“La adaptación de la persona a la situación y su contexto constituye, por esencia, el desarrollo de una competencia”, señala Phillippe Jonnaert (2006), investigador y director del Observatorio de Reformas Educativas de la Universidad de Quebec, Canadá.
PRÁCTICAS SUPERVISADAS
Claves para el Buen Postgrado
Prácticas supervisadas en la formación de postgrado en gestión educativa: Una forma de aprendizaje situado. Trabajar sobre las competencias de gestión y por sobre todas las cosas, sobre los cambios de paradigma en la educación en general y en la gestión educativa, en particular constituye no solo un reto de estos tiempos sino una necesidad concreta para las instituciones dedicadas a brindar este tipo de formación.
Esta afirmación nos permite pensar que el desarrollo competente de una actividad no puede ser visualizado sino en contexto, en situación.
De este modo, se establece una relación muy clara entre competencia y situación, dado que, como expresa también Jonnaert, “la competencia situada está ciertamente anclada en la situación”. Éste es precisamente el espíritu de las prácticas supervisadas que hoy son -en algunos casos- un requerimiento para la formación de postgrado. Esto es, desplegar y movilizar una serie de recursos en una situación de gestión real.
La necesidad de aprender en forma contextualizada presenta un notable fenómeno de doble demanda: constituye una demanda concreta de los estudiantes, quienes se perciben ávidos de incorporar estos recursos; y al mismo tiempo, constituye una demanda de los organismos de evaluación y acreditación de la educación superior.
Hace ya un tiempo considerable, venimos recogiendo los destellos de la postmodernidad y en este sentido, en el nivel de postgrado, podemos pensar al estudiante postmoderno como un sujeto activo, emprendedor, demandante y de acción permanente. Esta tendencia se hace más evidente cuando observamos que quienes optan por realizar maestrías de tipo profesional buscan, en efecto, el desarrollo de competencias propias de un campo de aplicación en su profesión. La consolidación de tales competencias es, del mismo modo, un requerimiento esencial.
Frente a este escenario, emerge el inquietante desafío de “practicar la gestión”. Pero ¿Qué es practicar la gestión?
Considerando las diversas dimensiones de la gestión educativa, “practicarla” significa, entre otras cosas, integrar la teoría adquirida a la práctica real y, del mismo modo, promover el aprendizaje del rol profesional bajo la supervisión de docentes-tutores. Este contacto directo con la praxis, sin duda alguna, permite fortalecer las competencias propias de la gestión educativa en general y de la dirección de instituciones educativas, en particular.
Los practicantes se encuentran cara a cara con el desafío de participar en primera persona en la planificación, diseño o ejecución de programas educativos, proyectos de mejora o desenvolverse en espacios gerenciales desde los cuales puedan mostrar su talento y ejercer un liderazgo transformador.
Esta dinámica en la formación de posgrado presenta ventajas y beneficios derivados de la experiencia de seguir aprendiendo en entornos contextualizados.
De este modo, se genera una relación dialéctica entre teoría y práctica, dado que enmarcar nuestra práctica en la teoría nos permite posicionarnos desde un lugar de conocimiento y profesionalizar ese saber empírico que es tan valioso.
En suma, nos abre caminos, nos brinda a veces respuestas y a veces, lo que es mejor aún: preguntas.
Sin duda alguna, trabajar sobre las competencias de gestión y por sobre todas las cosas, sobre los cambios de paradigma en la educación en general y en la gestión educativa, en particular constituye no solo un reto de estos tiempos sino una necesidad concreta para las instituciones dedicadas a brindar este tipo de formación.
En esa línea, vale la pena detenerse a observar ese proceso en el cual ese cambio comienza a gestarse, la confluencia y multiplicidad de factores, los contextos, las demandas.
Por ello, los buenos gestores deben contar con herramientas que les permitan encarar proyectos de conducción con propuestas innovadoras y a la altura de las demandas del mundo de hoy, en donde convivimos nativos e inmigrantes digitales. Así como la docencia, la gestión -y mucho más en educación- es un menester en el cual, además del componente vocacional, la formación de calidad suele hacer la diferencia.