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SCIENTIFIC AMERICAN

Por qué cuando estamos estresados y anhelamos algo dulce, es mejor ingerirlo

Solemos ser muy duros con nosotros mismos cuando comemos muchos dulces o carbohidratos, como si se tratara de una falta de autocontrol o comportamiento compulsivo; lo cierto es que hay razones más profundas que nos impulsan a ello: el cerebro, cuando estamos estresados, desencadena un mecanismo que nos hace desear lo dulce, para abastecerse de energía. En última instancia, para dejar de desear comer tantas cosas dulces, habría que mirar a nuestro estilo de vida y ver cómo podemos hacer para llevar una rutina con menor nivel de estrés.

Aunque nuestro cerebro representa solo el 2% de nuestro peso corporal, explica el investigador Achim Peters en la revista Scientific American, el órgano se consume la mitad de nuestra de ingesta diaria necesaria de carbohidratos, y la glucosa es su principal combustible. 

Cuando estamos atravesando un momento de estrés, nuestro cerebro necesita un 12% más de energía, lo que nos produce antojo de comer algo dulce. 

Los carbohidratos son la fuente más rápida de energía para el cuerpo. 

"Cuando tenemos hambre, toda una red de regiones cerebrales se activan. En el centro del hipotálamo ventromedial y en el hipotálamo lateral. Estas 2 regiones del cerebro superior están involucradas en regular el metabolismo, el acto de comer y las funciones digestivas", escribió Peters. 

Adicionalmente, hay un "portero" anterior llamado el núcleo arcuato, en el hipotálamo. Si este registra que al cerebro la falta glucosa, bloquea la información del resto del cuerpo. Esa es la razón por la que anhelamos carbohidratos ni bien el cerebro indica que necesita energía, aún si el resto de nuestro cuerpo esté "satisfecho". 

Para comprender la cuestión más en profundidad, relata Peters, junto a su equipo llevó a cabo un estudio, dividido en 2 sesiones. En la primera, les pidieron a 40 participantes que dieran un discurso frente a extraños. En la segunda, a los participantes no se les requería brindar un discurso. 

Hacia el final de cada sesión, les midieron la concentración de cortisol y adrenalina (hormonas del estrés) en sangre. También les ofrecieron un bufet de comida durante una hora. 

Tras la sesión en la que les tocó dar un discurso, estaban más estresados, y en promedio consumieron 34 gramos de carbohidratos más, que cuando no les tocaba hablar frente a extraños.

"Son las hormonas del estrés las que nos hacen comer más. Se trata de una aparentemente simple reacción de nuestro cerebro, que cuando experimenta la sensación de peligro repentino, envía una señal a nuestro cuerpo para la liberación hormonal de cortisol. A medida que las situaciones que dan lugar a estrés perduran, mantienen el aumento gradual de la producción de cortisol",explica el portal Medicina Preventiva de Santa Fe.

Peters recomienda comer un pedacito de chocolate si sentimos que el cuerpo lo pide, cuando estamos estresados, porque si no comemos nada, es posible que el cerebro utilizará la glucosa del cuerpo y segregará aún más hormonas de estrés. No solo esto nos hará sentir mal, sino que a la larga puede incrementar el riesgo de ataque cardíaco, accidente cerebrovascular o depresión.

"Si una persona desea chocolate por la tarde, le recomiendo comerlo para mantenerse bien y con el ánimo elevado. Eso es porque las personas en el trabajo a menudo están estresadas y el cerebro tiene una mayor necesidad de energía", recomendó Peters.

"Si permanecemos produciendo constantemente cortisol y nuestro cuerpo y mente se mantienen casi todo el tiempo en estado de alerta, tendemos a gastar mucha energía, lo que provoca que nuestro cuerpo necesite de glucosa, que es la que más rápido nos aportará esa energía necesaria", agrega el portal Psicología Online.

Estudios previos sugieren que las personas que experimentaron mucho estrés durante su infancia, tienen una mayor preferencia por lo dulce de grandes.

Solemos ser muy duros con nosotros mismos cuando comemos muchos dulces o carbohidratos, como si se tratara de una falta de autocontrol o comportamiento compulsivo, plantea Peters; lo cierto es que hay razones más profundas que nos impulsan a ello.

En última instancia, para dejar de desear comer tantas cosas dulces, habría que mirar a nuestro estilo de vida y ver cómo podemos hacer para llevar una rutina con menor nivel de estrés.

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