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una historia de doce pasos

El penal Antonio Roma-Delem, el más famoso de los Superclásicos

Antonio Roma atajó el penal decisivo en el Superclásico, dando a Boca el título nacional. Una gesta histórica y un ejemplo de deportividad.

El 9 de diciembre de 1962, el Superclásico entre Boca y River fue uno de los encuentros más inolvidables del fútbol argentino. En La Bombonera, Antonio Roma se convirtió en héroe al atajar un penal crucial a Delem, asegurando el título para Boca en un emocionante desenlace.

El duelo decisivo en La Bombonera

Era la antesala de la consagración, el choque entre Boca y River que definiría el campeonato argentino de 1962. Ambos equipos llegaban igualados en puntos, convirtiendo este Superclásico en una final anticipada, marcada por la intensidad y la rivalidad histórica.

La atajada épica de Antonio Roma y la famosa frase del árbitro

Con el tiempo corriendo a favor, Boca se aferró a su solidez defensiva. Sin embargo, la emoción llegó cuando el árbitro Carlos Nai Foino sancionó un penal para River a 5 minutos del final. El estadio se sumió en un silencio expectante mientras Roma se preparaba para enfrentar el remate de Delem.

Con una espectacular atajada, Roma se adelantó dos metros (como se supo más tarde) y desvió el potente disparo, asegurando la victoria y el título para Boca. A pesar de las protestas de los contrarios, el juez del partido sentenció: “Penal bien pateado es gol”. La atajada de Roma simbolizó la grandeza y la deportividad del arquero boquense.

Delem, de River, pateó el penal que Roma atajó y le dio el título a Boca. El árbitro desestimó las protestas de River y sostuvo que el tiro no había sido bien ejecutado.
Delem, de River, pateó el penal que Roma atajó y le dio el título a Boca. El árbitro desestimó las protestas de River y sostuvo que el tiro no había sido bien ejecutado.

Pero entre los dos jugadores no quedaría ninguna animosidad. Años después del increíble penal, el arquero y Delem se convertirían en amigos inseparables, demostrando que la grandeza se mide también en gestos de camaradería. Esa noche en La Bombonera se escribió una página imborrable de la historia de los Superclásicos, recordando la atajada que selló un título y la nobleza de dos rivales que supieron abrazar la grandeza del fútbol.