El informe publicado por MSCI dejó en evidencia que la Argentina no logró seducir a los inversores institucionales internacionales y lograr ese paso clave para bajar el riesgo país. A pesar de ciertos avances –como el levantamiento parcial del cepo y el abandono del crawling peg– el país seguirá en la categoría “standalone”, aislado de los flujos de capital globales que podrían llegar si ingresara al club de los mercados de frontera o, más aún, emergentes.
CALIFICACIÓN DE MSCI
Bonos y riesgo país: El último driver que necesitaba Milei no funcionó
La reclasificación de MSCI era una carta clave para seducir capitales, mejorar el riesgo país y la performance de los bonos.
Pero lo que más preocupa al mercado es que ni siquiera la expectativa de una posible mejora logró impulsar a los bonos soberanos, que permanecen estancados y con tasas de retorno que reflejan un alto nivel de desconfianza.
Riesgo país en alza y bonos planchados
El riesgo país volvió a ubicarse en torno a los 700 puntos básicos, un nivel que refleja la falta de apetito por activos argentinos incluso tras los últimos gestos de apertura financiera. Los globales no lograron revertir su tendencia lateral y, en muchos casos, acumulan caídas en lo que va del mes.
El mercado había comenzado a descontar tímidamente la posibilidad de un cambio de estatus por parte de MSCI, lo que implicaría una inyección de liquidez internacional, con estimaciones de entre US$ 2.000 y US$ 3.000 millones en flujos potenciales.
Sin embargo, el rechazo del organismo será una ducha fría para las expectativas de un rally en la curva soberana.
Sin reacción positiva
El Gobierno de Javier Milei esperaba que un eventual reconocimiento externo se tradujera en una mejora en el precio de los bonos y en una baja del riesgo país, factores fundamentales para encarar un programa de financiamiento voluntario de mercado.
El equipo económico viene apostando a una normalización financiera gradual, con foco en superávit fiscal, saneamiento del balance del BCRA y desregulación. Pero sin credibilidad institucional ni garantías de continuidad en las reglas del juego, los inversores siguen mirando de lejos.
MSCI fue explícito: cuestionó las restricciones de acceso al mercado de capitales, la falta de liquidez, los controles cambiarios, la escasa competencia entre intermediarios y la opacidad de la información corporativa. Todo eso pesa más que cualquier promesa de reforma.
La deuda, en un callejón sin salida
Los bonos argentinos siguen atrapados en un círculo vicioso: no suben porque no hay confianza, y sin suba no hay financiamiento. A esto se suma el hecho de que muchos fondos globales no pueden invertir en países categorizados como “standalone”, lo que limita estructuralmente la demanda de deuda local.
El mercado ve un riesgo país alto, rendimientos que parecen atractivos en términos nominales, pero que incorporan una prima por riesgo legal, político y cambiario.
A la deriva
El Gobierno apostaba a que una señal positiva de MSCI encendiera el entusiasmo por los bonos.
El “último driver” que esperaba Milei para dinamizar la deuda no apareció, y el crédito internacional sigue vedado. El mensaje es claro: el relato ya no alcanza, el mercado quiere hechos. Y mientras tanto, la curva soberana sigue huérfana de compradores y plagada de dudas.
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