ejército y toda la corporación uniformada que no tiene ni para medicamentos.
Los uniformes militares o policiales utilizados durante las operaciones cada vez se parecen mas entre si no solo a nivel local sino también entre instituciones de distintos países.
El uso de telas mimetizadas de distintas tonalidades o incluso el color negro no son casuales como tampoco lo son los atributos con lo que se revisten los mismos. Además de brindar protección a quien lo porta la idea es infundir respeto e incluso miedo al potencial contrincante, adversario o enemigo.
Lamentablemente por estos días Gendarmes y Prefectos son obligados por la política a lucirlos “valientemente” para moler a palos a jubilados que no tienen ni pan en sus mesas ni medicamentos en sus botiquines.
Hablando de remedios
Al finalizar la jornada, despojados de uniformes tan rendidores para el show político del ministro Petri -como el de granadero- o tan efectivos para la mano dura que impulsa la ministra Patricia Bullrich (verdadera jefa del mendocino) como el de los miembros de la agrupación guardacostas de la Prefectura Naval, militares y policías vuelven a ser lo que simplemente son, humanos vulnerables.
La mesa del hogar militar/policial media, dista mucho de la que disfrutan los conductores políticos de las fuerzas que integran los uniformados y si bien la austeridad espartana es parte del negocio en llamado “mundo gorra” cuando llega el quebranto de salud, la necesidad de atención médica, de una cirugía o del devastador tratamiento oncológico propio o del entorno familiar, el drama iguala en intensidad al bravío combatiente con el indefenso apaleado de algún miércoles por la tarde.
"Nos están matando"
Tal como es de público conocimiento, el sistema de salud del personal civil, militar y policial amparado por IOSFA (Instituto de Obra Social de las Fuerzas Armadas y de Seguridad) ha entrado en rumbo de colisión desde el inicio de la gestión libertaria. Si bien se arrastraban problemas de administraciones anteriores el desastre en el que los llamados por los propios afiliados “mendocinos del terror” (Sagas y Fioschi) han sumido a la segunda obra social del país no registra precedentes.
Si escuchar a un jubilado clamar por su medicación estremece el corazón, oírlo de boca de un uniformado de alta graduación puesto al frente de la difícil tarea de administrar el “bienestar” de sus camaradas asusta por el simple hecho de comprobar el estado de abandono en el que un gobierno que dice haber llegado para poner en valor a las fuerzas ha colocado a sus integrantes.
“Si esto hacen con los que dicen amar profundamente, imagínese lo que les depara el futuro a los millones de argentinos a los que ni siquiera tienen en cuenta la hora de legislar por decreto”. Sostiene un médico militar.
Un relato descarnado
“Es una cuestión de vida o muerte hermano. ¡Vida o Muerte!, tenemos gente que está muy mal. Hay camaradas que hace 3 semanas que no reciben la medicación y necesitan esa medicación para seguir viviendo están al borde y no saben lo que va a pasar”, sostiene con voz entrecortada un hombre que al igual que este cronista abrazó el amor por el mar y que tal vez transita el temporal más grande de su vida marinera.
Y prosigue, “¿De qué sirve que se anuncie como una gran solución el cambio del directorio de la Obra Social cuando quienes están esperando las drogas que le salvarán la vida no la reciben porque el IOSFA no les paga a los proveedores de las mismas?”
“Es terrible lo que está pasando, todos los días el equipo que integro está luchando contra esta situación. Llega la noche me quiero acostar a dormir y está situación me crispa me supera y encima tengo que escuchar que como gran solución se anuncia un mero cambio de funcionarios como la solución al problema”, finaliza casi al borde del quiebre el oficial consultado.
Ministros sordos
Hace pocos días la fuerza policial más antigua del país celebró sus 215 años de existencia. Lejos de esa extraña mezcla de subordinación mal entendida y complacencia funcional a la permanencia en el cargo que suele imperar en los altos mandos castrenses, en sus palabras alusivas y frente a la mismísima Patricia Bullrich el jefe de esa fuerza fue claro y contundente al plantear no solo la cuestión salarial sino la acuciante situación sanitaria del personal bajo su mando.
“Durante cada visita que realizo a distintas dependencias de la institución son recurrentes dos temas que preocupan a nuestro personal, los haberes y la situación de la obra social. Sepan que somos conscientes que no miramos para otro lado y que estamos trabajando junto a la ministra para encontrar alternativas y darle una respuesta a nuestro personal para mejorar sus condiciones de vida”, sostuvo el Prefecto General, Guillermo Giménez Pérez ante una sonriente Patricia Bullrich.
A su turno la funcionaria nacional exhorto a las tropas formadas a “seguir así por 215 años más”. Toda una premonición sobre la falta de respuestas en el corto, mediano y largo plazo.
Tal como si fuera poco, minutos después, consultado informalmente por el medio especializado Marina Digital, un miembro destacado del equipo de Bullrich sostuvo emulando con su sonrisa el pétreo rostro ministerial que “es muy atendible lo que plantea el prefecto, pero nada hará que abandonemos el rumbo trazado. El equilibrio fiscal no se negocia”. Todo dicho.
De las asonadas militares a las súplicas
42 años de democracia han servido entre otras cosas para dejar perfectamente sentado el principio de subordinación del poder militar al civil. El estilo Aldo Rico o Mohamed Alí Seineldín ya no figura en los manuales -no escritos- del orgullo militar.
Los militares siglo XXI hace rato que no reclaman, solo se atreven a levantar tibiamente la voz para suplicar que tanto amor declamado se cristalice al menos en la provisión de algún medicamento para salvarles la vida.
No temen a morir en cumplimiento del deber, pero prefieren poder curarse antes de que una enfermedad los mate por falta del tratamiento adecuado, no parece una pretensión desmedida.
Los verdaderos cabezas de termo
Tal vez por ser relativamente jóvenes (tampoco son bebes) personajes nefastos como el “Gordo Dan” y otros libertarios prominentes salieron luego de la fenomenal paliza parlamentaria sufrida por el gobierno durante la semana pasada a reclamar sacar los tanques a la calle en defensa del modelo de miseria, entrega y deshumanización que los Miliei, Sturzzenger, Caputo, Petri y Bullrich de la vida quieren imponer a como dé lugar.
Deberían saber estos nuevos “jóvenes idealistas” rentados que al margen de la buena predisposición de algún general o brigadier deseoso de mantener los privilegios propios del alto mando servil al poder, no habría tropa dispuesta a manejarlos, ni municiones para disparar ni tan solo combustible para ponerlos en marcha.
Si acaso pensaran emular a la revolución libertadora, les informo que los F16 están muy lejos de llegar y mucho más lejos de tener partida presupuestaria para volar y la marina no tiene barcos con poder de fuego para poner a vuestro servicio.
Daniel Parisini, Alias “Gordo Dan”, además de influencer libertario es médico. Tal vez si realmente se propone obtener algún apoyo castrense para sus delirios políticos debería golpear las puertas de los cuarteles con muestras gratis de diversos medicamentos o incluso convocar a sus colegas militantes a hacer aquello que sus referentes políticos les niegan a los uniformados, atención sanitaria básica.
Nicolás Maquiavelo en su obra “El Príncipe” sostiene que el soberano que descuide a la soldadesca está condenado al fracaso.
No se trata aquí de sugerir a las autoridades ministeriales de Defensa y Seguridad que de no mejorar las condiciones de vida de sus subordinados sufrirán una rebelión militar, se trata de intentar hacerles comprender que se les están muriendo las personas a las que declaman amar y proteger.
No tienen mucho margen, las revueltas militares de antaño se superaban, las muertes innecesarias del presente no tienen marcha atrás.